CRÍTICA
De la Efímera a la Separación

<STRONG>CRÍTICA<BR></STRONG>De la Efímera a la Separación

LLos acontecimientos de Bayona (abdicación de Carlos IV y prisión de Fernando VII) precipitaron en América hispánica el fervor independentista que habían desencadenado los principios de la Revolución francesa. Posteriormente el nombramiento de José por su hermano Napoleón, como rey de España, cortó todo vínculo entre España y América. Cesaron los compromisos con los monarcas españoles. Los líderes ilustrados de las colonias de América sintieron que no le debían ninguna lealtad a un monarca extranjero como Pepe Botella.

Ante esta disyuntiva, estallan en 1810 los primeros pronunciamientos a favor de la independencia americana: el bicentenario acerca de ese hecho se celebra en 2010 en Venezuela, Bolivia, México y Colombia.

Los dos ingredientes del primer párrafo y los levantamientos a favor de la independencia, pero sobre todo el que ocurrió en Venezuela encabezado por Bolívar, impactaron en Santo Domingo al final de la vida del hombre que encadenó de nuevo la  Española a la metrópoli, Juan Sánchez Ramírez, con la conspiración de los italianos, muy poco estudiada porque si existió, los sospechosos, casi todos extranjeros, fueron apresados y algunos sentenciados a muerte. El documento que contiene los pormenores del proceso fue publicado e  interrogados durante el juicio dos italianos, dos haitianos, un venezolano y un puertorriqueño. En las deposiciones, el venezolano afirma haber recibido proclamas y documentos de los independentistas de su país.

Fuera real o imaginaria la conspiración, esta revelaba el estado de ánimo de un sector de la población que no se sentía a gusto con la vuelta a España, ya que esta había entregado la parte este de la isla a Francia como una finca con el ganado adentro. La llamada conspiración de los italianos tal vez no fue tal, sino un deseo, un imaginario, un sueño, pero los historiadores le han pasado de lado, pues real o no, reveló las sospechas de Sánchez Ramírez en torno a Ciriaco Ramírez, quien con Hubert Franco no constituía un pensamiento de simple vuelta a España, sino tal vez ciertas negociaciones que estaban en curso para que Haití ayudara a independizar la parte este, pues el miedo perenne de aquella nación era que la esclavitud, reinstalada en la Española, fuera una cabeza de playa para invadir a Haití y volver esa nación a la esclavitud. España y Francia siempre representaron ese peligro para los líderes haitianos.

No es un azar que después de los rumores, los fusilamientos y la fritura en alquitrán de algunos imputados, una vez muerto Sánchez Ramírez rebrotara aquel deseo de independencia que para noviembre de 1821 canalizó el lugarteniente y sucesor del Brigadier, el licenciado Núñez de Cáceres, ante el abandono de la isla, el descontento de sus habitantes y la vuelta al terror con Fernando VII, luego de su desconocimiento de la Constitución de Cádiz, hecho a partir del cual se inició la década funesta para España (1823-33).

Si la Española no se había repuesto ni siquiera en 1821 de los estragos del siglo de miseria que fue el XVII, con mayor razón no podía encarnar el licenciado Núñez de Cáceres un proyecto independentista  y dejar intacta la esclavitud, pues carecía de base social y económica para lograr ese proyecto. La reacción de Haití a la acción de Núñez de Cáceres y su grupito de burócratas es el primer conato de la pequeña burguesía criolla de apoderarse del poder político para ejercerlo sin intermediarios. Liderados por Boyer y la fracción de los mulatos y comerciantes judíos que le apoyaban, Haití vio un peligro en el nuevo Estado que surgía dejando intacta la esclavitud.

En ese orden, el pequeño grupo de comerciantes del Cibao, apoyado por la mayoría de comandantes de esa región y de la frontera dieron marcha adelante al viejo proyecto de los partidarios de la unión con Haití. Los comerciantes judíos de la parte Este jugaron un papel en estas negociaciones y eso explica el apoyo a esa unión con Haití no solamente de ellos, sino de los intelectuales dominicanos de más viso,  los mismos que celebraron el gobierno francés de Ferrand unos veinte años atrás. El fantasma de una invasión a Haití desde el Este con su corolario del restablecimiento de la esclavitud, dinamizó todo el proyecto de Boyer y su grupo.

Algunos historiadores ponen por delante la excusa de la deuda con que Francia castigó a Haití para reconocerla como nación independiente, pero obvian el pánico haitiano al restablecimiento de la esclavitud y dejan de lado el hecho de que sin ser un régimen de terror, el apoyo de una sociedad a esa “invasión” o “unión” duró 22 largos años y solo hay que examinar los nombres de las “ilustres familias” que le dieron sustento, y es del seno de esos diputados o constituyentes dominicanos en el Congreso de Puerto Príncipe de donde surgirán las dos fuerzas más letales para el proyecto duartiano de Separación en 1844: Buenaventura Báez por una parte y Pedro Santana por la otra. Detrás de ambos, dos fuerzas sociales, los hateros, militares y terratenientes, ultraconservadores, hispanistas, católicos furibundos y dueños de la poca riqueza que el final del siglo XVIII pudo abonar a esta fracción de la pequeña burguesía alta. Del lado de Báez, las fuerzas sociales ligadas a las ciudades y campos y al pequeño comercio, ciegas ante el líder, pero  también entran al escenario del ágora política el cardumen de pirañas que atacará sin piedad el presupuesto nacional, desde esa época,  hasta convertirse en la hipertrofiada burocracia dominicana patrimonialista y clientelista que es hoy modelo de acumulación de riquezas con impunidad en el Caribe y América Latina.

El ideal de los trinitarios fue apenas una sombra, un lunar, en el mapa de la república fundada por ellos. Los paradigmas del éxito son en nuestro país, Santana, Báez y sus seguidores. Los trinitarios en el poder duraron de febrero al 9 de julio, día del golpe de Santana, y con muchas vicisitudes entre ellos, pues propiciaron el golpe de Estado para sacar a Bobadilla y los conservadores de la Junta Central Gubernativa. Produjeron el hecho calamitoso de la proclamación en el Cibao de Duarte como presidente y a este desbarajuste se suma la conducta posterior de Sánchez y Mella, como empleados o funcionarios de Santana y luego de Báez, pero en el caso de su colaboración con Santana el hecho es todavía más penoso, pues el hatero del Este les condenó a muerte y luego a destierro a perpetuidad y fusiló en 1845 a la tía de Sánchez, María Trinidad.

Duarte, después de este episodio, se esfuma en la selva del Orinoco y en los llanos de Apure, como perpetuo fugitivo que huye de una imaginaria persecución tenaz y resurge en Caracas casi al final de su vida para enterarse de la Anexión a España. La vida de da sorpresas/sorpresas te da la vida: Cuando ya eran los tres un olvido general, he aquí que la Anexión les redime: A Sánchez en el Cercado, a Mella en los montes como ideólogo de la guerra de guerrilla del machete y a degüello de los españoles y Duarte, como un fantasma salido de las tinieblas, viejo y encorvado, entrando por el Cibao, que viene a ofrecer sus servicios a la Patria aherrojada. Nadie le pone caso. Unos niños intrépidos de gloria que ni siquiera conocían al padre de la Patria le relegan de nuevo a Caracas  y le comisionan una tarea imposible: recabar dinero y armas para luchar a muerte en contra de la Anexión, prohijada por el mismo que fusiló a Sánchez y a parte de su familia, el mismo que les condenó a muerte y exilio.  En esta cultura “light” los tres que se salvaron en un tris del olvido de la historia no son hoy paradigmas para esta república de políticos frívolos.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas