CRÍTICA
¡El libro más grande!

CRÍTICA<BR>¡El libro más grande!

Se invita al diligente y apasionado lector a las mil y tantas páginas de El festín/(S) obras completas que ahora tiene a su alcance. Se ofrecen en este ejercicio y paladeo de la escritura las (s) obras de una obra mayor en progreso, una obra cuyos ingredientes antillanos y diaspóricos seducen nuestra degustación.

En una obra tan rica y barroquizantemente condimentada como la de Alexis Gómez Rosa, no sólo resaltan algunos de los signos vitales de la misma (la preocupación metapoética; el cuerpo como escritura; el lenguaje del cuerpo; y los bordes e intermitencias de lo cotidiano bastan aquí como ejemplos) sino que confirman lecturas, préstamos, alianzas y reacentuaciones de carácter estético-ideológico a lo largo de su quehacer poético. Pero siempre hay más, mucho más en la salsa de letras que se apodera de la página. Siempre habrá más en el hallazgo de la palabra que huye. Por ello, la escritura que importa es la que esta “sobra” sugiere.

A lo largo de este hermoso y abultado volumen, especie de suma poética de toda una vida, el poeta reafirma su ya legendario testamento de fe en el poder del lenguaje (esa lengua) para llevarle (y llevarnos) a concebir la materialidad de la existencia a través de sonidos, sílabas y palabras “Dominican style”.

Aún los títulos de los poemas exhiben sus máscaras ya que, en esencia, decir “Dominican style”, en este caso, para referirse a la obra de Gómez Rosa sería limitar los vectores y aciertos de su poética. No queremos, por otra parte, que el lector piense que la poesía de Gómez Rosa no tiene un fuerte arraigo dominicano. Por supuesto que lo tiene pero esta poesía vale y pesa más por sus fragmentos (dominicanos, caribeños, latinoamericanos, universales) que por su intencionalidad exegética de lo dominicano.

En este sentido, las (S) obras completas nos muestran tanto a un creador de indiscutible disciplina literaria como a un innovador desacralizante siempre en busca de los placeres del riesgo y de los riesgos del placer. Desde  un principio el poeta mostró una saludable  insatisfacción respecto al ambiente poético en que crecía (la llamada “Generación del ‘65”). Su lira, aunque orientada inicialmente por los maestros dominicanos que leyera en su juventud (Franklin Mieses Burgos, Freddy Gatón Arce y Domingo Moreno Jimenes, entre otros miembros de la Poesía Sorprendida y dos poetas vanguardistas que con su obra rompieron las fronteras nacionales para consagrarse a nivel internacional: Manuel del Cabral y Pedro Mir), fue articulando un registro distinto, marginal y contestatario en relación a la poesía dominicana en boga en las décadas del ’60 y del ’70.

Sin embargo, los orígenes de su distanciamiento radical respecto a los modos, cánones y paradigmas a los cuales se acomodaba y ajustaba la poesía dominicana de entonces puede verse a través de su experiencia diaspórica en la ciudad de Nueva York. Allí publica su primer libro en 1973: Oficio de post-muerte. En ese libro inaugural puede uno corroborar no sólo las lecturas que ya iban formando al esteta (Dante, Pound, Eliot, Vallejo, Roque Dalton, Tomás Hernández Franco y Manuel del Cabral, entre otros) sino los personajes y las direcciones histórico-ideológicas y culturales que marcaban su camino: la tumultuosa historia de su país; la efervescencia idealista-revolucionaria; la música de Víctor Jara y la de los grandes del jazz como Louis Armstrong, Duke Ellington y Charlie Parker; así como el diálogo que se establece con el mundo de las artes plásticas.

Pero dentro de los logros de Oficio de post-muerte, y son muchos, destaco el poder alegórico de  un poema como “Al caminar el lápiz desángrase la página”. Los temas de la historia, las guerras y la muerte –que son los pilares temáticos del libro- se fusionan aquí para darnos un temprano atisbo del oficio poético y temprana tentativa de poética de este artífice caribeño. El poema revela parte de lo que de ahí en adelante será motivo de constante y refinada factura en su obra. Como en Vallejo, hay aquí un fuerte compromiso con la historia de los oprimidos y, a la vez, no hay mayor compromiso que el de la poesía misma buscando su más auténtica y libertaria expresión.

El campo de polaridades semánticas e ideológicas en que poesía e historia se entrecruzan crea en la poesía de Alexis Gómez Rosa, como en la de Derek Walcott, un sujeto lírico obligado a re-conceptualizar y re-animar su propia historia como épica de fragmentos capaz de trascender los parámetros nacionalistas. Como en Walcott, su nacionalismo tiene un cariz de distanciamiento apasionado, de calibanismo estético-intelectual ante los Prósperos de las ideologías dominantes. Es hijo de su país; pero, al unísono, es hijo de nadie, o por la suma de esta dicotomía, hijo de una poesía en que los fragmentos del conjunto representan tanto el goce como el suplicio, tanto el festín como la carencia de los placeres del paisaje caribeño-diaspórico que, en corriente alterna, su lenguaje neobarroco-posmoderno oblicuamente despliega.

Ese despliegue oblicuo responde al carácter altamente experimental de su obra. A partir de libros como Pluróscopo (1977), High Quality, Ltd. (1985) y Contra la pluma la espuma (1990), el poeta empieza a trazar y configurar los elementos (de estilo, sintaxis y tropología) que harán de su obra una continua apuesta y lucha por alcanzar, sin temerle a los riesgos expresivos, un lenguaje elevado que revele consonancias y coincidencias con las múltiples voces de lo cotidiano.

Cuando el poeta se apropia de las fuentes teóricas del concretismo brasileño el ejercicio va más allá de la  mera imitación para convertirse en síntesis de la imagen, del concepto y del discurso dentro de una perspectiva caribeña. Ese poder de síntesis pica y se extiende a lo largo de su próximo libro, High Quality, Ltd. (1985/2004, 2da. edición). Cabe destacar que High Quality, Ltd. fue el primer libro de haikus publicado en la República Dominicana. A través de este libro de Gómez Rosa se conocen las grandes voces de la poesía japonesa como Basho, Issa, Shiki, Teitoku y Buson. El propio poeta le ha llamado a sus haikus, “escritura en libertad de movimiento”. Este tipo de liberación, forma de mudanza pensada, es un eje discursivo dentro de la obra de Gómez Rosa.

El poeta, a tono con las mudanzas que ha efectuado en la vida real, ha sabido darle a su obra una multiplicidad de giros expresivos y formales. El lector de su obra puede apreciar la destreza conque éste pasa del poema lírico al poema de largo aliento (pienso aquí en textos como La tregua de los mamíferos; Adagio cornuto; y Ferryboat de una noche invertebrada).

En otros poemas surgen las vivencias diaspóricas de este protagonista. Se encuentra en el “opio territorio” de una ciudad prestada: Nueva York.

En ese doble libro, en esa doble mirada comunicante, Opio territorio/Cabeza de alquiler, su voz se acerca más al angustioso retorcijón expresivo de un Vallejo que a la imaginería surrealista de un Lorca en Nueva York. En New York City en tránsito de pie quebrado Gómez Rosa motiva al lector de este libro a acercarse a Lorca vía Poeta en Nueva York. Sin embargo, como en Contra la pluma la espuma, el tono y los objetivos de lo observado en New York City en tránsito… se diferencian del distanciamiento lúcido de un Lorca. Mientras Lorca nos vislumbra por su conjunto de imágenes, Alexis es testigo estrella por las calles y avenidas de una muchedumbre de soledades.

En New York City en tránsito… hasta el amor y el deseo carnales tienen los días contados. Es, precisamente, el culto al amor (el amor loco o sublimado, el perdido o reencontrado,  el que erotiza o mortifica) uno de los temas que con mayor frecuencia aparece en la obra de Alexis Gómez Rosa. Y es que en Gómez Rosa pasión y poesía, bacanal y sacerdocio van deliciosamente de la mano. Como la palabra dispersa a lo amado, ni la cópula es capaz de conceder a los amantes la felicidad que ansían. Son, a fin de cuentas, las palabras las que perpetúan todo lo frágil y efímero de la relación amorosa.

Por último, para nuestro poeta la exuberancia expresiva de la cultura popular es otra forma, entre muchas, de sabiduría y virtud. Por ello, los poemas del  libro prueban una y otra vez que los objetivos de la experiencia poética no son vencer las pasiones sino hacer de ellas grandes construcciones verbales de indudable valor estético.  Al fin y al cabo, cada poema es una pieza del rompecabezas en que se va forjando y articulando el autorretrato del artista: esa continua épica en fragmentos que detesta el rígido ordenamiento racional del mundo pues esa preceptiva fascista atenta contra la dignidad de la poesía.

Le toca ahora al lector degustar esta rica y variadísima fusión de ingredientes  antillanos, diaspóricos y universales.

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