CRÍTICA
La otra cara del poemario

<STRONG>CRÍTICA<BR></STRONG>La otra cara del poemario

Este poema de Pedro José Gris, envés del Libro de los Saltos, nos remite a visiones, intuiciones y prefiguraciones de una realidad que coexiste con la otra, con la que asumimos como cierta al ser tocada por los sentidos humanos.

Imágenes de Babeles contemporáneas. Es la nueva morfología de las ciudades dispersadas por el suelo del mundo que se configuran como unos perfectos jeroglíficos. Visiones de las ciudades donde moran hombre y mujeres desesperados, detritus de las degeneraciones.

en mitad del corazón
el horror del universo
donde siempre es de noche
y los faroles
de estrellas esparcidas
en la ciudad sin dios
se apagan
de alguna manera se apagan

Este poema procede de una tradición que tiene asiento en el más acendrado romanticismo y que en el simbolismo encuentra mayores adeptos y sistematizaciones: se trata de la búsqueda de paraísos artificiales. En el romanticismo se procuró, ante el horror que provocaba el mundo cotidiano, aburrido, lineal, sin sorpresa, mundo real, otra dimensión de esa misma realidad. La huida, el escape se inició en el gabinete, en la lectura, luego se pasó al terreno; de ahí la participación de tantos escritores y artistas en combate, en conjura, en contienda donde la vida se ponía en juego. La huida de la realidad conlleva al conocimiento de la otra realidad en la que se mora por instantes. La búsqueda de otros ámbitos que suplanten a aquellos habituales, en la actualidad toma el carácter de realidad paralela: observemos a las personas en cualquier  mundo: un gran porcentaje de ella carga encima los dos mundos o, tal vez, anda el mundo entero que es uno, únicamente uno. Pedro José Gris, desde su naturaleza, desde su sensibilidad, en ese estado especial que le otorga la misma naturaleza que lo hizo persona, receptor es de las ideas e imágenes epocales y, desde esa individualidad única, escribe por los otros.

Soy un guerrero en la tierra
Tomo batalla en mi sueño
 pero al despertar quizás
sigo guiando mi automóvil
por la ciudad real
Necesitaré ver un rostro
iluminado en la tarde
Despedazadas
Un aura, una clave…
un muchacho andaluz

Un vigía del mundo. Despierto ante la caravana que pasa constantemente. Y horror debe experimentar ante tal deslumbramiento, al ser partícipe de un drama que viene con las primeras apariciones del hombre y la mujer en esta tierra que nunca ha dejado de ser una ilusión para el que nace.

Desde los poemas de “Las voces” hasta estos que se recogen en este libro, encontramos unos recursos estructurales y retóricos que marcan su pulso poético, su morfología bien propia. Veamos:

• El empleo de tres ángulos, que corresponde a iguales tiempos, en un mismo poema es un recurso estructural consustancial a este poeta. Ese empleo de los puntos de vista, le permite desplazarse por variados tiempos, pasado, presente y futuro, igualmente por múltiples espacios y diversos tiempos, y esto ocurre porque lo que poetiza, lo que se manifiesta en el verso, son visiones de la vida que transmutan siendo siempre igual. Y acontece porque el mundo, la materia que sustenta sus poemas, también tiene que tener un soporte estructural cercano y semejante al motivo, pues un pulso poético es una entidad integrada en todas sus partes.

• A pesar de los influjos clásicos de su primera juventud a consecuencia de fervorosas lecturas de los clásicos universales, que excluía por ratos a los contemporáneos, nuestro poeta se apodera de los recursos estructurales y retóricos propios de su tiempo: empleo del conjunto versal, en lugar de la estructura estrófica, empleo del verso libre, que alterna de larga extensión con versos cortos, empleo de la prosa poética. Por ello, sus poemas constituyen conjuntos orgánicos donde se alternan estos y otros recursos, imprimiéndole a la composición la flexibilidad característica del poema actual.

• El empleo de estos recursos estructurales, sobre todo los ángulos poéticos, acerca a los poemas al drama, a la escena. Hay en ellos un diálogo no explícito, pero que se admite en el silencio de su lectura, y más aún, un monólogo extendido que conduce a la existencia de ese diálogo del poeta consigo mismo que arrastra las voces y el pensamiento de los otros.

• El lenguaje que acude, predominante lírico, refleja una concisión cabal. Lo que está es lo necesario y justo. Conciliase en la línea, el verso, la materia y el decir en una conciencia profundamente poética.

• Las imágenes que procedentes de la aplicabilidad de los sentidos, del cruce de estos se vuelven sellos en estos poemas. El pensamiento se asienta en la imagen, de ahí lo fácil de alojar estas visiones en la memoria y el recuerdo vivo. El pensamiento es la imagen y, por tanto, descansa en el armazón fónico quien, a su vez, carga con los significados que provocan y convocan los carnales sentidos.

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