CRÍTICA
La República: nuevos temas oligárquicos

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LA ESCLAVITUD.  En un trabajo anterior afirmé que cuando Toussaint Louverture llegó a la parte española de la isla en enero de 1801 para tomar posesión, en nombre de Francia, de la totalidad de las dos colonias, la abolición de la esclavitud que proclamó automáticamente y de manera verbal al recibir las llaves de la ciudad, no tuvo efecto porque debió regresar precipitadamente a Haití a fin de llevar a cabo los preparativos para enfrentar la invasión de Leclerc, cuñado de Napoleón.

A Emilio Cordero Michel, acucioso historiador, agradezco el haberme llamado para corregir mi perspectiva y me ha remitido a un artículo suyo publicado en ‘Clío’ n.° 170 del año 2005 titulado precisamente “La primera abolición de la esclavitud en Santo Domingo, 1801”, donde señala que intentará “determinar la fecha exacta en la que, por primera vez, fue abolida la esclavitud en la colonia española de Santo Domingo.” (p. 103) Al historiador le parece importante el tema, “porque en República Dominicana no se conmemora esa fecha por desconocerse el día de 1801 en que el dirigente revolucionario haitiano Toussaint Louverture dio la libertad a los veinte y tantos mil esclavos que eran explotados en su territorio.” (Ibíd.)

El hecho de que no se celebre la primera abolición de la esclavitud en nuestro país por ser desconocida dicha fecha, me parece causa secundaria. La causa primaria es que para las clases gobernantes de la parte este, así como para sus intelectuales ancilares, tanto la llegada de Toussaint como la unión fraguada con Boyer después del fracaso de la independencia efímera de Núñez de Cáceres al mantener intacta la esclavitud, están inscritos en la cultura oral y en los libros de historia oficial como “invasiones” y esa ideología, y mito a la vez, perduran en el inconsciente de todas las clases sociales dominicanas que adolecen de conciencias política, nacional, de sujeto y  de clase.

En efecto, a esa noción de “invasiones haitianas” están todavía amarrados los libros de texto de “historia patria” y los trabajos de prominentes historiadores como Emilio Rodríguez Demorizi y su conocido libro “Invasiones haitianas”, cuya ideología y valores hispánicos reivindica frente al “salvajismo haitiano”. Los demás historiadores han continuado repitiendo entre libro y artículos, por inercia, ineptitud y flojera intelectual, este mito forjado por el no menos mítico gesto de Dominga Núñez y la “denigrante” historia de Gaspar de Arredondo y Pichardo donde cuenta que fue obligado a bailar con una negrita que formó parte de la servidumbre de su casa.

La prueba de que la llegada de Toussaint no fue invasión es que él vino investido de la autoridad que le fue otorgada en Haití por la Convención francesa para gobernar esa parte de la isla y en tal sentido, como la misma Convención había abolido en 1794 la esclavitud en Francia y sus territorios, y también en virtud de que la isla entera era propiedad de Francia según el Tratado de Basilea de 1795, Cordero Michel juzga que Toussaint, al tomar posesión de toda la isla, actuó con “genialidad (…) al considerar con sobradas razones, que para poder garantizar la libertad de los esclavos de la colonia de Saint-Domingue y la viabilidad del nacimiento de un Estado libre, independiente y soberano, no podía permitir la existencia en la Parte Oriental de una colonia que mantuviera la esclavitud y que pudiera servir de cabeza de playa para una agresión francesa.” (p. 105)

No se explica, salvo por un anacronismo y un apego al sistema esclavista de explotación de los terratenientes criollos y españoles, la resistencia que estos opusieron a la llegada de Toussaint, ya que España había traspasado, en virtud de un acuerdo entre potencias soberanas, la totalidad de la isla a Francia, es decir, de tierra, ganado y gente. Naturalmente, Cordero Michel narra el breve escarceo y la rápida derrota que Toussaint infligió a esa resistencia, encabezada por el gobernador Joaquín García Moreno y sus delegados José Sterling, Leonardo del Monte y Joaquín Gascue, quienes con esa acción desconocieron el Tratado de Basilea, pues los franceses solicitaron a España que gobernara la isla hasta que ellos pudieran encargarse de ella. Con esa idea es que viene Toussaint desde Haití, investido del poder de la Convención, pues la estructura de poder colonial de los españoles mantenía la esclavitud en un territorio francés donde había sido abolida. Ese es el peligro que otea la genialidad de Toussaint. El mantenimiento del poder colonial español en la parte este de la isla atentaba incluso en contra del poder francés reconocido en Basilea luego de la derrota española.

Esa es la realidad de que ocurrió, no los mitos que cuentan Antonio del Monte y Tejada, Gaspar de Arredondo y Pichardo, José Gabriel García (quien se basa en Thomas Madiou y su “Histoire d’Haïti”, t. II, 1923, pp.78-79), Máximo Coiscou Henríquez y Carlos Larrazábal Blanco. Moya Pons parece ser el único historiador que ha usado la palabra “unión” en su conocido “Manual de historia dominicana”, aunque su obra es tan amplia que habría que estudiar detenidamente si en algún lugar emplea la palabra invasión y conceptualiza como tal los hechos de Toussaint y Boyer.

En lo que no están de acuerdo los historiadores es en el día en que Toussaint decretó verbalmente abolida la esclavitud. Para Madiou fue el 27 de enero (7 Pluvioso)” de 1801. La información es reforzada por los dos calendarios y por la presencia de Madiou en todos los actos en que Toussaint participó. Pero pudo haberse equivocado. ¿Con qué autoridad contradice a Madiou otro historiador haitiano, quien no estuvo presente en dichos actos, de nombre Beaubrun Ardouin (“Études sur l’historire d’Haïti”: Chez, t. IV, 1958, p. 64), al señalar que fue el 27 de enero, y no el 26 como dice Madiou, que la abolición de la esclavitud se hizo dentro de la tradición oral y que no hubo documento escrito, sino que “cesó automáticamente cuando tomó posesión (de la parte española) el día 26 y las autoridades españolas la aceptaron.” ¿No resulta esta hipótesis más lógica?

Un hecho que minimizan los historiadores ancilares del poder es que fueron más de 20 mil los esclavos que libertó Toussaint aquel 26 ó 27 de enero de 1801, es decir, un tercio de la población total de la parte este de la isla, que ascendía a 60 mil habitantes. Y nos quieren hacer creer en sus fábulas, para escamotear la explotación de nuestros esclavos en el campo, el trabajo doméstico y la sexualidad, como le ocurrió a Teresa Méndez, hija de una esclava de Pablo Altagracia Báez, padre de Buenaventura Báez. Tales historiadores quieren hacernos creer que amos y esclavos eran iguales en el trato y que aquí nunca ha existido racismo.

Cordero Michel me señaló que la abolición de la esclavitud tuvo su efecto en Santo Domingo oriental y duró hasta la llegada de Ferrand como gobernador en  1804, quien instauró de nuevo la esclavitud por órdenes de Napoléon, quien para ese mismo año perdía la más rica colonial francesa de ultramar cuando Dessalines y sus bravos proclamaron, inspirados en la obra de Toussaint, la independencia de Haití. El efecto en Santo Domingo oriental fue la abolición de la esclavitud, para siempre, con el gobierno de la unión presidido por Boyer.

Pablo Alí, Santiago Basora y los Puello estuvieron al frente de esta lucha y ella fue consignada en la primera Constitución de 1844 que expresamente declara abolida toda forma de esclavitud en el país. Sin el fusil de ellos no podía haber república el 27 de febrero.

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