El fin de la guerra fría, el surgimiento de las ideas neoliberales y la globalización, colocaron en un limbo ideológico a muchas agrupaciones y personas pensantes, luchadoras y conscientes de que países como el nuestro con tantas debilidades sociales, económicas como institucionales necesitan cambios estructurales, al extremo de que en sus discursos ya no hay diferenciación entre derechistas o izquierdistas, liberales o conservadores, progresistas o atrasados
Muchas de las críticas y pronunciamientos que con los mejores deseos hacen quienes deberían propugnar por cambios estructurales, ya no tienen contenido social. No hay diferenciación. Bien lo pueden hacer los de pensamientos progresistas o atrasados, derechistas o conservadores, porque ninguno cuestiona en esencia las estructuras sociales y económicas. Todos se han convertido en opositores o defensores de los gobiernos, pero sin tocar ni con el pétalo de una rosa a quienes en realidad son los responsables de la situación de pobreza, dependencia y atraso económico, social y hasta político: El Status Quo.
Ser opositor pasivo o enérgico, crítico o sutil no hace a nadie de derecha o izquierda ni separa a los conservadores de los liberales. Los unos y los otros en ocasiones adoptan las mismas formas de hacer críticas y oposición. Sea en Centroamérica, en Suramérica o en el Caribe.
Las movilizaciones de grupos sociales no han sido ni son exclusividad de los grupos más avanzados o revolucionarios, pues en ocasiones los atrasados o derechistas, con poder económico, mediático y grupos políticos que actúan de acuerdo a sus conveniencias, han sido más beligerantes e incluso mucho más efectivos como opositores en innúmeras ocasiones. Ejemplos los hay de sobra. La lucha contra las cosas puntuales: Corrupción, concentración de poder, inseguridad ciudadana, en favor de la educación, etc., no definen derechistas o izquierdistas, avanzados o atrasados.
Por eso, si dirigentes y grupos políticos que se dicen diferentes a los tradicionales quieren realmente diferenciarse, deben hacer planteamientos que sacudan las conciencias de los ciudadanos y les lleven mensajes convincentes, pues aquí todo el mundo habla de lo mismo. Los ejemplos los tuvimos en las recién pasadas elecciones en las que no hubo nada nuevo, todos coincidieron en lo mismo, solo que unos criticaban y otros defendían, pero sin tocar a los que en realidad tienen el control del poder real.
Y aunque algunos dicen que ya no hay que hablar de derecha, mientras existan los llamados grupos de izquierda, existirá la contraparte, sea revestida con lustres atractivos y con lenguajes a tono con los tiempos, pero autodefinidas como tal por quienes se supone propugnan por la necesidad de cambios profundos, sin embargo confunden a mucha gente que quisieran creer en ellos y acompañarlos en su lucha.
Ser opositor de un gobierno no hace a nadie de derecha o de izquierda, pues honestos o corruptos, avanzados o atrasados, los hay en todas partes. Se requieren planteamientos que cuestionen la médula del sistema: El establishment. Mientras tanto, la gente continuará trillando los caminos tradicionales.