Decir que Alexis Gómez es el poeta más destacado de su grupo, es un aseveración cierta. Afirmar que Gómez es tributario de la corriente de la poesía pura, esteticista que abriera Franklin Mieses Burgos con La Poesía sorprendida en la década del cuarenta, ubica al autor dentro de las tendencias que la historia de la literatura impuso en el siglo XX. Decir que Alexis es un neovanguardista y que esa postura, entre la ruptura y la experimentación, es dominante en la poesía dominicana más cercana, también es cierto. Pero caben otras afirmaciones no poco más certeras; su poesía no es exclusivamente dominicana, ni dominicanista en su decir. Lejos está de Domingo Moreno Jimenes y de los poetas del 48, tampoco es un poeta de la diáspora, aunque ha sido un peregrino del espacio y del tiempo. No es un poeta finisecular, ni son la filosofía y el desencanto generacional su divisa.
Todas las formas de clasificar y estudiar la poesía pueden ser insuficientes para configurar la poética de Alexis Gómez Rosa. Y digo esto porque es un poeta que vengo leyendo desde que era un experimentalista imbuido por las teorías del Pluralismo de Manuel Rueda. Ese alarde de novedad y ruptura de la última vanguardia dominicana, quedó atrás. Alexis Gómez Rosa es sencillamente un poeta. Creo que el poeta por antonomasia. En la vida, en la práctica y en el reconocimiento. No hay nada más que examinar su poesía. Alexis Gómez Rosa es poeta a secas.
La palabra poesía cobra en sus versos un sentido original. Es decir, que sus textos nos llevan a encontrar un sentido del hecho poético. Es un retorno a la palabra, como un pasaje de ida. Volver a la palabra como magia, metáfora, presencia, ausencia y fundación del Ser. En la poesía de este poeta (no, perdón, quiero decir, del Poeta) poiesis es algo que se inaugura, que comienza, que nace. No es una tecné, no es la repetición, ni lo observado que pasa por la mímesis. Es la instalación de lo nuevo en el mundo. La poesía aparece como furor de la creación. Y nos sorprende (como a los sorprendidos), dejando su dimensión histórica. La poesía como en Paul Valéry es pureza de las formas, de metáfora, del símbolo, de lo que llamaba Carlos Bousoño el irracionalismo poético. Un irracionalismo que viene con la metáfora como forma que borrar la ausencia con la presencia; con lo que instaura como algo nuevo que queda.
Podríamos remitirnos, entonces a un viaje y a un regreso. Como desde el espacio de Ilión al cosmos de Odiseo. Entre la guerra y el regreso. Como metáforas nodales de una trayectoria semantizada en el poema. No es, cabe explicar, Alexis Gómez Rosa el poeta de la diáspora. No existe en su discurso la nostalgia del expatriado, ni el llanto del infortunado, ni los ecos del que dejó atrás su lar nativo. Aunque Nueva York esté en un tránsito quebrado en su poesía. Alexis Gómez Rosa no es el poeta dominicano de Nueva York, eso sería afirmación biográfica e insustancial. El verdadero viaje del poeta es hacia la poesía. Es la distancia que se instaura entre su lar y un mar de palabras. Su ir no es más que un retorno a lo esencial del Ser que la poesía funda.
No creo que tan siquiera podríamos aseverar que su poética explore el inconsciente como un dechado nietzscheano en lucha con su propia interioridad. Alexis Gómez Rosa no es un poeta del adentro, ni tampoco del afuera. Parecería que no hay formas de estar y no estar en una de estas dos polaridades. Es un poeta del Ser. De la revelación del Ser que se inaugura por la palabra. Llegado a este punto, creo, desmañadamente, haber expuesto lo que he pensado de la poesía de Gómez Rosa hasta la lectura de su último libro Ferry boat de una noche invertebrada (Editorial gente, 2009).
Este texto es distinto a la escritura aunque no del todo sorprendente. Lo nuevo aquí es un ritmo creado por el sentido que la voz inaugura y que no cesa un solo instante. Es un viaje y un regreso; es el viaje del poeta por los senderos del amor, de la poesía, de las metáforas, de la lengua como sustanciación de las imágenes, como conformación de un sentido que se revela en las acciones humanas. Hay una voz no declarada, lírica, que ama y una destinataria que recibe la libido que comunica deseos, encuentros, miradas. Es la posesión del Otro como realización en él Mismo. Dos que se hacen uno que buscan romper distancias, diferencias y soledades.
Si este acto de amar, de querer, de borrar las distancias, es universalmente humano, el ferry es un pretexto del espacio. Algo nuevo en Alexis Gómez Rosa, porque su poesía anterior era la eliminación del referente. O la plasmación de un referente desconcertante para todo aquel que no viera más allá de la poesía. Él hizo de la poesía el sentido. No hay en la mayoría de sus libros (me atrevo a apostar) una política de la referencialidad. En su escritura, el afuera no existe. Pero juega, en este texto, entre lo interior y lo exterior. El amor y viaje que, poco a poco, se convierte en un retorno a la Ciudad. Pero bueno, volvamos al principio. La voz deseada y la deseante encuentran un espacio. Como diría Bachelard, un espacio donde la intuición poética funda lo nuevo.
La novedad del ser solo puede ser apreciada como sorpresa, ese es su apasionado destino de ser. Sorprendernos. Dejarnos a la deriva entre el mundo de las cosas sabidas, aprendidas, percibidas, y el nuevo saber lo que es. Es decir, lo presente como creación, como poiesis. No es esta una novedad cruzada por el sentido de la moda. No es lo nuevo llevado al extremo de la celebración. Es la fiesta de lo distinto, como arte, como belleza (Gadamer). La cupidita no es menos que una fuerza, una energía que acelera el sentido, que le da coherencia al ritmo. Pero es la tención de lo humano como deseo que lo incita a ser metáfora: presencia y ausencia del Ser como realización del deseo, del amor. Como expresión del querer que se quiere realizar en la unión del Uno con la diversidad. Es un juego, en fin, en que se busca borrar la diferencia.
Las voces pasan por distintas etapas en la que la metáfora marca un conjunto de instantes. La memoria guarda el pasado y lo hace presente. Si el presente que se ve, que surge como relato, narración de las voces en el tiempo, es constante, entonces, la voz del poeta se desliga de la voz lírica y nos cuenta, lo que acaece, como presente; como realización del hic et nunc, aquí y el ahora.
Porque ese es justamente el viaje. Un fluir de instantes, un tiempo que se cifra en la narración que establece la tensión y le da ritmo y sentido al texto. La dimensión espacio-tiempo es la única en la que existen los personajes como actores dentro del poema. Y en ellos el deseo, y fuera de ellos, el ferryboat, que sigue poniendo entonces sus agites en un tiempo marcado por el viaje.
Como expresión de la presencia y la ausencia del uno y lo otro, el narrador no puede configurar las acciones sino es en el fluir frenético del tiempo. Pero tal como si fuera un cuadro (la selección de un puñado de metáforas en un plano recortado) el texto solo está limitado por el soporte representativo del libro. Está limitado en la cantidad de páginas en una configuración que tiene un inicio y un final. Pero en la historia misma, la poesía no tiene ni principio ni final. Ella es su propia referencialidad, tiende hacia sí misma, crea su propio mundo. Los referentes son paralelos, caminan al lado del sentido de la obra; es ella su propio sentido. Esa estrategia de borrar el referente, es, sin lugar a dudas, la política del texto que orienta la poética de Alexis Gómez Rosa. Para explicar este extremo puede ayudarnos la historia. Pertenece Alexis Gómez Rosa a una generación poética cuyos miembros escribieron como epígonos de dos poéticas: la comprometida de los independientes del cuarenta y la esteticista de la Poesía Sorprendida. Entre el compromiso de la poesía del sesenta y el experimentalismo neovanguardista del Pluralismo de Manuel Rueda. Es su obra, sobre todo, una textualidad que funciona como alegato sobre la creación y la palabra.
Por lo dicho anteriormente, es muy difícil encajar la poesía de Alexis Gómez Rosa.
Leer la poesía del Poeta es tamaña tarea. Creo que algún día (como pasará con Yelidá de Hernández Franco), un día cualquiera, alguien escribirá la historia de un poeta llamado Alexis Gómez Rosa.