Crónica de un rebote forense

Crónica de un rebote forense

No por mucho madrugar amanece más temprano reza el dicho popular. Ese refrán debería estar permanentemente sembrado en la mente del investigador. El hombre y la mujer de ciencia deben saber que cuando se investiga, primero se recogen los materiales que se van a analizar, luego de obtenidos los resultados se extraen las conclusiones, y al final se escribe el informe.

Pretender dar un palo de primicia noticiosa a través de conjeturas, sin haber llenado todos los pasos del proceso, suele resultar peligroso y dañino en el campo de las ciencias forenses.

Esta reflexión la hacemos a raíz de un hecho trágico y lamentable en el que perdió la vida una joven madre que se desempeñaba como fiscal adjunta.

Es costumbre nuestra revisar todas las noches, los siete días de la semana, cada una de las necropsias que se realizan en el Instituto Nacional de Patología Forense. Un lunes mientras esperábamos los casos del día, éramos informado por el director de Patología Forense a eso de las seis y cuarenta de la tarde que el mismo se dirigía a la Fiscalía para participar en una rueda de prensa a la que había sido convocado por los magistrados procuradores fiscales del Distrito Nacional y de la Provincia de Santo Domingo, respectivamente. Allí se darían los pormenores del caso de la ayudante de fiscal fallecida.

Sorprendido le pregunté al director si llevaba en sus manos el informe del experticio médico legal. Me respondió negativamente, lo cual me llamó la atención, puesto que el perito forense siempre habla a través de un informe escrito.

Al analizar cada una de las imágenes recogidas durante el experticio de la occisa, pude notar que la única herida que tenía el cuerpo era por disparo de arma de fuego, lesión ubicada en la espalda por debajo del hombro derecho y a nivel del séptimo espacio intercostal.

Era un orificio muy grande e irregular con una orla o raspado alrededor, pero sin ennegrecimiento ni tatuaje.

Ello indicaba que se trataba de un orificio de entrada de una bala disparada a distancia que previamente había hecho impacto en una superficie sólida antes de tocar la ropa y el cuerpo de la víctima. Es lo que en Patología Forense se denomina un impacto secundario o balazo de rebote.

El martes tempranito llamé al fiscal de la Provincia de Santo Domingo y le comuniqué que la herida de la fallecida era por una bala que rebotó en una superficie sólida antes de herir mortalmente a la hoy fenecida.

Me apersoné a la Fiscalía del Distrito Nacional y por intermedio de una gentil secretaria logré hablar con el magistrado, a quien también notifiqué de la interpretación de los hallazgos de autopsia. Convenimos en encontrarnos en la Funeraria Blandino a las nueve de la mañana de ese martes. Allí hube de esperarle de manera infructuosa. Lo próximo que supimos fue que un suboficial de la policía guardaría tres meses de cárcel preventiva acusado de dar muerte por razones pasionales a la joven abogada.

De nada valió la evidencia forense de un balazo de rebote. Había una muerta, tenían un hombre preso y colorín colorado este cuento está acabado.

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