Crónicas del ser
La “ejecución civil” de Nikolai Chernishevski

<STRONG>Crónicas del ser<BR></STRONG> La “ejecución civil” de Nikolai Chernishevski

El día 19 de mayo de 1864, se llevó a cabo la “ejecución civil” de Chernishevski. Este acto público, previo a la ejecución de la pena a la que había sido condenado, quería representar la muerte simbólica del condenado como ciudadano.

La brutal ceremonia buscaba pulverizar en la comunidad y en la conciencia del prisionero, su sentido de pertenencia a una colectividad y, al mismo tiempo, intentaba destruir los restos de todo sentido de dignidad que lo acomunara con los demás seres humanos.

La convicción de pertenecer a la propia comunidad, el condenado intentaba, psicológicamente, de mantenerla siempre viva, mientras que el poder buscaba erradicarla, debilitarla o oscurecerla. Para lograrlo se trataba al prisionero como a una bestia feroz incapacitada de relacionarse o convivir con seres humanos pacíficos.

El origen de esta cruel ceremonia era medieval, y en el caso de Chernihevski, la descripción minuciosa de lo acontecido fue elaborada por una persona de nombre, F. Frei, quien viene citado ampliamente, tanto por Franco Ventura, como por otros estudiosos de la obra de Chernishevski, como es el caso de Marco Natalizi, en su libro “El caso Chernishevski”.

Se relata que el lugar señalado para realizar la ceremonia, una plaza pública de San Petersburgo, poco a poco “se fue llenando de gente de todo género; había personas vestidas con uniformes de generales y otras estaban uniformadas como burócratas o como estudiantes; también habían señoras elegantes que llegaban a la plaza tanto a pie como en carrozas, y había mujeres y hombres del pueblo con apariencia de campesinos”.

“Al poco tiempo llegó un carruaje custodiado por gendarmes, y enseguida la masa lo rodeó. Los gendarmes gritaron “¡Atrás!”, y la muchedumbre retrocedió. Tres hombres pasaron entre la fila que pudieron abrir los agentes, eran Chernishevski y sus dos verdugos. Un policía subió primero al cadalso que se había levantado en el centro del lugar y que se distinguía por tener como eje una columna negra con cadenas, y abajo estaba rodeado de gendarmes, policías y soldados, para mantener a la gente atrás”.

Enseguida, continúa su relato Frei, “se subió al cadalso al condenado con los dos verdugos a su lado. Uno de ellos le quitó la capucha que llevaba en la cabeza y se pudo leer el letrero llevaba colgado: «Criminal de Estado». Inmediatamente, se reclamó a la masa silencio y se comenzó a leer la sentencia con la condena, lo que duró alrededor de 15 minutos.

Sin embargo, “nadie pudo escuchar nada, y el propio Chernishevski que ya la conocía, no le prestaba ninguna atención. Buscaba con la mirada a alguien, y en dos o tres ocasiones hizo un gesto con la cabeza. A continuación el condenado fue puesto de rodillas, se le rompió una espada sobre la cabeza y se le colocaron los cepos y las cadenas que estaban sujeta a la columna. En ese momento comenzó a caer un aguacero torrencial y uno de los verdugos colocó al condenado otra vez la capucha, gesto que el prisionero agradeció, y a continuación puso las manos una sobre otra, y así permaneció hasta el final, mientras en la plaza reinaba un silencio sepulcral”.

Cuando la ceremonia hubo terminado y el condenado fue descendido y colocado de nuevo en la carruaje, la gente se abalanzo sobre éste lanzándole flores y comenzó a corear por algún tiempo: “¡Adios, Chernishevski!”.

Cuando la carroza pudo ponerse en marcha, la muchedumbre ya se dispersaba, mientras que “algunos seguían a corsa o en carrozas de alquiler el carruaje del prisionero y le acompañaron por un trecho en el largo viaje que ahora emprendía, camino a cumplir su condena en Siberia”. Llegaría dos meses después, extenuado físicamente, pero con la moral en alto, celoso de defender a toda costa su dignidad humana.

Días después de la ceremonia, como es obvio, dado el clima de rebeldía existente entre la juventud y en los grupos radicalizados de la Inteligentsia, sus escritos se difundieron ampliamente y el personaje se transformó, en símbolo y bandera, en héroe y ejemplo a seguir, sea como modelo de investigador semejante a un moderno Aristóteles, sea como un paradigma de luchador por la justicia.

Desde el gobierno, por su parte, se intensificó el intento de cancelar la influencia y el legado del joven filósofo. Se decretó la confiscación y destrucción de todos sus escritos y se prohibió bajo amenazas de severas penas, la publicación de sus obras. Éstas, no obstante, se difundirían a través de copias manuscritas primero, y en un segundo momento, se realizarían múltiples ediciones clandestinas.

En los años que siguieron, los escritos de Chernishevski sirvieron a muchos jóvenes que buscaban orientación y nuevas posibilidades para enrumbar por caminos nuevos el destino del pueblo ruso.

En ese tiempo, sus escritos más leídos y discutidos fueron: «Crítica a los prejuicios filosóficos», «El principio antropológico en filosofía» y la novela «¿Qué hacer?», que llegó a considerarse como un prontuario para ayudar a los jóvenes a llevar una vida coherente con la necesidad de realizar, en la propia existencia, las ideas radicales que defendían.

Sólo en los albores del siglo XX, después de la revolución de 1905, el gobierno zarista permitió realizar una edición crítica de sus obras, que fue curada por su hijo, abarcó 11 volúmenes y circuló principalmente en los círculos científicos.

En síntesis

Se relata la ceremonia de la “ejecución civil” de Chernishevki. Con este acto se inicia su viaje hacía Siberia, donde debe cumplir su condena de catorce años de trabajos forzados. Al término de la sentencia, se le mantiene preso por algunos años más porque se le consideraba el cabecilla de los jóvenes intelectuales radicales.

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