Crónicas del ser
Chernishevski en los inicios década 1850

<STRONG>Crónicas del ser<BR></STRONG>Chernishevski en los inicios década 1850

Hace algunas semanas dejamos a Nikolai Chernishevski a inicios de 1850, cuando llegaba a Petersburgo para continuar sus estudios en la universidad. Es en ese momento que Chernishevski encuentra el libro “La esencia del cristianismo”, de Ludwig Feuerbach. Contra las ideas contenidas en la obra, el joven ruso lucha aguerridamente en su conciencia, empero, al final, en los dos años siguientes, termina por rendirse a la argumentación de Feuerbach y abandona el cristianismo.

Después de reflexionar sobre el libro escribe en su diario: “En lo concerniente a la religión no sé que decir. En este momento no estoy seguro de si estoy convencido de la existencia de Dios, de la inmortalidad del alma y de todo lo que se deriva de esto. En teoría, me inclinaría más por no creer; empero, en lo personal me siento inseguro, sin una convicción firme y sin la voluntad necesaria para romper con la visión tradicional en que he sido educado.

Si fuese valiente en la negación, sería un seguidor de Feuerbach.” ara explicar lo que encuentra Chernishevski en Feuerbach, nos desviamos del hilo conductor, para dar al lector una idea del pensamiento del filósofo de Núremberg. Ahora retomo lo que relataba sobre la formación del pensador ruso.

Nikolai Chernishevski, en mayo de 1853, regresa a San Petersburgo desde su pueblo natal, Saratov. Había viajado para preparar el trabajo de grado y aprovecha para impartir docencia en las escuelas del lugar. Allí se casa y constata que el medio provinciano le resulta demasiado estrecho.

Los siguientes meses en Petersburgo son durísimos. Tiene que luchar incansablemente para ganarse la vida para poder mantener a su nueva familia, mientras continúa el trabajo en su disertación académica. En 1854 consigue un puesto como profesor de la escuela del Segundo Cuerpo de Cadetes y comienza a colaborar en dos de las principales revistas del tiempo: “Anales de la patria” y “El contemporáneo”. Sin embargo, en 1855, el director de la primera revista, A. A. Kraevskij, le impone  decantarse por una de las dos, y Nikolai opta por la segunda, esto es, por la legendaria “Sovremennik” –El contemporáneo-, que había sido el periódico en que habían escrito Belinski y Herzen, dos figuras que considera como los ideólogos de la generación anterior a la suya.

Para poder valorar con propiedad el trabajo de Chernishevski en los años cincuenta del siglo XIX, y aquilatar su labor como publicista, hay que tener una idea de lo que llega a significar, en esa década y en la siguiente, el aporte que hace la revista “El contemporáneo” a la cultura y al desarrollo de la vida social de Rusia.

“Sovremennik” fue fundada en 1836, por Pushkin (1799-1837); surge como una empresa familiar que habría de ayudarle a sostener su familia. Pero la revista sobrevive a su fundador y se publica hasta el 1866. Su permanencia, durante treinta años, constituye un hito para la Rusia de aquellos años, un país sin instituciones. La publicación se transforma así, en un índice de estabilidad y continuidad de la vida cultural rusa durante aquellos años.

En un primer período, que abarca desde 1837 hasta 1843, se publican cuatro números en el año. Posteriormente, hasta el cierre definitivo, la frecuencia de aparición se hace mensual. La temática que aborda es de tipo general y cubre desde la poesía y la prosa creativa, hasta el ensayo, la crítica literaria, la historia, el folclore y la etnografía, además de estar abierta a cualquier otro asunto de interés general.

Cuando se produce la trágica muerte de Pushkin, debida a heridas causadas en un duelo, asume la dirección su íntimo amigo, Peter A. Pletnyov (1792-1866), a quien el poeta había dedicado el poema “Eugene Onegin”. El sucesor de Pushkin es un poeta menor, que ejerce como crítico literario, es decano en la universidad de Petersburgo y miembro de la Academia de Ciencias.

Pletnyov dirige la revista por diez años, en los que la publicación alcanza renombre nacional y suma al cuerpo de colaboradores muchas de las nuevas personalidades de la cultura rusa del momento, tales como: Zhukovsky, Lérmontov, Gógol, Belinski, Herzen, Nekrasov, Turguéniev y Dostoievski. La revista pasa, en 1847, a manos del poeta, Nikolai A. Nekrasov (1821-1877), quien llama a su amigo, el profesor de literatura y crítico literario, Iván Panaiev, para que colabore con él en la dirección.

Nekrasov, como creador, escribe poemas que llegan a ser muy populares. Su registro poético se revela en refinados y poderosos versos, dotados de una acrisolada pulcritud, de una armoniosa musicalidad y de un recio lirismo que espacia desde la poesía lírica e intimista a la de carácter cívico y social.

Como período áureo de la revista se suele considerar el que abarca el decenio de 1852 a 1862. En ese tiempo ejercen como copropietarios y colaboradores, Iván Goncharov, Iván Turguéniev, León Tolstoi, Dmitri Grigorovich, Alexander Druzhinin y Alexander Ostrovsky. Es en este período en que ingresa a la revista, Chernishevski. En ese momento, el crítico literario de la publicación es Aleksandr Druzhinin, quien tiene ideas muy conservadoras y defiende inflexiblemente el valor absoluto de la concepción del arte por el arte, es decir, pretende que la única función del arte sea producir goce estético en la persona que lo experimenta, sin importar la trascendencia que pueda tener la obra para el desarrollo de la vida social.

Chernishevski inicia su labor de publicista en el ámbito de la valoración literaria -la única instancia crítica permitida- y lo hace con un elevado tono polémico; ataca, en efecto, con suma agresividad la visión de Druzhinin y de Turguéniev, que interpretan el fenómeno artístico en función de su aporte estético individual.

Este exordio resulta explosivo entre los colaboradores-accionistas de la revista, que inmediatamente protestan y amenazan a la dirección con que abandonarían la revista si no se exige cambiar el tono de sus escritos al joven Chernishévski. Turguéniev sostiene que las tesis de Chernishevski son “estúpidas” y señala que la forma de expresarse del crítico es “falsa e injuriosa”. Mientras que Druzhinin formula un ultimátum: o él o el joven pensador.

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