Crónicas del ser
Ideas básicas para una crítica de la ética

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Chernishevski concibe que la sustancialidad del mundo -el Ser o la esencia de éste- radica en una consistencia de carácter monista, esto es, que se origina, evoluciona y se transforma mediante el cambio, la disolución y recomposición de una sola sustancia, la materia.

En este sentido, Chernishevski se sitúa en las cercanías de la visión panteísta esbozada por el filósofo hebreo de origen lusitano, Baruch de Spinoza (1632-1677), quien es el primer pensador judío que se integra en el discurso filosófico europeo de la modernidad.

Spinoza elabora una ambiciosa formulación sistemática de la filosofía en un libro que titula, “Ética”, que está escrito según el método geométrico; es decir, plantea y deduce las consecuencias de los axiomas sobre los que se sustenta su pensamiento -que trata de explicar el ser del mundo- en forma de teoremas. En ésta obra hace una defensa cerrada de un panteísmo que identifica a la naturaleza con Dios, por lo que fue acusado de materialista y ateo, y se le expulsa de la sinagoga por abjurar de los principios de la ortodoxia judía.

Sin embargo, el pensador ruso rechaza del pensamiento de Spinoza la estructuración sistemática del discurso en un orden escolástico-geométrico e, igualmente, rechaza la terminología cartesiana que éste utiliza. Permanece relacionado a las ideas del autor de la “Ética”, sosteniéndose únicamente en una interpretación libre y genérica de la noción de uno-todo que caracteriza la naturaleza en el orbe spinoziano.

Para el pensador judío, en efecto, Dios es la Naturaleza y la Naturaleza es el Todo. Éste constituye como una sola sustancia, como una sola realidad de la que las cosas o entes no son sino partes, elementos estructurales o inmanentes, del Todo.

Para Spinoza, todos los atributos de la sustancia, Dios-Naturaleza, se identifican entre sí, de suerte que su pensamiento puede esquivar los problemas que surgen con el dualismo cartesiano, que postula la existencia de dos sustancias, pensamiento (res cogitans) y espacialidad (res extensa). En razón de la solución monista que elabora el pensador judío no tiene sentido cuestionarse cómo es que actúan las cosas sobre la mente y viceversa.

En efecto, si hay una sola sustancia, sus atributos, es decir, sus cualidades esenciales, aunque sean infinitos, resultan en definitiva, un sólo atributo (puesto que proceden y se dicen del mismo substrato). Así, a cada cosa le corresponde una idea y esa idea es su «alma», por lo cual, cada ser estaría animado en un grado diferente. El orden de las ideas, entonces, viene a reflejar el orden de las cosas. Ésta estructuración constituiría, además, un orden necesario.

Para Spinoza la necesidad dirige todo lo que sucede en la Naturaleza y es por esto que la realidad del mundo, la naturaleza o Dios, puede ser expuesta mediante un método geométrico. Sin embargo, debe precisarse que esta «necesidad» no implica una «finalidad». Spinoza considera que  hay causas eficientes, es decir, hay una precisa causalidad que rige el universo, más no considera la necesidad de una causa final, es decir, niega que las cosas actúen u obren en función de un fin último, con el ímpetu o la dirección de alcanzar algo.

Para este pensador sólo se puede constatar que las cosas acontecen, mas no cree que se pueda sostener que acontezcan con vista a un fin, para algo, pues, para él y su sistema, esto no es más que un juego de la imaginación, pura proyección de la fantasía.

Otra diferencia importante de esta filosofía con la escolástica, es que la sustancia venía concebida por ésta como un «substrato inerte», mientras que, para Spinoza, al interpretarla como proceso causal, es decir, como una tensión que busca pasar de un punto “a” hacia una dirección “b”, la concibe como fuerza.

Descartes había concebido las sustancias finitas como condenadas a un perpetuo reposo, y había explicado su actividad deduciendo que el mundo de la extensión necesitaba que Dios lo pusiera en movimiento, al tiempo que el pensamiento necesitaría del concurso de la voluntad. Lo que Spinoza realiza en su sistema es dotar de dinamismo el esquema cartesiano, de modo tal que identifica la extensión con el movimiento y el pensamiento con el acto de pensar.

De esta forma, la sustancia, Dios o Naturaleza, es activa y creadora. El atributo es el sentido que expresa la esencia de la sustancia para el pensamiento y de esta suerte es que se generan ideas encadenadas entre sí, que al final sintetizan la única idea de Dios.

Como señalaba más arriba, Chernishevski asume el pensamiento de Spinoza de manera genérica  y prescinde del aparato metodológico geométrico en que el pensador judío plantea sus ideas. No obstante esto, la importancia que otorga el filósofo ruso al pensador hebreo en el contexto de la historia de las ideas es central. Estima, en efecto, que la crítica a la metafísica que elabora Spinoza es fundamental en cuanto “ha liberado a la humanidad de una filosofía que desprecia la naturaleza concreta del ser humano y la ha encausado por caminos que la conducen ha proyectar un efectivo progreso de la libertad”.

En verdad, el rasgo característico del pensamiento ético-filosófico chernishevskiano es, por un lado, su lucha contra el espiritualismo y el idealismo; mientras que, por otra parte, busca mostrar los límites y las contradicciones del materialismo mecanicista en boga en los siglos XVII y XVIII, que se revela en la segunda mitad del siglo XIX, como una corriente de pensamiento totalmente superada, como un callejón sin salida.

Además de la influencia de Feuerbach y del pensador hebreo, otra gran influencia sobre la filosofía de Chernishevski la ejerce el filósofo y médico alemán, Ludwig Büchner(1824-1899), quien junto con el químico Jacob Moleschott y el biólogo Carl Vogt, fueron las figuras más significativas del materialismo monista de la segunda mitad del siglo XIX. Sus libros conocieron una amplia difusión popular en toda Europa hasta bien entrado el siglo XX, sobre todo, el de Büchner, titulado, “Fuerza y materia”. Recordemos que Bazárov, el nihilista de la novela de Iván Turguéniev, “Padres e hijos”, cita esta obra como el libro de estudio aconsejado a quien desee dar el salto ideológico hacía la modernidad.

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