Chernishevski estima, en 1857, que la propiedad comunitaria de la tierra es la mejor garantía, la condición necesaria para asegurar el bienestar de la clase campesina.
Lo que defiende el pensador en la comunidad campesina rusa es la posibilidad que le atribuye de transformarse en el embrión de un más alto nivel de desarrollo económico-social. La obschina es la institución que permitirá la introducción del cooperativismo en el campo ruso, pues el filósofo está convencido de que su país ha entrado definitivamente en la fase de la industrialización.
Chernishevski, considera que el fortalecimiento de la comunidad rural en Rusia le permitirá profundizar y superar creativamente la experiencia occidental, al pasar directamente a construir formas económico-sociales de tipo colectivistas, que le posibilitarían superar los elementos negativos de la vía occidental al capitalismo, centrada en el desarrollo de medios de producción privados con una orientación individualista, burguesa e ideológicamente, marcada por el liberalismo.
En un artículo que publica en septiembre de 1857, titulado, Sobre la propiedad inmobiliaria, el escritor ataca a los que defienden un sólo modelo de progreso rectilíneo y señalan, sin apelación, a la propiedad privada como el único estadio superior del desarrollo histórico-social posterior a la forma de producción feudal.
En su visión defiende la comunidad rural porque, en gran escala, la conducción colectiva de la agricultura permitiría de una manera más apropiada el empleo de técnicas agrícolas avanzadas y adueñarse de los progresos técnicos de la agricultura capitalista occidental.
Mientras tanto, en enero de 1858 se definen, en los denominados Comités de los nobles establecidos en toda Rusia para establecer los parámetros de la liberación de los siervos, los lineamientos que servirán de guías para proceder a ejecutar la liberación.
En estos consejos de la aristocracia local se conviene que los terratenientes habrán de conservar la propiedad de la tierra, mientras que a los campesinos sujetos a las instituciones comunitarias del tipo de la obshina, se les reconocerá la propiedad de sus casas, siempre y cuando pagaran una compensación en dinero que exigirán los nobles.
Las tierras para el cultivo y el pastoreo serán cedidas a los campesinos en arrendamiento mediante un pago realizado por los labriegos, sea en dinero o mediante trabajo en las tierras patronales.
En el nuevo orden, sin embargo, los nobles mantendrán el derecho de ejercer los controles policiales y de orden público sobre la población organizada en las sociedades rurales, mientras que las autoridades centrales se reservarán la potestad de decidir, en última instancia los confines de los territorios dados en arrendamiento y tendrán la última palabra sobre la cuantía de las obligaciones que podrán asumir los campesinos.
Inmediatamente, en cuanto se hace pública esta decisión, en los círculos liberales y radicales se comprende que el planteamiento del debate obliga a tomar una clara posición sobre la oportunidad o menos de liberar a los campesinos con o sin tierra.
Por consiguiente, la tarea que debe asumir, ahora, conscientemente, Chernishevski y sus amigos radicales consiste en debatir sobre cómo podría realizarse un modo de liberar a los campesinos que fuera favorable a ellos y que, al mismo tiempo, garantizara el efectivo desarrollo del país.
En ese momento, Chernishevski tiene muy presente la aleccionadora circunstancia que se produjo en Francia durante la revolución de 1848, cuando las fuerzas liberales-burgueses traicionaron a las clases populares al aliarse, en último momento, con los conservadores, para abortar el proceso de reformas sociales que propugnaban los grupos populares y que se habían comprometido a apoyar.
Por esto, el analista ruso defiende la opción de que en Rusia, en ese momento, era necesario mantener totalmente independiente el naciente movimiento radical, descartando, por tanto, todo trato que conllevara una posible simbiosis con grupos seguidores de corrientes liberales. No obstante esto, Chernishevski mantiene y recomienda actuar con cierta apertura hacía los liberales, de suerte que se pudieran programar acciones en que ambos grupos coincidieran, siempre que los radicales mantuvieran su plena identidad e independencia.
Dentro de este esquema de pensamiento, Chernishevski decide tratar en la revista Sovremennik, el tema de la liberación de los campesinos desde una perspectiva que fuese lo más amplia y abierta.
A tal efecto denuncia que la práctica de la servidumbre resulta ser la gran causante de los mayores males de Rusia en ese momento histórico.
En efecto, atribuye a esta causa la miseria de la vida en las aldeas, lo abominable del sistema judicial vigente manejado a su antojo por los nobles. Atribuye el bajo nivel de instrucción de la población en general, la ineficiencia de la organización militar, así como los obstáculos prácticos que impiden que el país pueda alcanzar un mejor sistema de administración estatal y un sistema racional de ejecución presupuestaria. En suma, de esta situación depende la baja productividad nacional, la baja calidad de los productos elaborados en el país y el bajo rendimiento del trabajo servil.
Para superar estos obstáculos al bienestar general, inician, independientemente uno del otro, una campaña, Herzen desde Londres, y Chernishevski desde Rusia, para que la abolición de la servidumbre campesina se realice con la donación de la tierra a los campesinos. Para lograr este objetivo, ambos plantean que debe ser el estado quien asuma el pago de las tierras a los nobles.
Ambos argumentaban que los propietarios recibirían mayores beneficios si aceptan como pago por las tierras cedidas a los campesinos sumas menores a las que inicialmente pretendían, pero que les fueren abonadas en un tiempo más breve, pues estiman que de esta manera se producirá una beneficiosa y significativa recapitalización para toda la población rusa del campo.
Quizás debido a la constante presión de la opinión pública y a los conatos de rebelión campesina que se producen cada vez con mayor frecuencia, resulta que la figura principal del Comité Supremo que asesora al zar en determinar como se efectuará la liberación, Jakov Rostovcev, en diciembre de 1858, cambia de opinión y reconoce que a los campesinos se les debería liberar entregándoles la tierra que trabajan.
Para Herzen como para Chernishevski, este fundamental cambio de dirección habría representado un gran triunfo para el estado ruso, que de esta manera habría roto la resistencia de los más recalcitrantes propietarios, concediendo a los campesinos no sólo la casa en que vivían, sino también las tierras que cultivaban.
Ahora la cuestión será determinar cuál debe ser la extensión real de las tierras que se concederían a los campesinos y cuánto debían pagar para comprar las propiedades que la reforma les asignaría.
En síntesis
Chernishevski aprovecha su posición dominante en la revista El contemporáneo para crear conciencia que la práctica de la servidumbre resulta ser la causante de los mayores males de Rusia en ese momento histórico. Por esto plantea el debate resaltando que la liberación se realice con la donación de la tierra a los campesinos y que, al mismo tiempo, se garantice el efectivo desarrollo del país.