Crónicas del ser
Los Jóvenes hegelianos

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Friedrich A. Lange (1828-1875), filósofo alemán de formación kantiana, en 1866, publica una “Historia del materialismo”, obra que en su primera edición alcanza gran éxito de venta. En ésta pretende adelantar, mediante una exposición didáctica, las características que ha asumido el materialismo a lo largo de la historia del pensamiento europeo desde los helenos hasta su tiempo.

Sin embargo, hay que aclarar que la obra se dedica a presentar, más los principios que han regido la argumentación de los materialistas, que una historia en el verdadero sentido del término. Para Lange resulta obvio, al proceder de la escuela kantiana, que al reflexionar claramente sobre los fundamentos del materialismo se contribuye a refutarlo.

Esta obra adquiere importancia histórica para nosotros, gracias a que Friedrich Nietzsche descubre el texto recién publicado -estudia entonces en la universidad de Leipzig, en Sajonia- y se dedica a profundizar con gran atención en los problemas planteados.

Lange, en el texto, recalca la importancia de las transformaciones del pensamiento hegeliano después de la desaparición del maestro, que analiza en su confluir en las corrientes del materialismo.

El pensador sostiene que desde la revolución burguesa, de julio de 1830 en Francia, cuando nace el estado burgués de Luis Felipe de Orleans, se puede indicar a esa fecha como el final de la época metafísica, basada en la prevalencia de principios idealistas. Desde entonces comienza, según su parecer, una época en que destaca el “realismo”, que entiende como el momento en que predominan las influencias materiales sobre las espirituales.

Signos de esta nueva era serían, tanto el resurgir agudizado de los conflictos entre iglesia y  estado por la primacía de sus respectivas atribuciones, el repentino florecer de nuevas industrias sustentadas en recientes descubrimientos científicos y el desarrollo de los nuevos medios de comunicación basados en la explotación de los nuevos materiales de la incipiente modernización, el hierro y el carbón, tales como el ferrocarril y la navegación a vapor.

En el plano económico y político aparecen las uniones aduanales e industriales internacionales. Mientras que en el plano intelectual asume relevancia la crítica científica de la Biblia y la revelación, que postula que las bases del cristianismo son pura mitología sin sustentación científica alguna.

El éxito y la publicidad que alcanzan los jóvenes hegelianos estriba, precisamente, en que muchos de ellos se dedican, inicialmente, sobre todo, a la crítica teológica del cristianismo, que era considerado el elemento basal de la ideología dominante en el estado absoluto.

Ahora, después de poner en evidencia la atmósfera espiritual de la época, presento al lector, de una manera sumamente resumida, quienes fueron los jóvenes de la izquierda hegeliana, que modifican el pensamiento de Hegel al trastocar sus fundamentos idealistas por otros de derivación materialista.

El grupo estaba compuesto por incipientes teólogos, hombres de cultura y pensadores. En primer lugar, nombro a David Strauss, teólogo, autor de “La vida de Jesús”, donde intenta desmitificar la figura y las enseñanzas de Jesús, que considera han sido pervertidas en el tiempo, con propósitos puramente políticos. Strauss razona que el mensaje original de Jesús se dirige a los pobres y a los marginados de la sociedad y se opone a las clases dominantes.

Con el tiempo –argumenta Strauss-, las enseñanzas de Jesús han sido usurpadas por las clases dominantes con la finalidad manifiesta de manipular y oprimir a los pueblos del mundo al prometerles una recompensa después de la muerte si no se rebelan contra el orden establecido.

Por otro lado encontramos a Bruno Bauer, brillante joven filósofo y teólogo, quien fue premiado por Hegel por un escrito en que refuta la filosofía de Kant. En un primer momento, Bauer critica acremente la obra de Strauss y sostiene la tesis tradicional de la autoridad indiscutible de la revelación. En este período fue profesor del joven Karl Marx.

Sin embargo, Bauer, en 1839, hace una conversión improvisa. Va, entonces, más allá de Strauss y proclama que la historia de Jesús es un mito y sostiene no haber encontrado ninguna referencia histórica sobre alguien llamado «Yeshua ha-Nazareth», en los textos de la cultura imperial romana.

Karl Marx fue otro de los jóvenes hegelianos. Inicialmente, simpatizó con la estrategia de atacar al cristianismo para erosionar el estado prusiano, pero más tarde desarrolló ideas propias, rompe con el grupo y ataca y refuta sus ideas en un texto fundamental, que escribe en diálogo con Friedrich Engels, “La ideología alemana”.

Esta obra capital para entender la crítica marxista a las doctrinas de su tiempo y desde qué base teórica elaboran los conceptos básicos de la concepción de la historia como una lucha de  clases, no vino a publicarse –debido a que se extravió- sino en la segunda mitad del siglo XX, cuando fue redescubierta. Max Stirner fue otro joven pensador que coincide en las tertulias del grupo. Sin embargo, su espíritu esquivo y solitario lo aleja de todos ellos. Posteriormente, escribe “El único y su propiedad”, donde adopta una visión totalmente egotista y asume un extremo nominalismo que lleva al límite de postular la imposibilidad del lenguaje y la comunicación.

Ludwig Feuerbach es el pensador que más destaca entre los filósofos del grupo y es la estrella de su generación; parte, igualmente, de una crítica del cristianismo, que elabora en el libro «La esencia del cristianismo» (1841).

Feuerbach resume su filosofía al decir que: “Mi primer pensamiento fue Dios, el segundo fue la razón y el tercero y último, el hombre». Precisamente, el filósofo interpreta este esquema en su despliegue histórico, pues –estima- que también la humanidad, primero pensó en Dios como fundamento del mundo, pero luego comprende, al descubrir la razón, que el conocimiento de Dios no es sino un momento en el proceso hacia el autoconocimiento del propio ser humano.  Feuerbach niega el teísmo, al negar la existencia de Dios, y niega, también, el idealismo, suplantando el «espíritu» y la «razón» por el hombre real, corporal y sensible.

Con este pensador, la filosofía del siglo decimonono redescubre el cuerpo y la sensibilidad que se manifiesta en la corporeidad. y pone este descubrimiento como el fundamento del pensar. Esto acontece en Occidente, después de más de 2500 años de la aparición del pensamiento helénico. ¡Increíble, pero cierto!

Ha sido necesario un viaje histórico de dos milenios y medio, para que la cabeza de los filósofos descubra que el ser humano tiene como su base un cuerpo concreto y sensible. Con ello se encaminan a considerar que el origen se encuentra en la praxis, no en una idea.

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