Crónicas del ser
¿Qué hacer? como un proyecto racional de vida

Crónicas del ser<BR>¿Qué hacer? como un proyecto racional de vida

Nos toca ahora, finalmente, responder a la última cuestión planteada cuando comenzamos a analizar los diversos extractos presentes en la novela de Chernishevski. Entonces nos preguntábamos, ¿cuál es el objetivo del autor al pasar -de su labor de publicista de la revista “El contemporáneo”, donde exponía ideas y propuestas concretas para la liberación de los campesinos y el reordenamiento radical de la sociedad rusa, en su conjunto, en un plano doctrinario- a otro plano de exposición, nuevo para él, donde ha de primar el tono narrativo, el elemento imaginativo y la forma literaria?

Chernishevski como persona formada intelectualmente, posee instrumentos adecuados para analizar y criticar la sociedad en que vive, y posee un método para descodificar la realidad. Además, se considera a sí mismo un científico, y está convencido de que la verdad se revela sólo mediante las ciencias.

Por ello construye la novela como un modelo pedagógico, como un proyecto de vida social capaz de servir a los jóvenes para interpretar y determinar las condiciones básicas de la vida humana y definir los parámetros para poder examinarla en su contexto social sirviéndose del conocimiento científico disponible en su tiempo. Aspira ofrecer a las nuevas generaciones ideas verdaderas y simples; facilitarles la aprehensión de conceptos a la mano, útiles, a fin de que puedan encontrar maneras concretas de modelar y estructurar la existencia propia y la social.

Busca que la juventud pueda concentrar sus mejores energías en realizar la gran tarea pendiente de la sociedad rusa en ese momento, comenzar el proceso de liberación real del ser humano en general. Prepara la tarea ingente e insoslayable de redención del campesino ruso, que vive en un total oscurantismo respecto a las posibilidades que abre el ejercicio de la razón, y desde esa toma de conciencia procura comenzar a “edificar en lugar de la pobreza, de la inmundicia, de la ignorancia, bienestar, pulcritud e instrucción.”

El pensador está consciente de su concreta situación como detenido político a la espera de una condena que será política, violenta y ejemplar; que lo aniquilará como hombre libre, como sujeto y como cuadro político. Para él, por lo tanto, está definitivamente cerrada la posibilidad de participar en la labor de edificación real de la sociedad más avanzada a la que es posible pensar en su tiempo. Por ello renuncia a la construcción efectiva de la realidad y decide a aplicar toda su energía creativa a la presentación de un paradigma de sociedad que accione y ejerza una influencia destructiva sobre el miserable status quo, producido desde el plano de la ficción, desde la capacidad de crear realidad desde un posible plano imaginario, desde el horizonte de la utopía.

Su situación real, disminuida concretamente por su condición de preso político, no le permite sino construir “en imágenes preparadas por la imaginación”, una realidad que por el momento no puede ser sino teórica e ilusoria. Sin embargo, recomienda al lector, en el prefacio, “lee y encontrarás lo que buscas. La verdad es siempre hermosa y puede, en ciertos casos, suplir las faltas del escritor. …el valor de esta novela se fundamenta en su veracidad.”

Nuestro autor llega a constatar que existe un estado satisfactorio en que el mundo puede aparecer tal cual es en verdad. La ciencia es la constatación de su concreta posibilidad y lo transforma en un objeto posible, coherente y deseable. Sin embargo, el lector no debe olvidar que un punto esencial de la visión de Chernishevski, es que “a pesar de que las ciencias nos proporcionan éticamente las condiciones para actuar de acuerdo con la verdad, de hecho los humanos actuamos mal, porque no tomamos en cuenta cuales son nuestros auténticos intereses”.

Para Chernishevski, la ciencia racionalista de derivación ilustrada, guiada por el descubrimiento científico a través de la experimentación y las leyes exactas de las matemáticas, es capaz de concebir el orbe en todos sus detalles con un grado de certidumbre casi absoluta.

La raíz de esa visión es la espontaneidad del ser humano que se manifiesta en su modo de reaccionar inmediato ante el estímulo del placer y el interés. Con esto se revela que el humano no necesita pretender la existencia de ninguna lejana virtud, ni exasperarse en el intento por vencer las pasiones que descubre en sí mismo. Debe sólo actuar y pensar con fidelidad a su propia naturaleza, a sus propios impulsos entrañables, “a sus propios intereses correctamente interpretados”.

La ciencia presenta tanto la posibilidad de crear una ciudad perfecta, como también revela los obstáculos que pueden presentarse para que pueda surgir un nuevo mundo. Aparece, en consecuencia, la necesidad de trabar un combate entre los partidarios de la nueva y de la vieja realidad, y esta lucha no puede concebirse únicamente en el plano moral, sino en el político y revolucionario.

La historia se revela como un drama ontológico en que lo que no debe ser –por no ser parte del plan racional, ni corresponder con el principio del interés- intenta impedir que llegue a ser lo que tiene vocación de aparecer, de constituirse y existir.

La regla de la vida práctica para poner en ejecución esta visión, Chernishevski la resume, en las cavilaciones del médico Kirsanov, en un momento en que vive una tensa situación moral: “Sé honrado, es decir, calcula bien [lo que te conviene.LOBF]; no olvides que el todo es mayor que la parte, es decir, que para ti la naturaleza humana vale más que cada una de tus aspiraciones por separado…. Una sola regla muy elemental, ahí está todo el resultado de la ciencia, el código de las leyes de la vida dichosa. Sí, dichosos los que han nacido con aptitud para comprender esta regla simple.”

Más adelante -comento yo- en el proceso histórico real, cuando se produzca la Revolución de octubre, la instancia para establecer lo que verdaderamente conviene será la ideología que supuestamente se sostendrá en la ciencia. Será el Partido -en la doctrina leninista-, que ejercerá la dictadura en la fase revolucionaria como vanguardia de la clase obrera y campesina, que deberá inducir a los humanos de las diferentes categorías sociales o clases para que reconozcan cuáles serán sus reales intereses y cuáles los meramente aparentes. Los dirigentes justificarán, sobre este argumento, incluso la violencia que ejercitarán contra los mismos proletarios al asegurar que estos no alcanzan a vislumbrar cuales son sus auténticas aspiraciones. El monopolio para descifrar cuales serán los “propios intereses correctamente interpretados” estará en las manos del Primer Secretario del Partido o en el Politburó.

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