Críticas de Walton

<p>Críticas de Walton</p>

PEDRO GIL ITURBIDES
Cuando William Walton nos visitó en los días finiseculares del dieciocho,. España, abatida por sus políticos, veía ocultarse el sol en el vasto imperio. Transcurridos los tiempos de un Carlos V que gastaba a manos llenas para continuar guerras por doquier, el ocaso se asomaba en su horizonte. Quien lea a Walton sin duda estará conteste en que era un agente británico en el Nuevo Mundo. Y, por supuesto, en la isla de Santo Domingo, cuya parte este comenzaba a traspasarse a Francia.

Walton tomó partido por los criollos españoles del este, que ya asumían el gentilicio de dominicanos. De hecho, cuando años después, expulsados los remanentes del ejército napoleónico de toda la isla jurábamos acatamiento a la Constitución de Cádiz, exhibimos la denominación nacional. La lectura de cada acta levantada en los Ayuntamientos de la jurisdicción de la colonia restablecida para España, muestra el orgullo con que nos envanecíamos al decirnos dominicanos.

El aventurero inglés nos acompañó en muchas de las peripecias de aquellos tiempos. De hecho, guardó prisión en las ergástulas de la entonces colonia francesa del Santo Domingo del este, por avenirse al proyecto de la recuperación para España. Mas el encontrarse a nuestro lado, lo mismo que el viajar por varias otras de las colonias españolas en el continente, le permitió asumir una certera visión del derrotero de estas tierras.

Lo cito en dos libros míos. Uno, publicado, “De la frustrante pobreza al bienestar anhelado”. El otro, inédito, “La economía dominicana en los días de la España Boba”. Y lo cito alrededor del tema que estoy escribiendo para ustedes en esta oportunidad en que la reiteración de un yerro secular está a punto de conducirnos al hoyo de siempre. Permítanme pues abrir camino a las críticas de Walton respecto de la forma en que los gobiernos españoles del Nuevo Mundo administraban las riquezas de las colonias. Haremos abstracción, por supuesto, de observaciones como las de Pierre Francois J. de Charlevoix, Louis Méredic Moureau de Saint Mery o de Antonio Sánchez Valverde. Los tres, entre otros, coinciden en aseverar, aún antes del nacimiento de Walton, que el Santo Domingo español no era manejado para que rindiera frutos. Pero del tema les he hablado antes, por lo cual nos concentraremos en las críticas del hombre del que he pensado siempre, que era un agente secreto inglés.

Walton se quejaba que las administraciones españolas derrochaban, dispendiaban y robaban en demasía. Sometidos los tesoros nacionales a tan poco juiciosas formas de administración, la pobreza advenía sobre los pueblos, sin que tuviésemos posibilidades de trascenderla. Señalaba él que estas colonias, y la de Santo Domingo en particular, debían sostener estructuras públicas muy onerosas para los pueblos. Y advertía que debido a ello, los recursos, al margen de su cuantía, resultaban inexorablemente escasos para que los gobiernos fueren arietes del desarrollo. Aquellas críticas de Walton pueden repetirse doscientos años después, punto por punto. Sólo cuatro administraciones de la época republicana, una de ellas de manos foráneas, han sido, y son, expresiones de responsabilidad fiscal. Todas las demás han sido, y son, un lastre para nuestro pueblo. Porque el afanoso deseo de cuantos ejecutivos hemos tenido se ha dirigido a lograr que el costo de la estructura pública se convierta en un peso insostenible para el sistema económico.

Y cuanto es peor, sólo se ha sabido de una voz, la del Capitán y Gobernador General don Sebastián Kindelán, que haya dicho que tales políticas son inadecuadas y contraproducentes. Y él mismo, con todo y que pregonase que una excesiva participación del Estado en los ajetreos de la Nación resultan perjudiciales, fue un inútil. Habría que preguntarse si la observación de Walton, más que tal, era reflejo de un atavismo que nos condena al retroceso.

Por la forma en que hablan respecto de la reforma fiscal ciertos legisladores adscritos al partido del que forma parte el titular del Poder Ejecutivo, pienso que sí. Pienso que, más que observación respecto de una tara, lo que dijo Walton responde a una especie de condena milenaria del acaso. Y estamos a escasas horas de ver si fuimos condenados de por vida, o si los fantasmas pueden ser exorcizados por una vigorosa opinión pública plantada en el rechazo a la reforma fiscal.

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