Crucifican a joven guatemalteco en vía crucis de México para defender migrantes

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MEXICO, (AFP).- Cuando Kevin pasó clandestinamente la frontera de Guatemala hacia México, no se imaginó que al llegar del otro lado sería crucificado como un Cristo. Este adolescente de apenas 16 años, perdido y abandonado, protagonizó el viernes un Vía Crucis que denuncia el calvario cotidiano de los migrantes indocumentados y sus defensores.

Acompañado por dos amigos y con los bolsillos vacíos, Kevin se aventuró en el río San Pedro y caminó a través de senderos minados de arenas movedizas y miembros de la mafia, que asechan en la espesura del bosque tropical para robar, extorsionar, violar, reclutar o asesinar a migrantes que vienen persiguiendo el sueño americano desde centro o Suramérica.

«El Estado (mexicano) tiene una perversa y diabólica estrategia para frenar la migración que viene del sur, (que resulta en) criminales armados que cobran cuotas» a los migrantes por montar el lomo de «La Bestia», el tren de carga que atraviesa México de sur a norte, denunció fray Tomás González, quien encabezó el Vía Crucis en Tenosique, a menos de 60 km de Guatemala. Los ojos verdes e infantiles de Kevin se asombraban ante los medios de comunicación y cerca de 70 personas que lo rodean y lo miran.

Él sólo buscaba realizar un viaje clandestino y discreto desde su natal Guatemala hasta Estados Unidos, lejos del abandono de su madre, de la muerte de su abuela, quien lo crió, y lejos del salario mísero (12 dólares semanales) que ganaba como cobrador de autobuses.

Todos los males de Latinoamérica.  sta cruz representa «la tragedia humanitaria» que padecen los 140.000 hombres, mujeres y niños que cada año arriesgan sus vidas para llegar a México, según fray Tomás, quien dirige el albergue para indocumentados llamado «La 72», en honor al número de cadáveres de migrantes latinoamericanos que fueron hallados en agosto de 2010 en un rancho de Tamaulipas (noreste).

«La migración es el producto de todos los males de Latinoamérica. Llegan niños de hasta ocho años, no acompañados, en búsqueda de sus padres, o en situación de calle. Mujeres marcadas por la violencia, jóvenes de entre 15 y 30 años huyendo de la pobreza, las pandillas y hasta de (los efectos) del cambio climático», contó a la AFP Rubén Figueroa, activista del Movimiento Migrante Mesoamericano.

En su camino, el Vía Crucis se encontró con otra peregrinación religiosa de cerca de un millar de personas, para permanecer reunidos durante algunos minutos.

Fray Tomás, vestido con su característico hábito color marrón y sombrero de palma, aprovechó la oportunidad para invitar a la muchedumbre a ayudar a «sus hermanos» migrantes, siguiendo el ejemplo del nuevo papa Francisco, quien promete centrar su atención en los pobres.

«Auxiliar a las personas indocumentadas no es un delito, es una gracia (…) Francisco, en su breve papado, nos ha recordado que nuestra misión está con los pobres (…) Esperamos que la Iglesia así lo haga, (…) que no se vaya del lado del poder», dijo mientras miraba con sus ojos de color miel a una multitud conmovida hasta las lágrimas.

«Todos somos fray Tomás», gritó Marta, una víctima de traficantes de mujeres que, tras ser rescatada, decidió quedarse como voluntaria en «La 72» para cocinar las tres comidas de los más de 150 migrantes que diariamente pasan por el albergue. «No saben lo que hacen».

Figueroa, quien al igual que Kevin migró clandestinamente a Estados Unidos cuando tenía 16 años, realiza junto a fray Tomás denuncias públicas y penales contra bandas delictivas que, con la complicidad de autoridades corruptas, cobran cuotas a migrantes de hasta 300 dólares y los reclutan bajo amenaza de arrojarlos del tren mientras marcha a todo vapor.

El viernes pasado, ambos fueron blanco de amenazas de muerte, por lo que son constantemente custodiados por una patrulla. «Nuestra actividad incomoda tanto al crimen organizado como a las autoridades cómplices», explicó Figueroa a la AFP. Sobre las vías donde cientos de migrantes aguardan diariamente el paso fugaz de «La Bestia», Kevin sigue arrastrando su cruz.

Los dos rieles que enmarcan sus pasos se pierden en el horizonte infinito, como dos renglones sobre los que se escriben las historias anónimas de los 20.000 migrantes que son secuestrados cada año en México, según la Comisión Nacional de Derechos Humanos.

La procesión es vigilada de cerca por un grupo de motociclistas vestidos de civil, que toman fotos y videos. Los marchantes pasan de largo, pero aseguran que son «halcones», como se llama a los espías de los cárteles. «A ese que le dicen ‘La sombra’, o ‘El pájaro’, que es jefe local de la mafia, y organiza a los criminales, le decimos que se convierta, que él también es hermano nuestro y víctima» del mal funcionamiento de la sociedad, clamó fray Tomas con un altavoz.

«Te pido que los perdones porque no saben lo que hacen», dijo el Cristo guatemalteco al ser finalmente crucificado sobre un vagón abandonado sobre las vías, y que el tiempo y la humedad se encargaron de corroer.

Mientras Kevin yacía en su cruz con un torso desnudo que dejaba ver sus costillas, Figueroa demandó el fin de la impunidad en el que permanecen los crímenes contra migrantes e instó al gobierno de México a flexibilizar el otorgamiento de visas para los centroamericanos a fin de lograr «una migración libre de violencia».

Entre notas de guitarra y los versos del corrido «Tres veces mojado», la caravana se alejó en el infinito vértice de las vías bordeadas por la exuberante vegetación.

«Esto fue sólo una representación, pero nosotros seguiremos sufriendo todos los días un Vía Crucis real (mientras) los pueblos de América no se traten como hermanos», aseguró Figueroa.

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