Crueldades del mundo

Crueldades del mundo

Vivir es una tarea dolorosa con algunas interrupciones gozosas; los momentos de felicidad ayudan a olvidar los sufrimientos habituales y nos permiten imaginar que bienestar y satisfacción podrían ser tan duraderos como la desazón o la inconformidad. Ni el gozo, ni el dolor, tienen explicaciones “silogísticas”. Disgustos y pesadumbres son “meteoritos” que irrumpen en nuestras vidas para obscurecerlas; en cambio, la felicidad y la alegría, iluminan los horizontes y nos llenan de energía. El dolor, la felicidad, no son producidos por un bacilo; su presencia es abrupta; no tolera razonamientos apoyados en “principios” de lógica.

Don Miguel de Unamuno escribió un libro titulado “Del sentimiento trágico de la vida”. El celebérrimo rector de la Universidad de Salamanca fue ridiculizado por sus opiniones repetidas veces: por decir que Santa Teresa de Ávila valía, humanamente, lo mismo que Isaac Newton, creador de la física clásica. También por haber proclamando: “que inventen ellos”, refiriéndose a aquellos países de Europa donde la ciencia aplicada se había desarrollado mucho más que en España. Ortega y Gasset le llamó “el morabito máximo”, para subrayar su aislamiento intelectual, a semejanza de los anacoretas musulmanes; fue calificado de “vasco arbitrario”, de ermitaño inactual.

“Del sentimiento trágico de la vida” es un libro poco leído; se desdeña por motivos religiosos, filosóficos, políticos; muchos suponen que es un texto aburrido, triste, pesimista. Se publicó en 1913; al título “Del sentimiento trágico de la vida”, su autor añadió: “en los hombres y en los pueblos”, que suele ser omitido para simplificar. Según Unamuno, el hombre es un animal “afectivo y sentimental”; no sólo racional o intelectual. Nos dice que el hombre piensa y conoce; pero, además, sufre, padece, siente, añora.

Don Miguel aludía a un hombre “de carne y hueso” que desea su vida no acabe y que sueña con la inmortalidad. Sus creencias religiosas le llevaron a afirmar que sin esperanza no podría haber fe. En su carta a los corintios, San Pablo “opta” por la caridad; el apóstol “escoge” desde la acción pastoral; Unamuno, a partir de los sentimientos. Creía que la cultura moderna nos dejaba “sin alma”. Unamuno no vivió para ver la exterminación de judíos, la matanza de 800,000 “tutsis” en Ruanda.

Publicaciones Relacionadas