La pregunta que sirve de «lead» a la presente columna me la hacen con asiduidad muchos  fanáticos del boxeo.

Debo recordar que Díaz Guzmán se casó con la gloria en los Juegos Olímpicos de Beijing, China Continental y montados en el verano de 2008.

El 29 de junio de 2009 hizo su esperado debut en el boxeo profesional… y salió airoso sin ningún problema.

En la ocasión, como había pronosticado la prensa deportiva local, devastó en menos de dos minutos al colombiano Hugo Pacheco. A partir de tan positivo momento mucha gente, especialmente sus más fervientes seguidores -unidos al entrenador cubano-dominicano Pedro José Díaz-, comenzó a pensar en ¡grande! en torno al medallista olímpico quisqueyano. Díaz Guzmán está siendo llevado, como debe ser, con prudencia y buscándoles cómodos rivales.

En la más reciente pelea (la número cinco en su joven carrera), tampoco tuvo inconvenientes para salir airoso ante otro fácil rival, el nicaragüense Orlando Membreno.

El afamado monarca olímpico de  Beijing, en cinco presentaciones a los cuadriláteros profesionales, no conoce el fracaso. Lleva cinco victorias al hilo de las cuales cuatro han sido por la vía del sueño.

Debe pelear con más frecuencia

Desde el mismo momento que dio el paso al boxeo de paga, expliqué en varios artículos que no le veía un positivo futuro. Es una opinión que no  he cambiado. Expuse serios argumentos que justifican mi criterio.

Sin embargo, en lo que va de su joven carrera profesional el joven gladiador ha enseñado eficiencia y lo más importante: Se nota que tiene hambre de alcanzar la cima.

Su entrenador Pedro José Díaz, quien lo llevó a la ganancia de la presea dorada en las Olimpiadas de Beijing sostiene que su pupilo, más temprano que tarde, «será campeón del mundo».

Pero parece que se ha perdido un poco el entusiasmo que meses atrás se observaba en el entorno de Díaz Guzmán.