CARLOS NINA GOMEZ
carlosninagomez@yahoo.com
Cuando escribí mi posición de que Félix -Tito- Trinidad no tenía nada que buscar en un segundo regreso al boxeo activo, lo hice de buena fe y en función de mi rol como periodista profesional y objetivo. Algunos lectores, fieles admiradores de Tito Trinidad, me acusaron de tener «animadversión» contra el otrora triple campeón mundial puertorriqueño.
Quienes conocen mi trayectoria en el periodismo deportivo saben que siempre he sido un gran admirador del ex monarca mundial welter, mediano júnior y mediano.
E incluso cubrí varias de sus peleas que realizó en Estados Unidos y Puerto Rico -incluyendo su primer regreso cuando enfrentó en Nueva York a Ricardo Mayorga- al tiempo de que cada vez que él iba a contender, en combates por coronas mundiales, siempre lo señalé como favorito…sin importar el rival que fuera a enfrentar.
El 18 de septiembre de 1999, en la controvertida pelea con Oscar de la Hoya -en la que se puso en disputa la unificación del cetro welter- lo di favorito. Y Tito Trinidad no me defraudó. Satisfizo mi deseo porque salió airoso, en buena lid, en aquella histórica pelea.
Objetividad profesional
La objetividad profesional en el periodismo debe estar por encima de la simpatía…y por eso, cuando Tito Trinidad anunció que regresaba de nuevo al ring, escribí varios artículos en los que expuse, sin ningún tapujo, que cometía un grave error. Analicé que en su pelea con Roy Jones iba a terminar humillado. Como en efecto ocurrió, pues en 12 asaltos fue vapuleado, depositado dos veces en la lona (en los asaltos séptimo y décimo).
Igualmente precisé que Félix Trinidad Rodríguez, el padre de Tito Trinidad, iba a ser el gran culpable de la debacle del ídolo de Puerto Rico. Por la testarudez de don Félix Trinidad Rodríguez, por no aceptar que su hijo ya no tiene las condiciones para seguir en el cruce de guantes, hoy tenemos que lamentar el triste final del carismático púgil boricua. También debo recordar que cuando Tito Trinidad fue noqueado, el 29 de septiembre del 2001, por Bernard Hopkins su propio papá proclamó que ya Tito no regresaría al boxeo.