Quizás el título que da pie al presente artículo resulte «extraño» para algunos deportistas, especialmente fanáticos del boxeo.

Pero les digo, para sacarlos de confusión, que no deben estar sorprendidos… ¡o absortos!

Víctor Díaz Rúa, ministro de Obras Públicas -según informes llegados a mi oficina-, estaría pensando en apartar una partida del presupuesto de la cartera que dirige para hacer realidad lo que, desde años muchos años, anhelan los sufridos aficionados al boxeo: La construcción de un gimnasio.

He escrito muchos artículos, reportajes, crónicas y análisis sobre la necesidad de que el boxeo tenga su gimnasio.

Ruddy Peña, sacrificado entrenador, se fue de este pícaro mundo sin ver hecho realidad su gran sueño: Ser maestro de jóvenes boxeadores que entrenaran en un gimnasio decente, con los aditamentos necesarios, que sirva para la preparación de sus atletas.

Pero, ¿será verdad tanta belleza?

Pero, ¿será verdad tanta belleza? La pregunta, que literalmente quiere decir que si obedece a la verdad que Díaz Rúa tiene en agenda dar el primer paso que el boxeo tenga, ¡al fin!, su gimnasio.

Cuando se hizo una ruidosa campaña, encabezada por la prensa deportiva (yo escribí decenas de artículos, columnas y reportajes a favor de ese proyecto), para que en Santo Domingo se construyera una instalación para la presentación de cartelas, abogué porque en esa instalación se insertara un gimnasio. Esto es, que el diseño que preparaba el arquitecto Radhamés Díaz, quien tuvo a su cargo la construcción del hoy Coliseo Carlos -Teo- Cruz, incluyera el necesario  gimnasio… un gimnasio que sirviera para que nuestros pugilistas realizaran sus entrenamientos.

Pero, ¡qué va! . No se le hizo caso a esa idea. Se construyó el Coliseo Carlos -Teo- Cruz y la entonces moderna instalación, inaugurada el 11 de agosto de 1996, lamentablemente no ha llenado todo su cometido.

La esperanza es lo último que se pierde.