A solicitud de algunos lectores de esta columna, y también de televidentes del programa Momentos del Boxeo, escribo nuevamente sobre Wilfredo Gómez, histórico boxeador puertorriqueño.

Gómez, desde que se puso unos guantes para boxear, enseñó singular capacidad, talento y eficiencia en todos los aspectos del pugilismo.

Lo recuerdo cuando vino a Santo Domingo, como miembro del plantel de peleadores boricuas, para participar en los Juegos Centroamericanos y del Caribe montados en el Centro Olímpico Juan Pablo Duarte en 1974.

Con menos de 15 años ganó la medalla de oro en su división…un año después, en el Campeonato Mundial realizado en Cuba, también se alzó con la presea dorada.

Ya se sabía que Gómez, desde que abrazara el boxeo de paga, iba a ser una sensación de los cuadriláteros…¡y así ocurrió!

En el pugilismo rentable dejó un impresionante expediente de 44 victorias y sólo tres fracasos…noqueó a 42 rivales y empató una vez. Una de las victorias más espectaculares la logró antes el entonces imbatible mexicano Carlos Zárate quien no había perdido nunca en 54 visitas al ring.

Zárate, quien era un sólido monarca gallo, invadió la división de los supergallos y pagó caro su «atrevimiento». Fue masacrado por Wilfredo Gómez, a quien bautizaron con el mote de La Bazzoka por el poder que tenía en sus puños.

Como monarca supergallo hizo 17 positivas defensas. Y cuando ya no tenía rivales de consideración, se fue a la categoría pluma y también fue titular.

Claro, antes de coronarse  monarca de las 126 libras sufrió su derrota más amarga (septiembre de 1981) ante otro grande del boxeo latino, el mexicano Salvador Sánchez, quien curiosamente terminó su maravillosa carrera (falleció en un fatal accidente de motora) con la misma cantidad de triunfos que Gómez: 44, pero con un sólo revés.

Ninguno como él.

Puerto Rico ha parido más de 50 campeones mundiales, pero ninguno de esos titulares  escribió una historia como la que dejó Wilfredo Gómez.