¿Cuál acuerdo comercial entre Haití y República Dominicana?

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Nadie podría contradecir al economista y diplomático dominicano Federico Cuello Camilo, quién recientemente escribió un artículo sugiriendo la necesidad de Haití de aumentar sus exportaciones agrícolas. El profesional que respondió a la propuesta del presidente Danilo Medina sobre un acuerdo de libre comercio con Haití puso el énfasis en las dificultades actuales de la agricultura haitiana y sugirió algunas pistas de futuro interesante para el desarrollo armonioso de la isla.

No hay duda de que las pequeñas economias del Caribe no pueden prescindir de los mercados exteriores, porque estos constituyen una importante palanca para acelerar el crecimiento de la economía real. Ya sea a través de la creación de empleo o por medio de la generación de divisas, las exportaciones de las economías en crecimiento, en desarrollo o emergentes, requieren elevar su nivel de competitividad mediante la innovación y la aplicación de normas de calidad. Así pues, hoy más que nunca, Haití necesita desarrollar el comercio internacional para eludir la debilidad que presenta su demanda interna efectiva.

Pero la propuesta de una especialización haitiana en la agro-exportación, mientras que la República Dominicana garantizaría la seguridad alimentaria en toda la isla parece arriesgada y difícil de aceptar por el lado haitiano. No se trata de ninguna ambigüedad, tampoco es una posición nacionalista, y mucho menos una posición nostálgica haitiana de autosuficiencia alimentaria como se hiciera en los años 70, ya que la teoría de las ventajas comparativas han formateado las políticas y prácticas del mundo global en que vivimos actualmente.

En ese orden, el gobierno haitiano actual planea aumentar la autosuficiencia alimentaria del 40% que existe hoy día, a un 60% para finales de 2015 y así reducir la inseguridad alimentaria que ha alcanzado el 45% de la población. Sin embargo, le admito al Dr. Camilo su argumentación respecto a la debilidad que presenta la agricultura de Haití la cual ha consagrado el hecho de que la República Dominicana, con o sin negociación, asuma el papel de productora de numerosos rubros agrícolas para 20 millones de consumidores en la isla.

Después de haber sido una colonia exportadora en el siglo 19 para su metrópolis francesa, Haití experimentó en el siglo 20 una política de inversión en la agricultura de exportación durante la ocupación norteamericana de 1915. Los historiadores y los economistas que se han concentrado en estudiar este período son unánimes en reconocer que la política de inversiones para la agro-exportación no estuvo articulada con el resto de la economía lo que condujo a una gran ola migratoria de los campesinos haitianos entre 1915 y 1934 y en los años 50 principalmente hacia la República Dominicana, Cuba, etc.

En la época, muchos pequeños agricultores fueron expropiados para dar paso a las grandes empresas de exportación y otros fueron abandonados por los cierres que provocaron los cambios económicos que se sucedieron en el mercado mundial.

Un siglo después, basar una estrategia de relanzamiento de la producción agrícola solamente contando con las exportaciones haitianas sería otro error similar a la liberalización unilateral de aranceles que se produjo en la década de los 80-90s, sobretodo en este contexto de gran incertidumbre económica de los países de la OCDE.

Con los mercados de productos básicos altamente volátiles, todos los países tratan de mantener un mínimo de soberanía alimentaria con el fin de hacer frente a las diversas crisis. En efecto, confiar su producción alimentaria por completo a otro país presupone que no haya «fronteras» que impidan en cualquier momento la disponibilidad y el acceso en los productos.

Esto también presupone mecanismos de colaboración para la vigilancia y el control de los inventarios y los precios en toda la cadena, desde el productor hasta el consumidor, especialmente en tiempos de catástrofes naturales. Sin embargo, todo esto me parece muy difícil de implementar en el marco de la actual cooperación que existe entre los dos países.

Por último, quiero otorgarle una mayor importancia y significación a la propuesta del presidente Danilo Medina. Un acuerdo comercial entre Haití y la República Dominicana es más que necesario porque no podemos permitir que este mercado de más de mil millones de dólares entre los dos países siga funcionando sin normas adecuadas y sobretodo sin estrategias futuras que permitan satisfacer los retos y aprovechar las oportunidades comunes.

El caso reciente del «salami» es un ejemplo. Ya sea que se trate de la agricultura, las inversiones, las licitaciones públicas, pasando a través de la gestión de las fronteras para lograr la solución de los conflictos, se hace necesario un ambiente moderno que refuerce las sinergias posibles. Les toca ahora a los negociadores producir reglas de juego transparentes, con políticas de competición o de cooperación en beneficio de los 20 millones de habitantes de la isla.

 

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