¿Cuál es el plan de Leonel?

¿Cuál es el plan de Leonel?

Pocos políticos han sido tan elocuentemente transparentes al explicar su visión como lo ha sido el Presidente Fernández. Él quiere modernizar al país, mantener la elogiada estabilidad, aumentar el crecimiento, atraer inversiones y generar intercambios comerciales con un abanico de países para evitar mayor dependencia de uno solo. Aparentemente sintoniza con los anhelos del pueblo, pues pese a los defectos de su gobierno, que no son pocos, había mantenido su popularidad, que va desvaneciéndose. Pero su capricho mayor no es, como luce, el Metro, sino una lealtad contraproducente con algunos de sus amigos o compañeros.

Los líos en que causan algunos de ellos son incomprensibles. Quizás lo más grave no sean los casos mismos, como la Sun Land o los indultos, sino que las meteduras de pata nunca acarrean consecuencias. Hay libertad para equivocarse de lo lindo, que la culpa se le pega al Presidente mientras cada cual sigue su fiesta.

Ese desentenderse de cuestiones graves es lo que a mi juicio ha afectado de manera tan notoria la popularidad del gobierno en las últimas semanas. A veces me parece que hay más gente incómoda con el Presidente por lo que no hace o deja hacer a sus subordinados que por sus propias pifias o fallas.

Si bien la prudencia presidencial es un valor harto escaso entre los políticos latinoamericanos, más entre los dominicanos, y esa virtud, en Fernández, molesta a aquellos que se sienten que él no les ha hecho el caso que creen merecer, también es cierto que un exceso de prudencia genera lo que he dicho antes: parálisis por análisis.  Si al Presidente Fernández sus amigos le estamos reclamando a gritos que ponga más empeño para tomar las acciones de gobierno que se requieren, es porque él ha sido favorecido con los atributos necesarios para hacerlo mejor de cómo lo está haciendo. No es pedirle peras al olmo, es que a él se le debe exigir mucho más que al político común.

A veces las mayores fallas de los gobiernos no son materiales ni reales, sino en las percepciones de aquellos que no han logrado quitarse de encima el peso de sus propios consejos… Quizás nada nuble más la propia visión que la incomprensión de la visión ajena. En el caso del Presidente su visión se entiende, su inacción no.

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