¿Cuál es nuestro modelo?

¿Cuál es nuestro modelo?

A veces nos asalta la vocación de llegar a ser “el Taiwán del Caribe”, que ha basado su éxito económico en un modelo altamente industrializado, orientado hacia la exportación de bienes con  excepcionales proporciones de valor agregado.

Con la misma añoranza hemos mirado a Corea del Sur como el modelo ideal, que tiene, en materia económica, orientaciones similares a las de Taiwán y Japón.

Sin embargo, en ambos casos hemos estado cometiendo el mismo pecado. Queremos sentir el vértigo de la cima alcanzada por estos ejemplos asiáticos, pero no nos esforzamos por hacer la zapata que les ha permitido lograr tanto avance en tan poco tiempo.

Desde el principio, cuando la economía era débil e inestable, estos países asiáticos identificaron la herramienta que más facilita el progreso y se quitaron el pan de la boca para invertir en esa herramienta.

Para sus fines, era aceptable acostarse sin haber comido, pero a nadie se le otorgaba licencia para no educarse.

 Aquí, pisando en firme, nos da brega asimilar esta filosofía para alcanzar el progreso.

Tanto nos cuesta imitar a nuestros héroes asiáticos, que a pesar de consignar en leyes las proporciones de nuestras disponibilidades que deben ser invertidas en educación, preferimos violar esas disposiciones antes que -como hicieran ellos en su momento- quitarnos el pan de la boca para invertir en educar a nuestra gente.

Por eso no resulta novedoso ni extraño que la Secretaría de Educación tenga que lamentar el aplazamiento de las  políticas que dice haber diseñado para impulsar el desarrollo de la educación dominicana, para lo cual, según afirma, necesitaría una asignación de 33,000 millones de pesos.

Es un nuevo aplazamiento que nada tiene que ver con Noel y Olga.

Ya hemos proclamado que pretendemos convertirnos en una sociedad del conocimiento, partiendo de la premisa de que éste garantiza el progreso.

Si ya identificamos la herramienta que permite el desarrollo, empecemos por quitarnos el pan de la boca para hacerla funcionar.

Montecristi

La tragedia que se ha enseñoreado en el Cibao Central y la Línea Noroeste ha arruinado las vidas y economías de  muchas comunidades.

Hacia algunas de esas poblaciones las soluciones y ayuda humanitaria no han llegado con la premura que demanda las necesidades y desesperación de la gente.

Montecristi es un ejemplo que tomamos como referencia para pedir que se acelere el proceso de recuperación en orden de prioridades.

En esa zona se ha agudizado la ancestral escasez de agua potable, pues parte de la tubería matriz del acueducto fue destruida por la riada.

Con una producción agrícola poco diversificada, Montecristi requiere la rehabilitación rápida de zonas de cultivo para restablecer plazas de trabajo que se han perdido por las inundaciones.

Hay que insistir con mayor énfasis en el saneamiento de las zonas inundadas y en hacer valer allí la emergencia epidemiológica dispuesta  por las autoridades.

 En fin, hay que tomar en cuenta que se trata de una zona económicamente deprimida cuya situación se ha agravado por los efectos de las tormentas.

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