¿Cuál identidad? ¿Orgullo nacional de qué?

¿Cuál identidad? ¿Orgullo nacional de qué?

RAFAEL ACEVEDO
Deja mucho qué desear cómo comúnmente se trata el tema de la cultura. Según McLuhan, “la cultura es el negocio”: Para algunas gentes (también para Satanás), “su negocio es la cultura”.

Y me refiero con desazón a este tema, porque nuestros expertos no han examinado a fondo algunas cuestiones primordiales, en cuanto a qué es lo que realmente debe interesar al gobierno y a los sectores que lo suelen acompañar en cuanto a asuntos “culturales”.

Según pareciera, la cultura es sólo asunto de carnaval, bachata y bacanal; o, en el mejor de los casos, de poesía, libros y ferias, y de alguna música instrumental o culta.

En medio de estos afanes “culturales”, uno se pregunta adónde es que estamos buscando nuestra identidad, y en cuáles cosas, nuestro “orgullo nacional”. Porque a menudo estamos enarbolando cosas que ni nos enaltecen ni nos ayudan a ser una mejor nación.

Las naciones con mejores estándares de calidad de vida del continente, Chile, Uruguay y Costa Rica, no tienen   grandes playas, ni carnaval, ni música, ni artistas populares renombrados; tampoco peloteros famosos y ni siquiera grandes hazañas históricas, como tampoco otras cosas de las que aquí nos sentimos tan orgullosos. Sin embargo, en esos países se tienen las mejores cosas a que puede aspirar cualquier cultura y sociedad: civismo, institucionalidad, orden público, seguridad social y pública, salud, educación y calidad ambiental.

De ellos conocemos su orgullo ciudadano, su celo patrimonial, su medioambiente cuidado y limpio. Cualquiera de esas tres naciones puso su empeño en educar su pueblo, en respetar las reglas de juego y en defender el interés nacional. Por ello, los patriotas de la cultura y de la política dominicanos están fuera de camino en cuanto a entender qué es lo que  importa: no los valores externos  al individuo, los que están en personajes, en objetos o en inventadas tradiciones. Los verdaderos valores y cultura que hay que aupar son los que se construyen hacia adentro del individuo, como la educación, el civismo, el amor a la libertad y la democracia, y el amor a Dios, al prójimo y a la Patria. Las cosas que podemos desarrollar a lo interno de nuestro ser individual y colectivo, que nadie nos las puede enajenar. De esas cosas podemos sentirnos legítimamente orgullosos: de lo alcanzado y mantenido con nuestro propio y diario esfuerzo.

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