¿Cuál modelo, señor Presidente?

¿Cuál modelo, señor Presidente?

FIDELIO DESPRADEL
El señor Presidente propuso un «modelo de crecimiento económico sostenible», para erradicar la pobreza y garantizar la estabilidad social. Lo bautizó como «post populista y post neoliberal». O sea, una especie de equilibrio entre el papel del Estado como garante de las políticas sociales, y el mercado como distribuidor de los factores productivos.

A las élites sociales, económicas y políticas del país, y a las instituciones y gobiernos extranjeros, que sirven a las multinacionales que dominan la economía mundial, les encantan estos juegos de palabras, mucho más cuando estas son exhibidas por los altos dignatarios y por los intelectuales, en los fastuosos encuentros donde se come y se bebe bien, y nada se resuelve.

Pero la realidad es que más de 5 millones de dominicanos y dominicanas piensa que el l país va por mal camino y que el año que viene su situación será peor. Y otra realidad es que durante más de 50 años la República Dominicana ha tenido el crecimiento promedio del Producto Bruto Interno más  alto de América Latina, y sin embargo, está en el penúltimo peldaño en lo que se refiere al llamado desarrollo humano. Y es sabido que durante esos largos 50 años, dignatarios e intelectuales se han cansado de embobar a las gentes con sus discursos, mientras la vida sigue su trágico discurrir.

Tal como dice el señor Presidente, el problema es el modelo económico. Dice el doctor Fernández que hay que cambiarlo. Estamos de acuerdo. ¿Pero qué cambio está en el discurso y en la práctica del señor Presidente y por qué cambio debemos propugnar los que luchamos por cambiar el rumbo fatal del país? 

Vamos, tan sólo, a plantear algunas hipótesis:

A diferencia de lo que se dice, las élites económicas dominicanas no son hijas de la ley 299 (gobierno de Balaguer; año 1967-68) sino sus padres. O sea, la práctica que aplicó el viejo grupo comercial e industrial dominicano había nacido diez o veinte años antes, en plena era de Trujillo, y esta era una práctica oligopólica, donde un pequeño grupo, a expensas de todo el país, establece, y administra el gobierno, las instituciones y las reglas. O sea, la cultura de los sectores sociales y económicos dominantes es oligopólica. Lo del libre mercado, competencia y lo del gobierno como facilitador del desarrollo, es un discurso diseñado para engañar a la opinión pública.

¿Son estos los mismos grupos que en 1965? ¡No! Crecieron enormemente; se diversificaron, adaptándose a cada situación, pero conservaron su visión oligopólica, el uso abusivo del Gobierno, el control del Congreso, del Poder Judicial y de todas las demás instancias de decisión, como son, entre otras, la Junta Monetaria, los Consejos más importantes y otras.

De esta forma, pasaron, de ser grandes comerciantes y socios menores de Trujillo, a un tipo de «industriales» que impusieron a sangre y fuego las prácticas heredadas de sus antecesores, incluyendo golpe de Estado, apoyo a la intervención norteamericana, apoyo incondicional a la política criminal de Balaguer y muchas otras prácticas, contrarias al discurso vacío del libre mercado y demás baratijas neoliberales. En medio de este proceso, fueron formando poderosos grupos oligopólicos, creando bancos y grupos financieros, donde convergían y convergen los poderosos grupos «industriales», de zonas francas, turísticos, el dinero «sucio», el gran comercio, y muchos otros renglones, en todos los cuales aplican su cultura primigenia del oligopolio, del control del gobierno, del congreso, de la justicia, de la junta monetaria y demás instancias de decisión. Y claro está, cada grupo ha creado un gigantesco poder mediático (prensa) y un ejército de comunicadores.

¿Y el resto del aparato económico, que constituye la inmensa mayoría, tanto en número, como en capacidad de producir empleo y generar riquezas? Todos estos sectores, que, repito, constituyen la inmensa mayoría, tienen un papel subordinado, y lo que es una consecuencia de ello, son obligados a observar impotentemente que el grueso de las nuevas riquezas producidas cada año en el país, pase a engrosar las cuentas bancarias, y el poder, de los sectores que dominan la economía del país desde que tumbaron al presidente Bosch en 1963, y apoyaron la intervención militar y a Balaguer, en 1965 y 1966.

¡Por esos caminos anda el modelo económico actual, señor Presidente! Claro, estas notas tan solo esbozan el problema. Pero por ahí es que anda la tragedia nacional. Y el país necesita que se le hable la verdad. No que se le confunda con palabras huecas sobre «el desarrollo incluyente», el «cambio de modelo» o el modelo «post populista y post neoliberal», que a fin de cuentas, lo único que consiguen es que todo siga igual, y que se precipite, cada vez más, la carrera al abismo, hacía donde nos han venido empujando las élites sociales, económicas y políticas, y los gobernantes que los dominicanos y dominicanas hemos tenido que soportar. Todo ello con el beneplácito del poder extranjero.

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