¿Cuál será el futuro de la OEA?

¿Cuál será el futuro de la OEA?

HUGO GUILIANI CURY
En estos días se han reunido los cancilleres de los treinta y cuatro países que integran a la OEA para celebrar la XXXV Asamblea General de ese organismo. Este es el órgano que tiene la potestad de decidir sobre las políticas generales, determinar la estructura organizativa y las funciones de la organización.

Cuando se analizan las actas de las sesiones celebradas para elegir a los secretarios generales de esta organización desde 1948 al presente, uno se da cuenta que al inicio del mandato de los nuevos secretarios generales todo es euforia dentro de un ambiente lleno de optimismo y promesas de cambiar el rumbo de la OEA para hacerla una organización más efectiva.

Terminadas esas reuniones los ministros presentes, se retiran hacia sus respectivos países a realizar las funciones de los cargos que desempeñan. A partir de ahí ellos y sus gobiernos se olvidan de la OEA y dejan a cargo del Secretario General recién electo todas las actividades de la organización y ahí radica la principal falla. A medida que el tiempo transcurre, nada hacen los gobiernos a favor de la OEA y al final del mandato de cada secretario, este sale frustrado y reina el descontento con la situación de la OEA entre los países miembros. Un ejemplo lo podemos ver en el 1984 cuando Alejandro Orfila había renunciado y se procedía a elegir a Joao Baena Soares. En ese entonces el representante de Bolivia Salazar Paredes dijo lo siguiente: «De alguna manera se han distorsionado las funciones de la organización. Institucionalmente existe un sentimiento de frustración en todo el aparato del sistema. Es imperativo que devolvamos a esta organización su verdadera misión de preservar la paz y la seguridad del hemisferio. Podemos iniciar un proceso de cambio en esta organización y si no lo hacemos perderemos una gran oportunidad». Esos conceptos del boliviano Salazar Paredes, todavía son válidos veinte años después y es así como la historia se hace repetitiva en nuestra organización regional. En esta Asamblea, al inicio de un nuevo mandato surgirán expectativas y esperanzas de una OEA que podría ser mejor. Sin embargo, de las esperanzas a la realidad hay que recorrer un largo trecho y para poder hacerlo hay que entender lo que ha ocurrido y hacer las correcciones necesarias. Durante décadas la OEA ha venido teniendo dificultades financieras y esto la ha llevado a tener que reducir el personal de unos 1678 empleados en el 1972 a unos 650 que actualmente posee. Los gobiernos miembros no han querido que se les aumente la cuota y a la OEA prácticamente la mantiene Estados Unidos que cubre el 57% del presupuesto de esa organización. Cuando uno analiza la estructura organizativa actual se da cuenta que existen organismos y funciones que no deben estar dentro de la OEA y que ésta debe dedicarse únicamente a lo que son sus funciones prioritarias. Es posible que algunas de las actividades que se realizan sean importantes para nuestros países pero estas no son las funciones para lo cual la OEA fue creada y además son repetitivas con las realizadas por otros organismos de la región. Lo que se tiene es una estructura con múltiples funciones, un personal con baja remuneración y poca motivación lo que unido a problemas financieros, han dado como resultado el hoy tener una OEA en crisis. Esta realidad nos causa pena y preocupación ya que nuestro principal organismo regional a nivel político ha perdido importancia y se ha mostrado incapaz de hacer las reformas estructurales que necesita y de cumplir con su rol hemisférico.

La OEA tiene necesidad de una nueva visión y de un profundo cambio. Ese cambio tiene que hacerse en diferentes direcciones, comenzando con una profunda reforma en su propia estructura, la cual debe orientarse a limitar las funciones de la organización a lo que son sus objetivos y prioridades, estas son:

* Mantener la paz y la seguridad hemisférica.

* Consolidar los procesos democráticos y los derechos humanos.

* Coadyuvar en el desarrollo económico y social.

Para cumplir con su misión, la OEA tiene que concentrar sus esfuerzos en cada una de esas áreas. En lo que concierne a la Seguridad Hemisférica, la realidad es que después de Septiembre 11, 2001, Estados Unidos, la primera potencia a nivel mundial, vio violada la seguridad de su territorio, y su población desde ese entonces se ha sentido amenazada. Estados Unidos tiene motivos suficientes para querer asegurarse de poseer la seguridad que aspiran tener sus ciudadanos, lo que a su vez incide en sus vecinos, que son los países que forman parte de la OEA. En consecuencia y como el problema de la seguridad de los Estados Unidos no es sólo de los estadounidenses, sino que es también nuestro, debemos acoplarnos a esa realidad. En consecuencia siendo la OEA el organismo político de la región y ocupando el tema de la seguridad la máxima prioridad para Estados Unidos, es entonces a esta organización a quien le corresponde asumir a plenitud esas importantes funciones a nivel hemisférico.

La otra prioridad de la OEA es la consolidación de los procesos democráticos en América Latina. Hemos avanzado en ese aspecto, pero todavía hay mucho que hacer y la OEA puede ayudar a su consolidación. La OEA para poder lograr esto necesita ser más efectiva y que sus decisiones tengan un mayor peso en este campo. Esto podría significar que tengamos que perfeccionar la Carta Democrática de la organización y con una organización más ágil que actúe oportunamente se podrían evitar las alteraciones al Estado de Derecho que es lo que luego conduce al resquebrajamiento del orden democrático en nuestros países.

En materia económica la OEA podría ser el organismo coordinador a nivel político de los programas de desarrollo en la región. Actualmente, numerosas organizaciones regionales trabajan y actúan dentro del hemisferio en forma dispersa en el área económica. La dispersión disminuye la efectividad y hace perder valiosos recursos humanos y financieros. La OEA como principal organismo político a nivel regional podría constituirse en un ente aglutinador y coordinador de los esfuerzos humanos y de los recursos financieros que se destinan a nuestros países. Es decir que podría convertirse, no sólo en una instancia para debatir los problemas políticos, económicos y sociales del continente, sino también, en el ente coordinador de los programas de desarrollo y de la ayuda financiera a nivel hemisférico.

Tengo esperanzas de una mejor OEA y podemos comenzar dándole un buen puntaje al nuevo secretario de la OEA por los tres valiosos planteamientos que ha hecho en los pocos días que tiene en el cargo, estos son:

1. La redefinición de las prioridades básicas de la OEA.

2. Que la crisis en Haití debe ser enfrentada en lo económico y que Estados Unidos, Francia y Canadá no deben desligarse de este asunto. Igualmente el hecho de que la situación de Haití ha afectado negativamente a República Dominicana.

3. La necesidad de establecer un mecanismo que sirva para prevenir las crisis políticas en América Latina.

Desafortunadamente la XXXV Asamblea terminó sin que pudiéramos ponernos de acuerdo en asuntos que revisten una enorme importancia para la región, como lo es establecer un mecanismo de supervisión a nuestros procesos democráticos. Los hechos ocurridos en Bolivia, mientras se celebraba la Asamblea de la OEA, demostró una vez más la fragilidad de nuestras democracias. No hay tiempo que perder y la OEA debe cambiar para bien de nuestras naciones y de la unidad latinoamericana. Quizás así evitaríamos que su bello edificio se convierta en un «museo», como señalara el distinguido periodista Andrés Oppenheimer.

El doctor Alberto Lleras Camargo, cuando se retiraba por renuncia de la secretaría general de la OEA dijo algo que todavía hoy, medio siglo después, sigue siendo una realidad.

«La Organización por eso, no es ni buena ni mala en sí misma, es lo que los gobiernos miembros quieren que sea, y no otra cosa. Las debilidades de la organización son las de los gobiernos: flaqueza en su capacidad para actuar coordinadamente y en conjunto con los demás».

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