Desde su incursión formal en la carrera presidencial, la vicepresidenta Kamala Harris ha impregnado de entusiasmo a la campaña demócrata, logrando de esta forma incrementar las posibilidades de obtener el triunfo en las elecciones del 5 de noviembre. De acuerdo con el analista estadístico estadounidense Nate Silver, las probabilidades de los demócratas de ganar las elecciones en el colegio electoral antes del 21 de julio eran del 43 %. Hoy, las probabilidades de los demócratas de ganar las elecciones en el colegio electoral son del 56.7 %. Por tal razón, Kamala Harris tiene una oportunidad real de convertirse en la primera mujer presidente de los Estados Unidos y, por consiguiente, vamos a tratar de analizar cuál sería su política económica en caso de llegar a ocupar el Despacho Oval.
Hasta el momento, al igual que Donald Trump, la vicepresidenta Harris no ha develado un plan económico detallado que aplicaría durante su gestión. En un evento de campaña en Raleigh, Carolina del Norte, la semana pasada, dijo que va a aumentar los impuestos de aquellos individuos que devengan salarios por encima de los US$400,000 al año, a los niveles previos al 2017. De igual manera, ha dicho en reiteradas ocasiones que va a aumentar los impuestos corporativos del 21 % al 28 %. El exsecretario de Trabajo de los Estados Unidos en la administración del presidente Bill Clinton, Robert Reich, dice que Kamala Harris debe centrar su plan económico en atacar el aumento de precios, enfocándose en destruir los oligopolios que existen en la industria de los procesadores de alimentos y las petroleras, que según el exsecretario Reich son los mayores causantes de la galopante inflación que ha afectado a las familias estadounidenses en los últimos tres años.
El argumento esgrimido por el exsecretario Reich parece populista, pero los datos dicen todo lo contrario. De acuerdo con un estudio publicado en 2023 por el think tank Economic Policy Institute, con sede en Washington, DC, entre 1979 y 2019, las ganancias de las corporaciones solo fueron responsables del 11 % del incremento de precios en los Estados Unidos durante ese período. Mientras que, desde el segundo trimestre de 2020 al tercer trimestre de 2022, esas ganancias récord, que sobrepasaron los 2.1 billones de dólares en el tercer trimestre de 2022, representaron el 53.9 % del incremento de los precios. Como pueden apreciar, el mayor peso en la espiral inflacionaria en los Estados Unidos lo tiene la especulación corporativa, y no un aumento del salario de los trabajadores que en ese mismo lapso solo ha representado el 7.9 % del incremento ni un aumento significativo del agregado monetario M1 durante la pandemia.
El camino que debe seguir la vicepresidenta Harris en materia económica debe ser continuar con el legado del presidente Biden. Muchos se preguntarán: ¿Cuál es el legado económico que deja Joe Biden a su paso por la presidencia? El presidente Biden, con su política económica, derrotó a más de 40 años de políticas económicas de la oferta y de neoliberalismo iniciadas en la administración del presidente Ronald Reagan, que dio como resultado un mayor nivel de concentración de riquezas entre las capas más acaudaladas y un estancamiento significativo del salario real de las capas medias y más empobrecidas, ensanchando así la brecha de la desigualdad económica.
En el período denominado “Acuerdo de Capital de Trabajo” o “Capital Labor Accord” en inglés, que comprende desde 1945 hasta 1970, es la época de postguerra donde la sociedad estadounidense alcanzó mayor esplendor económico y mayor inclusión social. En dicho período, la clase media estadounidense representaba un 61 % de la población de ese país para 1971, según cifras ofrecidas por el American Institute for Research; esto se debió a las conquistas laborales y a una economía que dependía mucho del proceso de industrialización, en especial del sector manufacturero. Hoy en día, según ese estudio, la clase media en los Estados Unidos solo representa el 50 % de la población, y su salario real se ha mantenido estancado por poco más de dos décadas.
Con la financiarización de la economía global a partir de la década de los 70 del siglo XX, donde la desregulación financiera pasó a ser la norma por el desmonte del Capital Labor Accord estadounidense (1945-1970), que viene siendo el equivalente al Estado de Bienestar europeo, debido al estancamiento económico que sufrió los Estados Unidos durante esa década, los políticos de la derecha decidieron pasarle la antorcha del crecimiento a los mercados financieros, y la era postdepresión que sirvió para apuntalar el crecimiento por una generación quedó en manos del gran capital financiero.
Dado este contexto histórico, el primer paso del presidente Biden en derrotar al neoliberalismo de Reagan y Thatcher fue la respuesta rápida y efectiva que su administración brindó a la población estadounidense no solo para superar la crisis sanitaria provocada por la pandemia, sino para tomar las medidas económicas de corte fiscal para sacar al país de la recesión. Una muestra de ese arrojo por salvar a la clase media y a los pobres del abismo económico fue la aprobación del paquete de estímulo denominado American Rescue Plan por parte del Congreso, por un valor de US$1.9 billones, muy diferente al paquete de estímulo que sometió Barack Obama al Congreso en febrero de 2009 por un valor de US$787,000 millones que según describe Paul Krugman en su libro End This Depression Now (publicado en 2012), por la limitación de ese paquete de estímulo de la administración de Obama y por obsesionarse con la reducción del déficit en un momento de crisis, todavía la economía estadounidense para ese momento no había superado los efectos de la Gran Recesión provocada por la crisis financiera de 2008.
Otro aspecto que evidencia que el presidente Biden derrotó el Reaganomics fue su iniciativa de impulsar un plan de infraestructura como el Build Back Better, por un valor de US$550,000 millones, que no solo se limitó a remozar puentes y carreteras que no se hacían desde la década de los 50 del siglo XX, sino que le dio acceso a internet a los hogares más pobres, se mejoraron los servicios de agua y saneamiento, y también se ha impulsado la generación de energía limpia. Vale la pena mencionar el Inflation Reduction Act, que ha ayudado a reducir los costos de los medicamentos a los envejecientes.
Sin dudas, el presidente Biden ha logrado con su política económica que la economía estadounidense funcione para la clase media, y esa debe ser la visión económica que debe implementar la vicepresidenta Harris en caso de resultar electa en noviembre, y no dejarse azuzar por los cánticos de sirena que le exijan renovar los recortes de impuestos a los más ricos.