Es más, me presenté ante ustedes con tanta debilidad que temblaba de miedo. 1 Corintios 2: 3
Es importante reconocer cuáles son nuestras áreas débiles que nos dominan y no nos dejan avanzar, manteniéndonos en un estado de mediocridad, conformismo y aceptación, ya que éstas son como la noche; no se dejan ver ni sentir, haciéndonos tropezar con todo.
Lo primero que debemos hacer es pedir ayuda al Señor para que muestre cuáles son, segundo es aceptar que están en nosotros, tercero es el deseo de vencerlas y cuarto es pelear para arrancarlas.
La ayuda de los que están a nuestro lado es beneficiosa. Ellos contribuirán también en todo el proceso, ayudándonos a no desmayar, a superarnos, exhortándonos para un cambio mejor.
No nos encerremos creyendo que no hay algo que cambiar, porque sí hay. Pero el orgullo, una de las más fuertes debilidades, no nos permite aceptar que hay otras no rendidas en las manos de nuestro Señor, para que Él las trabaje y nos perfeccione.