¿Cuándo comienza la vida humana?

¿Cuándo comienza la vida humana?

 M. DARÍO CONTRERAS
Detrás de la gran controversia del derecho al aborto se encuentra la pregunta, y su respuesta, de cuándo comienza la vida humana. La posición de los que profesan la fe católica insisten en afirmar que la vida se inicia al mismo momento de la concepción, es decir, en el instante en que se unen el esperma masculino con el óvulo femenino.

 Debemos reconocer, sin embargo, que más allá de lo físico y lo biológico, el ser humano está dotado de lo que llamamos conciencia, es decir, de auto conocimiento y del sentido de la temporalidad, atributos los cuales son los que definen a una personalidad humana. ¿Puede un ser humano considerarse como tal sin poseer estos atributos? Parece ser que estos atributos comienzan a manifestarse a partir del tercer mes de la concepción, según los entendidos en la materia. Los que defienden la posición religiosa responderían que la vida humana se inicia al momento en que el alma se acopla con el cuerpo, hecho que ocurre, según Santo Tomás de Aquino, a los 42 días después del inicio de la preñez para los varones y 90 días para el feto femenino.

Otros, con una visión más científica, proponen otras fechas cónsonas con la supervivencia del feto humano y con las características propias de la personalidad, que van desde los catorce días del inicio del embarazo hasta el momento mismo del nacimiento. Más allá de estas argumentaciones, existen otras posiciones relacionadas con la vida y el bienestar de la madre. Si la vida de la madre, que a su vez tiene otros hijos que dependen de ella, estuviera en peligro de muerte por su embarazo, hay quienes sacrificarían al feto en lugar de la madre. Sería el caso de escoger el menor de los males posibles, que se justificaría por redundar en el mayor bien a la mayor cantidad de personas, según la ética utilitarista preconizada por Jeremy Bentham. De acuerdo a esta línea de pensamiento, el aborto sería aceptable en caso de que el mismo no produjera dolor al feto, lo que se teoriza como la semana veintitrés a partir de la concepción.

¿Qué dirían los que se oponen al aborto, por cualquier motivo, si la madre tuviera que recibir quimioterapia, lo que pondría la salud y la vida del feto en peligro inminente? ¿O el caso de una mujer violada por un sicópata infectado por el virus del Sida que salga en estado de preñez? Nos parece que en estas situaciones nos abocamos a decisiones de carácter individual que, de alguna manera, la ley debiera de considerar. Es muy fácil, para desde fuera, juzgar a nuestros semejantes como infractores de la ley, cuando el dolor y el sufrimiento son ajenos. En casos como éstos debe permitirse que cada quien asuma su cuota de responsabilidad ante la justicia divina.

Los seres humanos estamos condenados a asumir posiciones que conllevan responsabilidades y consecuencias, nos guste o no nos guste. Este es el serio dilema existencial invocado por el Hamlet de Shakespeare, «ser o no ser». No todo se puede prever o tipificar en las leyes. Lo que sí debemos hacer es inculcar, a través de la formación familiar y la escolar, el sentido de la responsabilidad hacia el prójimo y para con nosotros mismos. No debemos pedir más de los otros de lo que no estamos dispuestos a dar. Existe una fina división entre lo que debe considerarse como perteneciente a lo privado y personal, y aquello que debe ser objeto del control social.

República Dominicana, según un estudio del Centro de Estudios Sociales y Demográficos, tiene unos 82,000 abortos por año, mientras otros lo llevan a la cifra a 100,000. Desafortunadamente, la actual legislación, que penaliza el aborto, no ha impedido la comisión de miles abortos y muertes de muchas madres, especialmente de adolescentes menores de 19 años. En nuestra opinión, con ley o sin ley, los abortos han de continuar. Por lo menos, permitamos que en comprobadas y determinadas circunstancias el aborto sea permitido y de esta manera aliviemos el sentido de culpabilidad que embarga a toda madre que se ve en la necesidad de tener que perder el fruto de su vientre bendito.

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