¿Cuándo devaluar la moneda?
¿Cuándo una devaluación logra sus objetivos?

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Uno de los elementos determinantes de la política económica en una economía pequeña y abierta ha sido la función que desempeña la política cambiaria. Esta representa el vínculo comercial y financiero en el país con el exterior y su manejo ofrece importantes repercusiones con respecto a la estabilidad económica global del sistema y en relación con la creación de las condiciones que faciliten una adecuada asignación de recursos entre los sectores productivos.

La estrategia de crecimiento económico escogida por la República Dominicana durante las últimas décadas ha estado fundamentada en un “desarrollo hacia fuera”, permitiendo así abrir la economía al comercio internacional y fomentando el desarrollo de los sectores que generan divisas. En el logro de dicho objetivo, la política de fijación de un tipo de cambio real “alto” ha jugado un rol preponderante.

No obstante, la condición de economía abierta permite que la economía dominicana se convierta en un país particularmente sensible a las contingencias de una recesión económica internacional. Una devaluación del dólar en los mercados internacionales motiva que el peso dominicano pueda revaluarse en igual medida. Esto se traduce en una importante pérdida de competitividad de la industria nacional de bienes transables. Y valorizadas en monedas distintas al dólar estadounidense, las exportaciones se hacen más caras y las importaciones más baratas, lo cual desincentiva a las primeras e incentiva a las segundas.

Los desajustes.  Cuando en la economía dominicana ha predominado la adopción de un régimen de tipo de cambio fijo, la eventual pérdida de reservas internacionales del Banco Central ha llegado a producir una contracción en el resultado de su base monetaria. Así, es de suponer que una reducción de los saldos monetarios induzca siempre a los agentes económicos a ajustar los saldos deseados de dinero al efectivo, principalmente a través de la disminución del gasto agregado en consumo e inversión.

Pero, tradicionalmente, esa alternativa de equilibrar el mercado monetario a través de un movimiento de capitales externos ha resultado poco viable, en momentos en que el país ha debido enfrentar dificultades en la obtención de créditos externos de mediano y largo plazo, enfrentando además la existencia de una cuenta de capitales de corto plazo cerrada. Es ésta situación la que ha dado motivo a que las tasas de interés se hayan incrementado considerablemente en años precedentes, reforzando con ello la caída en el gasto, particularmente en inversión.

En materia de comercio exterior, cuando un país presenta un exceso de gasto con respecto a sus ingresos esto es lo mismo a decir que su balanza de pagos presenta un déficit en su cuenta corriente. Y ese nivel de déficit, medido a través del peso en el Producto Interno Bruto (PIB), plantea la necesidad de tener que ajustar el tipo de cambio nominal para buscar equilibrio en las cuentas externas. Así, pueden destacarse principalmente dos elementos de orden interno que tienden a demorar y a hacer rígido el proceso de ajuste impuesto a la economía nacional como consecuencia del desequilibrio externo: la rigidez en los salarios reales y el alto costo del crédito.

La rigidez a la baja de los salarios reales, en momentos en que los salarios nominales y la tasa de inflación resultan ser bajas) impone a su vez una rigidez a la baja de los bienes no transables, provocando con ello un deterioro en el tipo de cambio real. La rígida permanencia de los salarios se constituye así en el segundo factor (el primero lo es la revaluación del peso) que resta competitividad a la industria nacional de bienes transables, al impedir que los costos de esta actividad se reduzcan en forma consistente con los precios de los productos.

Por su parte, la permanente alza en el costo real del crédito interno, introduce un tercer elemento que le resta competitividad a la industria de bienes transables, obligándola a operar con un costo financiero excesivamente alto, influenciado también con los cambios ocurridos en las tasas internacionales de interés.

La sobrevaluación de la moneda en una economía puede ocurrir independientemente del sistema cambiario que se encuentre en vigencia. Casi siempre, las presiones producto de desajustes fiscales o de balanza de pagos tienen por resultado patrones que alteran el comportamiento de los precios y los salarios internos. Esto implica que el tipo de cambio nominal de una economía tenga que ajustarse plenamente para que refleje esos mayores costos. Pero a menudo no es eso lo que ocurre.

Y es por ello que el tipo de cambio real se valoriza. Como el nuevo tipo de cambio no es ya un tipo de cambio de equilibrio, los gobiernos se ven ante la necesidad de recurrir entonces a una de cuatro medidas: (1) reducir la actividad económica mediante la política monetaria o fiscal; (2) establecer controles cuantitativos a las importaciones; (3) aumentar el nivel de endeudamiento; o (4) valerse de las reservas internacionales para financiar el déficit y ajustar el tipo de cambio. Al cabo de un tiempo, todas estas medidas se hacen siempre insostenibles.

¿Cuándo sí, y cuándo no?
El tipo de cambio desempeña un doble papel fundamental en un país: (1) determina la competitividad de la producción nacional frente al extranjero y (2) puede servir de “ancla” al sistema de precios internos. Ambos objetivos pueden resultar, en ciertas circunstancias, irreconciliables. Si el tipo de cambio está en equilibrio, el gasto total se asigna adecuadamente entre los bienes de origen nacional e importados, y la producción nacional compite eficazmente con la extranjera; si el tipo de cambio se queda rezagado (sobrevaluado), los productos extranjeros se vuelven comparativamente más baratos frente a la producción nacional, aumentan las importaciones, las exportaciones pierden su competitividad y se produce un déficit en la cuenta comercial de la balanza de pagos.

Ese déficit se puede financiar, o controlando excesos en los gastos, o con endeudamiento externo que eviten ajustes en el tipo de cambio. Y tal proceder, si se exagera, penaliza la competitividad del sector exportador afectando así el nivel de producción y el crecimiento.  

Con frecuencia, en la práctica existen también al menos tres grandes propuestas alternativas para lidiar ante los efectos de una devaluación cambiaria en la actividad económica. Primero, están las explicaciones que enfatizan sobre del deterioro que una devaluación cambiaria produce sobre la restricción externa. Segundo, están las explicaciones que centran la atención en el impacto de una devaluación cambiaria sobre la oferta global de la economía (bien sea a través del impacto sobre la cantidad ofrecida de trabajo vía el deterioro del salario real, o por el impacto de una devaluación sobre la relación costo-precio de las empresas).

Y tercero, están las explicaciones que centran la atención sobre la demanda global de la economía (a través de la ejecución de una política monetaria restrictiva, o vía las variaciones en el monto de la deuda externa). La política cambiaria de un Banco Central está diseñada para ajustar el tipo de cambio, según se comporten el diferencial inflacionario y la balanza de pagos. Ahora bien, se ha llegado a sostener que una devaluación insuficiente, en vez de calmar, más bien ha logrado en ocasiones inflar las expectativas del mercado.

En cambio, cuando es excesiva, se castiga innecesariamente a la población. De igual manera, la política fiscal influye en el tipo de cambio, pero ni los gastos ni los ingresos públicos están bajo el control de las autoridades monetarias. En tales circunstancias, no se podría dar un salto al vacío. Por ello, si el ajuste no llega vía la política fiscal, deberá entonces provenir definiendo un monto de devaluación cambiaria deseado trazando como objetivo el comportamiento de las tasas de interés. Allí, necesariamente habría que escoger entre evitar una eventual crisis cambiaria o evitar una eventual disminución en el crecimiento de la economía. 

La cifra

13.74%  ha sido la tasa  de devaluación promedio del tipo de cambio nominal de la economía dominicana entre los años 1987 y 2007. Tradicionalmente, en años estables, las depreciaciones cambiarias han oscilado en un rango promedio entre 2 y 4% anual.

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El ajuste cambiario
Cuando una economía  experimenta desequilibrios lo recomendable es primero ajustar las finanzas del gobierno a través de un nivel de gasto público compatible al comportamiento óptimo de los agregados monetarios y al crecimiento de la economía. De no ser así, otra vía sería optar por devaluar el valor de la moneda nacional tomando en consideración un patrón objetivo de comportamiento basado en los niveles de las tasas internas de interés, la tasa de inflación y en las metas cuantitativas de restricción de los medios de pagos.

En ambos sentidos deberá considerarse evitar proporciones incompatibles en la tasa de crecimiento de la economía en momentos en que una coyuntura desfavorable pueda proyectar disminuciones en el ritmo comercial de las ventas y, por tanto, en caídas de los agregados económicos.

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