En estos tiempos de reclusión, muchos tienen la necesidad y el ocio suficientes para preguntarse sobre sus derechos y sus capacidades de hacer cosas, especialmente, los que por primera vez hacen tareas que nunca hicieron, y comparten temas y situaciones con su esposa e hijos.
La libertad y el libre albedrío pertenecen al campo filosófico, ético, jurídico, científico, psicológico y vivencial. Muchos piensan en que son libres porque no están en la cárcel, ni nadie los está obligando a hacer lo que no desean. Y se sienten libres de expresarse, asistir a una iglesia o a otra, moverse y movilizarse, o sea, de actuar a lo que creen que es exclusivamente su propia voluntad.
Por cierto, no hay manera de ejercer la voluntad propia, ni de accionar de una determinada manera, sin que ello tenga consecuencias.
No solo las condiciones presentes y pasadas influyen en nuestras decisiones presentes, que suponemos libres; también influyen las consecuencias probables de nuestras acciones supuestamente libres.
En matemáticas pareciera más sencillo: no hay manera de que algo ocurra si no están presentes, en la actualidad, todos los factores que determinan la consecuencia. No hay efecto sin causa, según ecuaciones y teoremas.
Hace poco se hizo conocido el denominado “Efecto Mariposa”: El aleteo de una mariposa en Filipinas puede terminar siendo parte de la causa eficiente de una tormenta que abate a New York.
En el Cibao, por un gas intestinal hubo varios muertes y enemistades generacionales entre familias y vecindarios, según contaba un tal Seño Ambrosio.
El efecto aleteo entra en la ecuación alterando una situación de perfecto equilibrio. Cuando vas en bicicleta, una ínfima piedrecita puede hacerte perder el equilibrio, y caerte.
Solo cuando puedes mantener el equilibrio tienes control y elección de hacia dónde ir. En tu automóvil, controlas del acelerador y del guía. Ambas situaciones te producen tranquilidad y también cierta euforia. No así los taponamientos del tráfico; ni la pobreza, o la enfermedad.
La pandemia nos produce frustración, desesperanza, ansiedad y, a menudo, agresividad.
Los que están acostumbrados a controlar suelen ser los más violentos y angustiados.
El médico pide que asumamos el papel de “paciente”, o sea, la primera condición para ser sanados, según los sociólogos de la salud.
Dios, similarmente, te propone que te apartes y te sosiegues, y luego tomes los consejos que él te da. Muchos desconfían y hacen cosas que Dios no dijo; así no tienen que agradecer, ni se comprometen emocional ni espiritualmente.
Para montar aprender a montar bicicleta debes seguir las instrucciones de quien nos ayuda. Así aprendes a mantener el equilibrio; entonces sientes que tienes libertad para ir hacia algún lugar.
Es lo que Dios quiere que hagas respecto a las leyes de la naturaleza, de tu propio organismo, tu psiquismo y tu espíritu: así lograr que tu voluntad se haga una con la de él.
Solamente cuando tu y Dios se ponen de acuerdo sobre cómo mantener el equilibrio y el control, el sale a pasear, montando contigo, en tu bicicleta.