Cuando Dios no cree en la gente

Cuando Dios no cree en la gente

Siempre ha habido gente que sabe que Dios existe pero que actúa como si no existiera. También hay gentes y pueblos en los que Dios no cree, de quienes no espera obediencia ni estima. Pueblos que se dicen creyentes, que no pasan de ser idólatras, adoradores de sí mismos, santeros, beatos y ritualistas, que dicen ser católicos sin saber ni importarles que ser católico implica ser cristiano.

Dios no les cree a los pueblos que no oran ni obedecen sus mandamientos ni estatutos. Porque sabe que ellos, en el fondo, esperan poco o nada de Dios.

El domingo pasado, en nuestra iglesia, seguramente al igual que en muchas otras, se hizo una oración larga y prolongada, agarrados de manos, por el próximo presidente de la República. Y por el saliente. Se reveló allí que el Presidente Medina se reunió con un grupo de religiosos y les pidió que orasen por su gobierno, para que Dios le provea para poder cumplir sus planes y sus promesas de campaña. También oramos por el presidente Fernández, para que Dios lo ayude a entender lo que hizo mal, lo que hizo bien y lo que bebió hacer que no hizo; y para que la soledad, aún relativa, no lo produzca tristeza.

Esas son las cosas que los creyentes estamos obligados a hacer, a desear y promover que haya perdón y conciliación en el pueblo, pero sobre todo arrepentimiento y enmienda.

Es difícil, aun para gente de fe y oración, olvidar y perdonar los daños que desde el poder se le hacen a diario a nuestro país, en especial, por cuando se ha tenido la oportunidad de servir con honra y honor a Dios y al pueblo, como lo jura el Presidente al momento de asumir el mandato.

Aun en medio de tanta desesperación, de pobreza perversamente inducida, y  a pesar del tétrico panorama institucional y de descomunal deuda pública, con el presidente Medina se abre una nueva oportunidad de que nos vaya mejor, si le creemos a Dios. Él puede dignarse a proveernos. Muchas gentes tienen una secreta y tenue esperanza de que este otro hombre pueda tener la sabiduría y la entereza suficientes para hacer un gobierno razonable, acaso bueno. También tenemos el temor de frustrarnos de nuevo. Pero es buen augur que el presidente Medina se reúna con siervos de Dios y pida intermediación para que Dios bendiga nuestra nación en su mandato.

Los religiosos convocados le creyeron a Medina, porque en la iglesia hubo oración fervorosa y ungida, de gentes que han entendido que sin Dios no vamos para ninguna parte.

Porque no importa cuanta riqueza se produzca en nuestras minas (malamente concesionadas), ni cuantas reformas impositivas (desastrosamente administradas) se realicen; ni cuanto aumente el PIB, mientras persiste la mala fe, la voluntad enfermiza de  políticos y servidores públicos, de  comerciantes y gentes del pueblo. Sólo… “si nos arrepentimos de nuestros malos caminos, Dios perdonará y  sanará nuestra patria” (II Crónicas 7:14).  

Publicaciones Relacionadas

Más leídas