La presión emocional puede volverse inmanejable
Todos hemos sido testigos de gente que pierde el control emocional ante las situaciones estresantes: el jefe que acaba la reunión en la oficina volcando los papeles o el hijo en una rabieta de esas violentas o una agria discusión familiar o entre amigos por mil razones, máxime en estos tiempos que todos estamos con grados de estrés muy variables ante esta realdad viral.
La presión emocional puede volverse inmanejable y en esas circunstancias puede que usted estalle frente a los compañeros de trabajo, los amigos o los familiares. Puede que usted lo atribuya a que ha tenido un mal día y quiera seguir adelante pretendiendo que nada ocurrió.
Es muy probable que los demás no estén dispuestos a olvidar esos violentos impases tan rápido. Bien sabemos que las experiencias negativas se procesan con mayor dificultad que las positivas, al tiempo que las impresiones negativas son más fáciles de formar y más difíciles de deshacer que las positivas.
Para usted enmendar una situación de refunfuño y agresión verbal, debe enfrentarla con humildad y tener la clara intención de disculparse frente a los terceros lastimados por su exabrupto emocional.
Discúlpese y trate de determinar cuáles son los factores que lo hacen estallar. El disculparse debe ir acompañado de una expresión de remordimiento, explicación sobre lo que salió mal, reconociendo de asumir la responsabilidad del mal momento, declaración de arrepentimiento, oferta de reparación y solicitud de perdón. Si quiere darle un giro a las percepciones que los demás tienen de usted, necesita demostrar un temperamento más calmado de forma consistente.
Eso es importante para construir relaciones genuinas, su objetivo no es solo cambiar la percepción que los demás tienen de usted; sino ajustar su verdadero y profundo carácter, y que este sea el verdadero reflejo de lo que usted es. Esto para que se haga merecedor del perdón del o los lastimados cuando estalló su cerebro.
En su columna CARPE DIEM, del periódico El Día del miércoles 6 de enero, el talentoso ensayista y poeta José Mármol trata magistralmente el tema del perdón. Lo cito «El perdón no atiene al pasado. El perdón abre un horizonte de futuro, para el crecimiento y compromiso ético de quien perdona, perdonante, y de quien recibe el perdón, perdonado, como una nueva oportunidad de construcción de una mejor relación en el mañana».
Perdonar es como amar, es una decisión.
La responsabilidad mayor en el acto del perdón es el perdonante. Porque se siente en la libertad y el deber de perdonar, independientemente de lo que el perdonado decida hacer, aceptar o no la vindicación de quien perdona, porque con ello recupera el perdonante la soberanía sobre sí mismo y cumple con un imperativo ético de profundo valor existencial¨. Evitemos contra el que estalló el resentimiento, este es un castigo callado que ahoga todo buen propósito de contemporizar y quiebra nuestra estabilidad emocional.
Estos esquemas conductuales citados, cuando se refieren a juicios y prejuicios de otras personas, hay una parte en el cerebro donde se conciben los juicios de valores que nos hacemos del otro. De esto se encargan las amígdalas, unas estructuras muy pequeñas y antiguas en el cerebro humano, situadas en el lóbulo temporal, forman parte de los circuitos emocionales, donde el hipocampo y el hipotálamo participan de esas muy dinámicas emociones. El área cerebral que nos frena y nos controla es el área frontal ascendente, cuando ella sucumbe estalla el cerebro.
Hace ya mucho tiempo, unos 100,000 años atrás, nuestros antepasados cuando iniciaron su vagar desde África por el planeta, la población humana por poco desaparece llegando a ser solo unos 2,000 individuos en el mundo, lo que los obligó a vivir en armonía y hacer el trabajo de sobrevivir en colaboración de grupos. Como vemos y con esto concluyo: para el adecuado convivir el perdonar es necesario, es de las almas nobles.