Cuando el dolor nos invade

Cuando el dolor nos invade

Licenciada Ana M. Hernández
Psicóloga Clínica, especialidad – Intervenciones en Crisis y Trauma – Onco Plaza – HGPS

Hace unos días tuve la oportunidad de compartir con un grupo de especialistas de diferentes áreas de la salud y el tema giraba en torno al duelo. Recientemente todos habíamos sufrido pérdidas significativas de alguna u otra forma, unas más cercanas que otras, algunas súbitas e inesperadas, otras largas y angustiosas; sin embargo, todas únicas y todas arrastraban un terrible sentimiento que nos oprimía intensamente el alma.
Se me ocurrió sugerir que alguno de los dolientes podría beneficiarse del apoyo psicológico, pero rápidamente uno de los comensales exclamó con vehemencia, “hay cosas del corazón, que la razón no entiende…”. Realmente el proceso de duelo, en la mayoría de los casos, no conlleva una patología que urja de un especialista, tampoco requiere ser medicado. Sin embargo, en las últimas décadas se ha vuelto un tema de mucho interés y controversia, principalmente porque nos hemos empeñado en tomar atajos y saltar etapas, lo cual no permite procesar e integrar el dolor de una forma adecuada.
Tristemente, las pérdidas forman parte de nuestra vida, el duelo es un proceso adaptativo y constituye una de esas constantes universales que no debemos evadir. La palabra “duelo”, etimológicamente significa duellum – combate, dolus- dolor, es el camino del combate que se transita cuando hay una separación importante. Freud lo define como “la reacción frente a la pérdida de una persona amada o de una abstracción que haga sus veces, como la patria, la libertad, un ideal, etc…”. Como vemos, puede experimentarse frente a situaciones que se pudieran calificar como triviales, una mudanza, envejecer, cambiar de país o trabajo, terminar una relación de pareja, por ejemplo.
Para Carl Gustav Jung, el ego experimenta todos los cambios como una muerte, indiscutiblemente perder a un ser querido es uno de los duelos más difíciles.
Es importante resaltar que dicho pesar no siempre ocurre después de la pérdida; los humanos tendemos con frecuencia a anticipar hechos catastróficos, por lo que muchas veces se experimenta el duelo por anticipado, ocurre por ejemplo, cuando se ofrecen diagnósticos de enfermedades que pueden ser degenerativas, crónicas o mortales donde la agonía suele ser prolongada. En estos casos, la muestra de duelo muchas veces no se manifiesta, porque el duelo se realizó antes del final.
El duelo suele confundirse -e incluso diagnosticarse- como un trastorno depresivo. Es muy importante seguir estos casos muy de cerca y debe ser un especialista el que haga un diagnóstico diferencial correcto. Aunque la mayoría de las personas logra atravesar el proceso sin desplegar un trastorno depresivo mayor, la evidencia apoya que se incluya como uno de los estresores que puede precipitarlo. Tener la oportunidad de elaborar el duelo adecuadamente puede constituir una vía de reconciliación y sanación profunda, aunque no se logre alcanzar la curación física. La mayoría de los pacientes expresan que más que el dolor físico que viene implícito junto con la enfermedad, su mayor pesar es el “dolor del alma”. Pensar en lo que dejan atrás, lo que no volverá a ser igual o el temor a la muerte son temas complejos y difíciles de aceptar e integrar.

¿A qué se le llama elaboración del duelo?
Jorge Bucay nos recuerda en su libro “El camino de las lágrimas”, que a través de los duelos maduramos- Él afirma que somos quienes somos gracias a todo lo vivido y todo lo perdido en el camino. Parte de este trabajo interno, este camino a recorrer, es considerado de diferentes formas de acuerdo a la cultura y las creencias particulares de cada individuo. Para la psicología transpersonal, por ejemplo, el duelo equivale a una especie de rito de paso de carácter iniciático, el cual nos obliga forzosamente a crecer y a ser más conscientes.
Se le llama elaboración del duelo a este camino de ajuste que hay que transitar para sobrepasarlo y constituye un proceso dinámico, que si se logra resolver satisfactoriamente impulsara al individuo a retomar y enfrentar la vida nuevamente. Dicho trabajo interno, implica poder aceptar la nueva realidad que se presenta delante e ir poco a poco acomodándose en ella. Si, por el contrario, nos quedamos anclados en el pasado y nos aferramos a lo que ya no está, no se podrá continuar la vida de una manera saludable, el dolor se habrá convertido en sufrimiento, y la vida se quedara anclada en él. Cuando ocurre un trastorno depresivo mayor durante un proceso de duelo, aparecen sentimientos de desesperanza, inutilidad, ideación suicida, peor funcionamiento laboral e interpersonal entre otros. El trastorno depresivo mayor, relacionado con el duelo, es más posible que ocurra en individuos con historial personal o familiar de episodios depresivos.

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