Cuando el enemigo está dentro

Cuando el enemigo está dentro

El fenómeno de quienes se presentan como “aliados” de los derechos de las mujeres sin un compromiso genuino representa un peligro para la lucha por la igualdad y justicia de género. En este contexto, el caso de Íñigo Errejón, político español con una destacada presencia en la esfera pública y “defensor” de causas sociales ha creado un debate sobre la sinceridad y la responsabilidad de los aliados en la defensa de los derechos de las mujeres. Actualmente Errejón enfrenta en España denuncias de agresión sexual por parte de varias mujeres, lo que nos mueve a reflexionar sobre el impacto y las consecuencias de estas alianzas superficiales, y a evaluar cómo el sistema puede fortalecerse para evitar la instrumentalización de la causa y reducir los riesgos de abusos y vulneraciones a los derechos de las mujeres.

La figura del “aliado” siempre ha tenido relevancia en los movimientos feministas y de derechos humanos. Sin embargo, muchos de estos aliados carecen de una comprensión profunda y un compromiso real con las causas que promueven. En ocasiones, su apoyo parece responder más a una estrategia de marketing que a un compromiso con la justicia social. Así, utilizan el feminismo o la defensa de los derechos de las mujeres para mejorar su imagen pública, ganar simpatía, y en algunos casos, para evitar críticas que podrían dañar su reputación. Este tipo de “aliado de conveniencia” puede llegar a ser incluso más dañino que aquellos abiertamente detractores de los derechos de las mujeres, ya que ocupan espacios de representación y poder sin contribuir realmente al cambio.

El riesgo principal de estos pseudo aliados es que su compromiso es superficial y volátil. Frente a la adversidad o cuando sus intereses personales se ven amenazados, es común que abandonen la causa o adopten posiciones ambiguas que no favorecen la protección de los derechos de las mujeres.

La instrumentalización del feminismo y la lucha por los derechos de las mujeres para beneficio propio deriva en una trivialización del movimiento y contribuye a que la sociedad no vea al feminismo como lo que realmente es: un compromiso ético y moral con la justicia. Cuando figuras influyentes utilizan el feminismo como estrategia de marketing, despojan a la causa de su verdadera importancia y, en muchos casos, diluyen los mensajes de cambio y reforma que el movimiento exige.

Este fenómeno no solo deslegitima el trabajo de activistas y organizaciones que han luchado arduamente por los derechos de las mujeres, sino que también crea un entorno propenso a la violencia y el abuso. Al posicionarse como aliados, estas personas pueden acceder a espacios de poder y confianza dentro de los movimientos feministas o círculos de apoyo a los derechos humanos, facilitando así el encubrimiento de conductas abusivas. En el caso de Errejón, este dilema se intensifica debido a la gravedad de las acusaciones, poniendo en evidencia cómo estas figuras públicas que se presentan como defensoras de la igualdad pueden incurrir en comportamientos que contradicen el mensaje que promueven. Todo esto nos invita a reflexionar sobre la importancia de construir alianzas basadas en el compromiso, la solidaridad, la integridad y la coherencia. Es de orden permanecer vigilantes para evitar abrir espacio a aliados superficiales. En última instancia, la lucha por los derechos de las mujeres lo que necesita son personas con el coraje de desafiar estructuras patriarcales, cuestionar sus propios privilegios y asumir las consecuencias de su compromiso. Es imperativo fomentar una cultura de integridad y responsabilidad en el activismo de género, donde el apoyo a la causa no sea una moda, sino una convicción genuina y profunda. Erradicar la violencia y el abuso requiere una transformación social profunda, y solo a través de alianzas auténticas podemos construir un mundo más equitativo para todas las personas.

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