Cuando el esófago falla

Cuando el esófago falla

JORGE ALBURQUERQUE
Comer es unos de los más grandes placeres de la vida. Disfrutar del plato o bebida preferida forma parte de las delicias que acompañan nuestra existencia. El comer además, es importante para mantenernos saludables y con la energía necesaria para desempeñar una actividad productiva dentro de la sociedad. Si no podemos alimentarnos adecuadamente, nuestros órganos vitales sufrirían y dejaríamos de existir.

El paso de los alimentos de la boca hasta el estómago asegura la entrada de los nutrientes al sistema digestivo que prepara los alimentos que ingerimos para su absorción y utilización por nuestro organismo.

Hay un órgano encargado de esta función y su nombre proviene del griego, que significa “yo trago”; nos referimos al esófago.

La función más importante de esta parte del tubo digestivo es la motora. Este trabajo, que es llevado a cabo por una compleja asociación de plexos, terminaciones nerviosas, músculos y esfínteres, no sólo se encarga de transportar, con movimientos peristálticos coordinados, el alimento de la boca al estómago, sino también de impedir que los alimentos se desvíen hacia las vías respiratorias (el famoso “camino viejo” de nuestros padres) y que el contenido del estómago no se regrese al esófago o a la cavidad bucal.

Esta actividad motora del esófago es susceptible de presentar numerosas anomalías que pueden ser desde leves y transitorias hasta muy severas y comprometedoras de la salud y la vida.

No hay edad para estos trastornos, podemos encontrarlos tanto en los recién nacidos como en las personas de edad avanzada.

Hay niños cuya lactancia se vuelve un verdadero drama de gritos y desesperación que producen un sentimiento de impotencia y zozobra en las madres, alterando la relación de éstas con su retoño; se trata muchas veces de espasmos transitorios del esófago del lactante que desaparecen afortunadamente con el transcurrir de los días.

El dolor en el pecho, causa importante de visita al cardiólogo, puede ser debida a espasmos o a inflamación de este órgano.

Los trastornos de la motilidad del esófago pueden dar lugar a dos grandes síndromes: el de Estenosis esofágica y el de Insuficiencia Cardio-hiatal .

En el primero predomina la incapacidad o dificultad de tragar los alimentos ya sean sólidos o líquidos; en el segundo el llamado reflujo gastro-esofágico acompañado de regurgitaciones (regreso de los alimentos a la boca), eruptos frecuentes, sensación de quemazón en el pecho, acidez, entre otros síntomas.

Las anomalías del funcionamiento del esófago pueden estar asociadas a entidades relativas a otros órganos o sistemas, pueden ser metabólicas como la diabetes, neurológicas en el caso de la esclerodermia difusa y psicológicas como en las neurosis, en el alcoholismo, citando solo algunas.

Muchos pacientes asmáticos deben su condición al reflujo gastroesofágico, lo mismo podemos decir de algunas faringitis y bronquitis crónicas.

Pero la dificultad para tragar, la pérdida de peso o la acidez podrían ser consecuencias insignificantes, si tenemos en cuenta que muchas de estas patalogías pueden causar una oclusión del esófago que impedirían la alimentación por la vía oral, una hemorragia importante capaz de poner en peligro la vida del paciente, o la aparición de una neoplasia maligna, como es el caso de la acalasia o de la esofagitis crónica por reflujo gastroesofágico.

Por último, es necesario establecer el diagnóstico diferencial entre los trastornos de la motilidad esofágica y otras patologías como el carcinoma esofágico o del cardias, el carcinoma pulmonar, las estenosis cáusticas, etc.

El correcto diagnóstico y posterior tratamiento de las anomalías motoras del esófago debe contar con la colaboración de un equipo multidisciplinario encabezado por el gastroenterólogo.

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