Dos grandes aliados acompañan desde niño a Paulo Antonio Cruz Pichardo: el ingenio y la curiosidad, que lo llevaron a experimentar hasta conseguir un guayo eléctrico para facilitar el trabajo de las personas que con frecuencia usan este antiguo instrumento.
El mecánico industrial de 32 años sale presto a aclarar que esa chispa de crear la heredó de su padre, Paulo Cruz, fallecido hace seis meses, inventor de las máquinas desplumadoras y mojadoras de pollos, que aún confecciona su taller.
Tres décadas antes, su progenitor instaló la fábrica Ellpe 7000, donde el joven trabaja desde los 14 años, y de la que ahora debe encargarse por completo.
Paulo Antonio cuenta a la Esquina Joven que para hacer el guayo utilizó una olla de presión, le abrió un agujero en el centro, le puso un motor y le colocó una pieza que le sirviera de base, “por un lado le entras la yuca, el plátano o lo que desees y por la otra sale guayado por completo”.
Explica que compra las vasijas usadas porque hay que modificarlas enteras. Las máquinas son por encargo y aunque la comercialización es un poco lenta, para diciembre las piden porque aumenta la venta de pasteles en hoja. Cuestan 6,000 pesos.
Los otros inventos. Expone que la mojadora calienta el agua en 20 segundos y tiene capacidad para 30 pollos, da vuelta de forma lenta y cuando están mojados se apaga. Luego los sacan para introducirlos a la desplumadora que funciona como una lavadora, pero a un ciclo. Tiene capacidad para 15 aves y despluma en 18 segundos.
“El proceso es muy rápido, le van echando agua fría poco a poco, por un lado salen los pollos pelados y por el otro las plumas. En una hora pela de dos a tres mil pollos”, manifiesta.
Detalla que utiliza un motor eléctrico y otro de gasolina, por si falla la luz no parar el proceso. La mojadora cuesta 95 mil pesos y la desplumadora RD$68 mil. “La venta es un poco lenta, pero se venden”.
El inventor, que relaciona su profesión con la afluencia de ideas creativas, tiene pedidos de distintas partes del país, trabaja en dos peladoras, para enviarlas a San José de Ocoa e Higüey.
Estudios. Paulo Antonio cuenta que quería estudiar lo mismo que su padre, perito electromecánico, pero era muy complicado y decidió ser mecánico, lo que su progenitor apoyó, y es cuando entra al Instituto de Formación Técnico Profesional (Infotep) al área de mecánica industrial.
Narra que hizo su pasantía en un taller donde cumplía un horario de lunes a jueves de 8:00 de la mañana a 6:00 de la tarde y le daban 1,500 pesos. Los viernes debía ir a Infotep a entregar una carpeta de todo lo que hacía.
Luego trabajó en empresas de mantenimiento industrial, y pese al gran esfuerzo, no era bien remunerado, por lo que regresó con su padre, que así tenía a alguien de confianza que supervisara los trabajos, a los empleados y que todo marchara bien.
Pero antes de aprender el oficio de manera formal en las aulas, salía de la escuela directo al taller. “Me ponía a limpiar piezas y ahí fui aprendiendo más cosas, cuando entre a Infotep ya tenía mucho conocimiento sobre el área, incluso una de sus máquinas estaba en el taller y cuando me ponían a practicar ya sabía cómo usarla”.
El único varón de cuatro hijos exhibe con orgullo tres hermanas profesionales: una es periodista, la otra sicóloga y una médico y aconseja a los jóvenes formarse en alguna profesión u oficio, porque “el saber no pesa y aprender nunca está de más y nunca es tarde para echar para delante”.