Tornase difuso el imperativo de la representatividad popular cuando desde liderazgos morales, políticos o partidarios se juega a omisiones de presencia en los foros de diferentes fines, incluyendo para lo peor en el de la función legislativa. El «noble y sufrido» electorado que sufraga para que se hable en su nombre, contra viento y marea, en todo lugar en el que su destino esté por decidirse, debería colocarse radicalmente en contra de esas inopinadas deserciones desde los sitiales congresuales; o desde cualquier otro escenario para dilucidaciones convocadas para fijar trayectorias al Estado o a la nación.
Cuestionable, y hasta inaceptable, forma de llevar la disidencia vengativa en el marco de las banderías a un plano lesivo y riesgoso para la sociedad a la que mucho conviene que su representación sea integral como es de multicolor su composición. Este no es, ni por asomo, un país de perreismo absoluto ni de abinaderismo total.
En sus argumentaciones editoriales este periódico se abstiene de reconocer como prioritario embarcar a las fuerzas vivas de la nación en una reforma constitucional con respetuosa preferencia por roer antes el duro hueso de la transformación de tributos en desafío a la pasión evasora de intransigente sectores.
Pero este medio de prensa no se escurre del debate: tiene el mismo respeto, y asigna el mismo valor noticioso y de opinión, a quienes arguyen por la primacía para lo constitucional y a los que no.