Cuando el ropaje se cae en medio del espectáculo

Cuando el ropaje se cae en medio del espectáculo

A pesar de los conocimientos y experiencias que se atribuyen   muchos de los funcionarios del Gobierno,  no han podido evitar que su imagen, junto con la de su Gobierno, cayera a niveles bastante bajos. Y como no sospecharon que eso ocurriría,  al despertar frente a la cruda realidad, en vez de  aceptarlo y hacer esfuerzos para enmendar sus errores, prefieren utilizar todas sus energías  buscando  errores en el pasado, tratando de justificar sin argumentos sostenibles ni mucho menos convincentes, los que han cometido, sobre todo durante los últimos años  de Gobierno.

Pero el hastío y enojo del pueblo no se ha producido  solamente por la ineficacia de sus medidas contra la pobreza, los apagones, la corrupción, el desempleo, la inseguridad ciudadana, así como el aumento acelerado del tráfico de drogas,  sino porque se pintaron como  salvadores moralistas, liberadores de los problemas y como los impolutos de la sociedad.

Durante mucho tiempo pretendieron tirar por el piso la moral de todo el que no fuera de su redil político. Se cansaron de establecer diferencias entre ellos y el resto de la sociedad.  Se vendieron  como  los serios, eficientes y salvadores, y a los demás como derrochadores y desordenados.

Se presentaron como hechura  de su líder, quien mantuvo una conducta  intachable. Se promovieron como los  poseedores de la verdad y la razón, y repitieron tanto esos calificativos, que llegaron a convencer a una parte importante de la sociedad de  que  todos eran  clones del líder que los formó.

En el 2004 y el 2008 se le dieron nuevas oportunidades, pero al pasar los años, con sus  actuaciones, le brindaron al pueblo la oportunidad de conocer sus verdaderas credenciales. Pero no solo el pueblo común se ha dado cuenta de sus reales identidades, sino gran parte de la llamada clase media, intelectual o pensante,  incluso algunos de sus  propios dirigentes.

Pero la impopularidad de Gobierno, sus funcionarios y como consecuencia  la de su partido, no  es producto exclusivo del desengaño del pueblo frente a las contradicciones entre lo predicado y lo realizado, sino, además, por el pragmatismo con que han querido manejar las cosas. Sus anhelos de poder sin límites y a cualquier precio,  los condujo a un callejón sin salida, en el que para lograr sus objetivos  superaron lo que criticaban, sin dejar espacio para que la gente entienda que resistieron las tentaciones.

Hablaron de  moralidad, pulcritud y capacidad, pero con su   accionar solo han logrado  destacar de forma clara y evidente sus errores y defectos, poniendo   al desnudo  que ni  tenían varita de virtud para solucionar los problemas, ni mucho menos que  estaban blindados contra la corrupción.

Predicaron  una cosa, pero hicieron  otra. Se presentaron con una cara, pero  resultó diferente. Quedaron  como a quien se le cae el ropaje en medio de un espectáculo. Y frente a esa realidad, el pueblo  se ha enojado de  forma tal, que podría ser irreversible.

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