Cuando el “tigueraje” se apodera de los partidos

Cuando el “tigueraje” se apodera de los partidos

El asesinato del Dr. Mateo Aquino Febrillet no solo representa una pérdida irreparable para su familia y para el PRM, sino que representa una desgracia para el país, porque refleja como los “tígueres con recursos” están siendo llevados por los partidos a posiciones electivas, no por sus méritos o popularidad, sino por el dinero, en desmedro de los dirigentes dotados de las condiciones pero sin recursos.
Conocí al Dr. Aquino Febrillet en la campaña para la Rectoría de la UASD cuando en su condición de candidato participó en un par de entrevistas en el Telematutino 11 y luego en varias ocasiones como Rector. En la actualidad participaba todos los lunes en el programa presentando las fílmicas y comentando las actividades del candidato Luis Abinader. Aun cuando fue proclamado candidato a senador por la provincia de San Cristóbal, permaneció como vocero actuando con esa caballerosidad, altura y respeto a los adversarios.
Aún me siento conmocionado por esa muerte trágica y nunca olvidaré mis palabras finales de ese lunes 7 de marzo cuando despedí el segmento: “Muchas gracias Dr. Aquino Febrillet por su participación, nos vemos el próximo lunes si Dios quiere”. ¡Cómo iba a imaginar que cuatro días después sería asesinado!
El Dr. Mateo Aquino Febrillet lamentablemente fue víctima de su buena fe, su caballerosidad y don de mediador, porque jamás un hombre con sus condiciones morales debió sentarse en una mesa a mediar entre individuos carentes de escrúpulos y señalados desde hace tiempo como delincuentes. Aquino Febrillet calculó que con esos mafiosos del transporte era posible dialogar y resolver conflictos por pequeñeces como una regiduría.
El principal acusado del crimen, Blas Peralta, es todo un personaje, jefe de los transportistas (FENATRADO) que han hecho de ese servicio un monopolio que mantiene al empresariado presos de sus tarifas. Ningún empresario puede usar sus vehículos para transportar sus mercancías hacia o desde las aduanas porque Fenatrado es dueña de los puertos y se impone a sangre y fuego incluso en contra de otros transportistas que no sean afiliados. Ese monopolio representa una desventaja competitiva para esta economía y a pesar de los reclamos de los empresarios nada se ha hecho para liberalizar ese sector. El poder de este señor es tal que fue enganchado a asimilado de la Policía, con derecho a un arma, justamente de la cual provino el disparo homicida, y gracias a su dinero e influencias ha logrado, hasta ahora, evadirse del brazo de la justicia.
Pero Blas Peralta no es el único candidato del sector transporte. Resulta que el candidato a senador por la provincia de Santo Domingo y el de la provincia Santiago Rodríguez por el PRM son “sindicalistas” del transporte, “los dueños del país”, porque le han torcido el brazo a todos los gobiernos y se han servido con la cuchara grande con exoneraciones, planes Renove, préstamos que nunca han pagado y otras indelicadezas.
Estos tres transportistas, que además del poder económico y del chantaje pretenden el poder político, llegaron a formar partidos, pero afortunadamente no cumplieron con el rasero que establece la ley y la Junta Central Electoral correctamente les negó el reconocimiento, pero lograron colarse por la puerta que les abrió el PRM.
¿Puede un partido político, en este caso el PRM, presentarse como la opción del cambio con candidatos de esta naturaleza? ¿Qué pasaría si estos señores llegan al Gobierno y dominan el Congreso?
Que la pérdida lamentable de una vida útil, un político decente que pudo dar mucho a su país no sea en vano. Primero, que los culpables, independientemente de su dinero y relaciones, reciban la mayor sanción de la justicia y que los partidos, todos no sigan permitiendo que “el tigueraje” siga penetrando sus filas y en base a su dinero espurio logren posiciones electivas en perjuicio de la institucionalidad del país.
Ha llegado la hora de que los partidos realicen una purga a su interior o de lo contrario estamos sentando las bases para un mayor deterioro del orden democrático y del sistema de partidos.

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