Cuando Electra y Edipo intercambian papeles

Cuando Electra y Edipo intercambian papeles

Toda relación de dominación implica tensión y conflicto permanentes. Entre los legendarios hunos, el reino de Atila, padre e hijo se enfrentaban en una lucha ritual para probar si el hijo ya estaba en condiciones de ser el guerrero jefe de la tribu. Nunca ser varón fue cosa fácil, ni ha bastado nacer con órganos masculinos. Ser varón es un aprendizaje difícil y no siempre completamente exitoso.

En nuestro medio el hijo varón, en condiciones normales, madurará psicológicamente y buscará otras mujeres sustitutas de su madre, y procurará crear otro hogar, superando así el conflicto que los freudianos llaman complejo de Edipo. Pero suele ocurrir que, debido a la ausencia del padre, o a su deficiente desempeño del rol paterno, el hijo no logra identificarse con la figura paterna, y tiene dificultad de aprender el rol de varón jefe de familia que se espera que asuma cuando sea adulto. Los padres “maltratadores” de madre e hijos crean dificultad al hijo varón en cuanto identificarse con el padre. La madre maltratada o abandonada suele apoyarse emocionalmente en su relación con el hijo. Es probable en estas circunstancias, que el varón consentido de su madre y en abierto conflicto con la figura paterna, en vez de desarrollarse como y hacerse capaz de confrontar real o simbólicamente a su padre y al mundo de los varones adultos, y competir entre estos por las hembras; contrariamente, desarrolle un comportamiento femenino, primero identificándose con la madre y adoptando conductas de mujer para seducir al varón fuerte, con artes seductivas feminoides.

Terminando así, el varón no adulto, en una carrera de transformación de su personalidad original y biológicamente masculina, abdicando a su rol natural de varón y adoptando el de mujer, con perspectivas, no de rivalizar en el mundo masculino, sino de evadir el enfrentamiento directo con los varones, y en particular con la figura del padre, adoptando una estrategia amatoria hacia el varón, y de seducción sustitutiva o simbólica del padre.

De modo que Edipo se convierte en Electra. El caso contrario es el de Electra convertida en Edipo, el de la niña o adolescente que teniendo dificultad para identificarse con mamá, se inclina a la rivalización y confrontación de igual a igual con los varones. Idealmente, los conflictos entre padre e hijo han de desarrollarse, bajo condiciones normales, en un ambiente controlado y ayudado por toda la sociedad y la cultura; así los conflictos son superados en la adolescencia. Los padres y los educadores no deberán jamás dar por un proceso natural y automático la conversión de niño en hombre y la niña en mujer.

La sociedad adulta y las autoridades, principalmente, tienen la responsabilidad de definir qué tipos de hombres y de mujeres conviene desarrollar, y cuáles patrones fomentar en el hogar y en la escuela. Y promover y proteger el desarrollo de los modelos que la genética y la historia han probado ser los más exitosos. Lo demás suelen ser excesos y malas interpretaciones de la libertad y del derecho.

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