Cuando es necesario vaciar un embalse

Cuando es necesario vaciar un embalse

FABIO R. HERRERA-MINIÑO
Cuando se realiza un vaciado precipitado del embalse de una presa, por la inminente llegada de un huracán, hace cundir el pánico y más con el apremio si está azotando ya el país, lo cual ocasiona terribles daños en cuanto a las vidas y propiedades que se pierden, ante la magnitud de las fuerzas desatadas de la naturaleza, como ha ocurrido en el pasado reciente después de 1979 y la terrible experiencia del David.

Casi todos recordamos lo que vivió la población en 1998, con terribles horas de angustias e incertidumbre, cuando los vientos de George se pasearon a todo lo largo de la isla, dejando detrás una secuela de destrucción, muertes y pánico, que transcurrió mucho tiempo para hacer una evaluación adecuada.

La regulación de los ríos dominicanos, por el excelente sistema de presas construidas durante los pasados 33 años, han servido para muchos fines, desde darle agua suficiente a la capital hasta asegurarle a la CDEEE un buen suministro de energía, aparte de garantizarle un régimen de agua para riego a las zonas de Baní, la línea Noroeste, el valle de La Vega, etc.

Pero esa enorme masa de agua, almacenada en los embalses de las presas, puede convertirse en un arma mortífera cuando se desatan las fuerzas de la Naturaleza. Si no se toman las previsiones necesarias, provocan severos daños que después las autoridades tienen que aceptar y llevar de por vida el peso de la responsabilidad por la muerte y destrucción que ocasiona el desagüe a toda carrera del embalse.

Por ejemplo, el embalse de la presa de Sabana Yegua, con un volumen de almacenamiento de unos 600 millones de metros cúbicos, siempre será necesario drenarle, en agosto de cada año, por lo menos unos 300 millones de metros cúbicos. Para lograrlo se debe provocar una salida regulada con un caudal de no más de 200 metros cúbicos por segundo, pero con ese ritmo de caudal de vaciado se tardaría 15 días para llegar al nivel de seguridad. Pero si el volumen de vaciado fuera de mil metros cúbicos por segundo, es de por sí una creciente de consideración para el Yaque del Sur, entonces los daños ocasionados por esa avalancha de agua serían enormes. A lo anterior se le uniría las lluvias y el aporte de los arroyos y ríos menores de la cuenca.

Para el caso específico del Yaque del Sur se le agrava la situación por los poblados cercanos de Barahona como Jaquimeyes, Fundación, Palo Alto, Pescadería, Canoa, Habanero, etc., ya que se le podría incorporar un caudal extraordinario del río San Juan, que saldría de la presa de Sabaneta, y como ocurrió en 1998, ocasionó tremendos daños en el barrio Mesopotamia de San Juan.

El desagüe precipitado de las presas podría manifestarse en la presa de Tavera, en que el río Yaque del Norte, con un caudal superior a los mil metros cúbicos por segundo, provocaría una creciente de consideración que afectaría importantes poblaciones aguas debajo del río como sucede en Mao y Guayubín cada vez que ese río desata su indomable fuerza.

Para el caso del vaciado de las presas, a veces se prefiere el tratamiento de creciente de shock, ya que las autoridades consideran que tienen un control de las perturbaciones atmosféricas. Pero aquí los atrapan desprevenidos, cosa que es una realidad. Nos agarran asando batatas como ocurrió con la tormenta Ernesto, que se anunció que no ofrecía peligro para el país, y los pasados días 25, 26 y 27 llovió como nunca, contrastando con lo que sucedió en Cuba, que desde el miércoles 24 ya estaban preparando medidas y evacuando personas de zonas peligrosas para soportar la tormenta que perdió fuerzas al cruzar la isla vecina. Y eso gracias al efecto de las altas montañas dominicanas y no las haitianas como solo se destacó en los despachos de prensa.

La lección que se desprende del manejo del embalse de una presa es que siempre deben tomarse previsiones al inicio de la temporada ciclónica.

Se deben mantener los niveles de los grandes embalses cercanos al mínimo.

Así se dispondría de un volumen vacío, apto para el almacenamiento del agua de crecientes superiores a los mil metros cúbicos por segundo. De esa forma se garantizaría la seguridad de las presas, en especial las de tierra como la de Tavera, Hatillo, Sabana Yegua, etc. Los daños, aguas abajo de las mismas, no serían tan elevados como ocurrió con las aguas mortíferas que Georges en 1998 derramó sobre la isla, con las consecuencias de la pérdidas de decenas de vidas y daños cuantiosos a la agricultura. Además con ciudades sureñas incomunicadas por varios días, cuando las fuerzas de las aguas impedían rehacer los aproches de los puentes o establecer pasos provisionales, ya que muchos puentes fueron barridos por las aguas impetuosas e indomables de los ríos dominicanos.

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