Cuando falta credibilidad

Cuando falta credibilidad

HAMLET HERMANN
Los políticos y los gobernantes han utilizado, desde que el mundo es mundo, una forma de manipular la información. Han practicado hasta el cansancio el truco de negar, nunca admitir, las violaciones que cometen contra la legalidad y contra las necesidades de la ciudadanía.  También niegan cuando “meten la pata” y no encuentran cómo sacarla a tiempo.

Y por eso se pasan la vida en el proceso de negar, negar y negar como si los ciudadanos fuéramos a creerles por ser discapacitados mentales. Ahora bien, para comer pescado y hablar mentiras hay que tener mucho cuidado. Resulta casi imposible evadir responsabilidades despreciando la inteligencia de los demás, menos aún suponiendo torpes a los comunicadores que no se dejan comprar.

 Los días finales de agosto de 2007 han sido unos en que los funcionarios de nivel ministerial se las han lucido introduciendo las extremidades inferiores. Éstos se han ido turnando democráticamente en las torpezas, demostrando que les faltan gracia y habilidades para trocar sus faltas en aciertos. Eso para no mencionar la escasez de credibilidad en la ciudadanía. Tan traídas por los moños han sido sus reacciones de estos días que sólo lástima han podido provocar al evidenciar grandes limitaciones.

Recordemos cuando en estos días siete instituciones del sector privado anunciaron unirse para combatir las deficiencias en la educación pública. La Secretaria de Estado de Educación no tuvo en ese momento la percepción de que debía callar ante una bien intencionada conclusión como esa. Por el contrario, la licenciada Alejandrina Germán saltó al ruedo a pelear con su sombra y a defender lo indefendible. Tuvo tanta mala suerte que llegó a atribuirse méritos que correspondían a los planes educativos del Central Romana, puntal de la industria azucarera dominicana, quedando la opinión de la Ministra en paños menores ante la opinión pública.

No había escampado todavía el chaparrón de Educación cuando el respetado Secretario de Economía, Planificación y Desarrollo trataba de refutar la opinión publicada de que la administración del presidente Leonel Fernández había olvidado la política austera que siempre sustentó Juan Bosch, fundador del Partido de la Liberación Dominicana (PLD). El ingeniero Temístocles Montás se lanzó precipitadamente entre las patas de los caballos para tratar de descalificar la acusación de que el gobierno despilfarraba el erario, cosa que muchos consideran como un axioma. Sus argumentos fueron tan débiles y poco convincentes que tuvo que apelar al acuerdo con el Fondo Monetario Internacional para justificar lo injustificable. Y cuando alguien tiene que recurrir al FMI como prueba de las bondades de su ejercicio gubernamental es porque está muy sólo y desamparado.

Pero lo que le puso la tapa al pomo de las incongruencias de los funcionarios gubernamentales fueron las declaraciones del Secretario de Turismo ante la Cámara de Diputados mientras se le interpelaba por los conflictos de intereses en que se ha visto envuelto. A pesar de la mayoría absoluta que disfruta el PLD en esa Cámara, el licenciado Félix Jiménez tuvo que recurrir a un filibusterismo anticuado para, entre líneas, dejar ver que había violentado algunas normas ambientales y ciertas leyes nacionales. Pero no todas las veces, argumentó. Cuando se informaba sobre esa interpelación por los noticieros de la televisión nacional, mi amiga Pandora se sorprendió al escuchar al Ministro cuantificando el cumplimiento de la ley. No pudo reprimir entonces una exclamación certera que le salió del alma: “¡No puede ser! La ley tiene que ser cumplida en su totalidad, no en las partes en que a cada cual le convenga. Ninguna mujer puede estar un poco preñada o muy preñada. Una está o no lo está. No puede reclamarse conmiseración porque la ley sólo fue violada en pocos casos, no siempre.” concluyó diciendo la indignada amiga.

Así, por situaciones como estas es que uno llega a sentir lástima por los funcionarios arrogantes. Y pensamos que debían tener mejores asesores creativos para las relaciones públicas, de manera que no tiendan la ropa donde los vecinos puedan examinarla y contarla. Porque hasta para decir mentiras hay que tener gracia y arte, además de credibilidad, pero nunca pronunciarse con tanto desparpajo como si quienes vivimos en este país fuéramos discapacitados mentales. Porque no lo somos.

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