Saint Domingue, hoy Haití, fue la propiedad más valiosa y rica del imperio francés hasta 1804, en contraste con un bucólico Santo Domingo español, donde predominaban las exportaciones de cueros de vacas dentro de una esclavitud “dulce”, perteneciente a un país militarmente en decadencia. Prueba de ese predominio es que ocupó a la República Dominicana durante veintidós años.
Internacionalmente Haití era también visto como el país más importante entre los dos, ya que los ministros americanos nombrados en Santo Domingo residían en Puerto Príncipe hasta 1904, incluyendo el famoso líder afroamericano Frederick Douglass, quien viajó a Santo Domingo para presentarle sus credenciales a Ulises Heureaux (“Lilís”). El nuncio apostólico para ambos países también residía en Puerto Príncipe hasta 1942.
Pero hace 34 años en nuestro libro “Trujillo y Haití. 1930-37, Volumen I” hicimos una comparación entre el valor de las importaciones, las exportaciones y los ingresos fiscales de los dos países que comparten la isla y demostramos que por lo menos desde 1920 la economía dominicana era más grande que la haitiana, aunque para esa época no existían estadísticas sobre cuentas nacionales. Consecuentemente nuestra economía sobrepasó la haitiana durante las dos últimas décadas del siglo XIX, es decir después de los gobiernos de Buenaventura Báez.
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Sin embargo, a partir de los años treinta y hasta los cincuenta en Haití hubo mucho turismo y ninguno en la República Dominicana y nuestro país solo contaría con más mano de obra en sus zonas francas con relación a Haití a partir de 1984, cuando la devaluación de la moneda nacional nos hizo competitivos.
Expertos en el tema citan como principal causa del muy bajo crecimiento de Haití el hecho de que su tierra se vio atomizada en pequeñas parcelitas como resultado de la revolución de los esclavos.
Jarred Diamond, el gran experto en asuntos medioambientales, en uno de sus libros compara el crecimiento de nuestros dos países y concluye que una de las causas del deterioro haitiano tiene que ver con la poca lluvia que recibe y que eso se debe a que esta viene desde el este y choca contra nuestra cordillera Central, por lo que poco llega a Haití.
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Otro que compara el crecimiento de los dos países es Lawrence Harrison, quien fue subdirector de la AID en Santo Domingo y luego director en Haití. En su obra “Desarrollo es un estado mental” culpó a su cultura de origen africano, incluyendo sus ideas religiosas, como uno de los factores que dificulta que los haitianos puedan desarrollarse como nación.
Ya Haití no solamente perdió su suelo, lo que dificulta su agricultura, sino que ha perdido a su clase media y alta las cuales han emigrado al exterior.
Algunos sugieren que la única alternativa es que adopte el modelo de crecimiento de Hong Kong, es decir que no produzca nada de origen agrícola e importa su comida y que la industria sea totalmente para exportación, convirtiendo a todo el país en una gran zona franca, pues su principal ventaja comparativa es su barata mano de obra.
Sea lo que sea, mientras las gangas criminales predominen en Puerto Príncipe no habrá posibilidad de crecimiento económico y eso solo lo puede enfrentar la comunidad internacional.
Las recientes discusiones en el seno del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas ahora ofrecen alguna esperanza.