Cuando hablamos de mala fe, no me refiero solamente a esos personajes que nos encontramos todos los días en el tránsito por ejemplo, que van manejando con toda su lentitud hasta que ve que otro chofer quiere cruzar, doblar, o adelantarse, que ahí acelera como que está muyyyy apurado… y eso es tan solo un vivo ejemplo de los muchos actos de mala fe que lamentablemente aún encontramos todossss los días en nuestra sociedad, pero queremos un mundo mejor si, y sobre todo, aportamos muchísimo para que así sea…. ¡¡Huuumm!!
Mejor expliquemos todas las aristas de esta “Mala fe”, la que significa malicia. La expresión «de mala fe» equivale a «con malicia», con mala conciencia o con mala finalidad. La mala fe se aproxima mucho a lo que los jurisprudentes romanos llamaban «dolo malo», mala intención, y hoy decimos simplemente «dolo». Los tratadistas y la jurisprudencia consideran que el término mala fe va más allá de la mera conducta desleal realizada para la obtención de un beneficio, y lo identifican con el dolo, entendido este como un acto consciente e intencional. El dolo requiere la voluntariedad y la antijuricidad de la conducta, aunque no exija de modo necesario el ánimo de lucrarse.
La mala fe se entiende como esa convicción que tiene una persona de haber adquirido el dominio, posesión, mera tenencia o ventaja sobre una cosa o un derecho de manera ilícita, fraudulenta, clandestina o violenta. La mala fe es transmisible, de manera que no sólo estará de mala fe quien efectivamente haya ejercido la violencia, fraude o clandestinidad, sino también a quien le fue traspasado el derecho de alguien que la haya ejercido o la adquirió de esa forma.
Cuando en una actuación se persigue engañar o perjudicar a otro bajo la apariencia de un trato justo o incluso ventajoso se dice que ha habido mala fe. Y la misma es un estado psicológico cuya existencia no importa el despliegue de una conducta, porque sólo tiene por objeto el provecho propio, de modo que el agente se satisface sólo a nivel interno. Pero el poseedor de mala fe es un poseedor con mala conciencia. En la psicología humanista, el reconocimiento de mala fe en los propios actos por parte del actor resulta en culpa y arrepentimiento.
La mala fe en la ciencia política y la psicología política se refiere a las estrategias de negociación en las que no hay una intención real de llegar a un compromiso, o un modelo de procesamiento de la información.
Puesto que la mala fe es un comportamiento incorrecto que participa, en grados diferentes de la insinceridad, la infidelidad y hasta la deslealtad. Conduce siempre a un régimen de desventaja que se caracteriza, según los casos, por la agravación de la responsabilidad, la pérdida de un beneficio o la reducción de un derecho. Por lo que invito, a que siempre actuemos bajo una convicción íntima, reconociendo cuando no estemos obrando legítimamente, ya sea por existir una prohibición legal o una disposición personal, por saberse que se lesiona un derecho ajeno o no se cumple un deber propio.