Los primeros 40 años del siglo XIX fueron traumáticos para la parte española de la isla cuando los haitianos envalentonados con el arrase de la raza blanca francesa la cual exterminaron de su territorio para prepararse y también arrasar con la parte española del oriente de la isla que era de posesión española.
A nombre de que España por el tratado de Basilea había cedido la parte española a Francia en 1795, los haitianos ya independientes iniciaron acciones para la ocupación de la parte española la cual languidecía y estaba abandonada por la corona española. Era que el oro de Santo Domingo no era tan abundante y las ambiciones de los europeos fueron dirigidas a la tierra firme del continente que aseguraban grandes riquezas como tal ocurrió.
La ocupación haitiana de la parte española de la isla arrancó oficialmente en 1822 cuando apoyado en un supuesto respaldo de los colonos españoles de que Haití ocupara la parte oriental para ordenarla Jean Pierre Boyer y sus huestes arrasaron con todas las tradiciones y costumbres españolas con el cierre de iglesias, escuelas, conventos, comercios y encarcelamiento de quienes se oponían a tal ocupación.
Los conatos de rebelión de los colonos españoles no se hizo esperar y los incidentes de oposición a Boyer y sus tropas sembraron un malestar que dio lugar a una lucha organizada por Duarte y sus aguerridos seguidores que culminaron en 1844 con la separación de las dos repúblicas.
Todavía para el centenario de la independencia quedaban en el suelo dominicano ciento de nombres de comunidades criollas con sus nombres en patois y fue necesario una amplia legislación del gobierno de Trujillo para llevar al español a esa enorme cantidad de comunidades con nombres haitianos.
La lista es larga y fue objeto de una esmerada revisión y actualización que recogió el valioso intelectual Vicente Tolentino Rojas en su obra Historia de la División Territorial 1492-1943 recogida en un volumen de la colección de los Bibliófilos publicado en 1993 como segunda edición habiéndose publicado por primera vez en 1944 con motivo del centenario de la Independencia dominicana de Haití.
En su libro, Tolentino nos trae los cientos de nombres en patois que fueron necesario cambiar para llevarlo al español siendo los más notables los de la costa sur de Barahona. Así desde Trujín que ahora es Oviedo hasta Las Mercedes que antes era Bucan Pol en Pedernales. También tenemos en San Cristóbal a Dubeau que era Mañanguí al sur del Ingenio Caei. Por igual en Puerto Plata tenemos a Cambiaso que antes era Soufflet.
Por igual Polo en patois se llamó La Cup y en San Juan, Bohechío era Bui. En La Descubierta , Bartolomé era Colombié. Así mismo en Monte Cristi los nombres de Santa María y La Pinta se les puso a las comunidades de Macabón Arriba y Macabón Abajo.
La dominicanización de los nombres de las poblaciones orientales de la isla haitianizada por 22 años fue una ardua tarea que duró varios años hasta que la población se acostumbró a los nombres castizos y no a los foráneos del dialecto que se utiliza en Haití para comunicarse. Ese fue un mérito de Trujillo que no se le puede regate a pesar de su férrea dictadura que para el centenario de la Separación ya tenía catorce años en el poder.