Cuando impera la irracionalidad, toca desarmar

Cuando impera la irracionalidad, toca desarmar

Mayo ha sido un mes duro, triste, difícil. Al compás de las heridas a la democracia, hemos visto cómo la sociedad se retuerce del dolor, la impotencia, la desgracia. La sombra de la muerte nos cobija y, con ella, nos grita a la cara que el país se destruye sin que nadie lo evite.

Cincuenta y una personas murieron este mes. La mayoría cayó víctima de esa delincuencia que niegan  los círculos oficiales y nos estresa. Todos conocemos a alguien que ha sido asaltado o tiene un amigo que lo fue. El círculo se estrecha mientras a nosotros  nos queda más que rezar para que no nos toque.

Los robos mortales nos indignan. También los feminicidios que, cual plagas, aumentan  por año. Mientras eso sucede, el machismo se pasea por todos los rincones y la educación queda como anécdota.

Pero si la educación está ausente, la tolerancia y la razón parecen haberse ido en yola. ¿Cómo se explica que alguien mate por un accidente de tránsito, un pisotón en una discoteca o una deuda? El primer caso aconteció en Santiago, donde Francisco José Almánzar Jiménez fue asesinado por Carlos Ramón Agramontes Castillo tras discutir por un choque.

Las víctimas del pisotón, Darvin Mateo Peguero y Kenia Berigüete, fueron ultimados por José Arismendi Hidalgo Michelle; mientras que Luis Rafael Díaz Mora mató a su socio Edwin Vladimir Mateo Machuca por una deuda.

Ante esta realidad se impone hablar sobre el tema del porte de armas. Aquí hay demasiado animal con licencia para matar. Urge que se controlen más los permisos. Cuando la irracionalidad impera, evidentemente, toca desarmar.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas