Cuando la burocracia se vuelve tóxica

Cuando la burocracia se vuelve tóxica

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Franz Kafka, en su obra “El Juicio”, describe el penoso absurdo de una serie de procesos y papeleos que aplastan y desconciertan hasta el alma de los usuarios de determinadas oficinas.

Los dominicanos recordamos como cosa del pasado a los famosos “tributarios”, que nos asediaban en los alrededores de las oficinas estatales.

Pero aunque hemos ganado eficiencia, muchos ciudadanos siguen atrapados en procesos judiciales o simples trámites en oficinas públicas que se excede en requerimientos y trámites, por los cuales, además, tienen que pagar en efectivo, además de todo el tiempo que se pierde y molestias que dejan huellas en el inconsciente.

Muy temprano en la vida se nos inculcó que la peor fama era la de mala paga. Los papás y los maestros eran muy estrictos respecto a honrar los compromisos, a cumplir promesas y entregar encargos.

Y el honor más alto era el ser cumplidor. Por lo cual siempre resulta absolutamente inaceptable que alguien toque tu puerta para cobrar; pero muy especialmente cuando se trata de una falsa deuda.

Tradicionalmente, muchos dominicanos somos temerosos de las cuestiones legales, de los tribunales y los asuntos jurídicos. Por ello tratamos de tener cerca buenos abogados, de gran talento y de prestigio profesional.

Resulta difícil concebir que sea una entidad extranjera, con marca y tradición respetables, la que acose impropia e injustamente a clientes de correcto cumplimiento, y buena reputación.

Conozco personas a las que las llaman diariamente desde fuera, con voces dulces, amables, educadas, para una supuesta cuenta de una tarjeta de crédito que nunca fue solicitada ni recibida.

Sé de un cliente de varias décadas a quien le cancelaron o secuestraron sin aviso previo una caja de seguridad, y de la cual no le han dado respuesta formal, ni cosa por el estilo.

Lo peor es la incertidumbre y la desazón que causan estos extravíos burocráticos, y sin que la Superintendencia de Bancos haga respetar las reglas, a pesar de que se inicie una querella y se informe a tiempo y de manera formal a su oficina denominada Pro-Usuario. O sea, la víctima de la entidad bancaria, también sufre la inoperancia del “defensor del pueblo” que se supone sea esta oficina.

Se gastan visitas y llamadas al “oficial de Cuentas”, y se reciben promesas formales de oficiales locales; a cuyo pesar se siguen recibiendo llamadas diarias desde otro país.

Es posible que la instalación de nuevos sistemas de operaciones, cree muchos problemas de inexactitudes o fallas operacionales. También puede pensarse en sabotaje, pero resulta muy cuesta arriba cuando se considera el caso de entidades extranjeras fusionadas con entidades nacionales de bastante prestigio.

La verdad es que el asunto es surrealismo puro, y, a cualquiera se le agota la paciencia y hasta los buenos modales.

Lo peor es que no es nada personal; son errores de sistemas, pero con el agravante de que el ejecutor y la víctima son personas, ambos con sus derechos y sus dignidades que suelen salir afectados. No hay muchas cosas peores que la estupidez programática y reiterativa.

Kafka en El Juicio describe el penoso absurdo de una serie de procesos

Lo peor es la incertidumbre y la desazón causan estos extravíos

En la vida se nos inculcó que la peor fama era la de mala paga

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