Cuando la democracia es incapaz… Chávez

Cuando la democracia es incapaz… Chávez

BIENVENIDO ALVAREZ-VEGA
Sobra decir que no creo que el chavismo sea la opción más saludable para resolver los grandes y complejos problemas sociales y económicos de América Latina y el Caribe. La democracia al estilo Hugo Chávez no me parece que sea tal. Creo que se trata de una caricatura de democracia montada sobre un sedimento de autoritarismo militar. Pero como quiera que se vea, el chavismo es hoy una realidad y es un movimiento político con atractivos para los latinoamericanos y caribeños.

Los movimientos políticos liderados por militares o ex militares han contado en América Latina y el Caribe, casi siempre, con los aplausos benevolentes de la gente. Sobre todo si sus protagonistas son de izquierdas o, como es más frecuente, si son oficiales de un comportamiento derechista que luego hacen su conversión al pensamiento de izquierdas. Perú y Bolivia son dos grandes ejemplos, sobre todo el primero. La revolución militar de los años setenta constituyó una alborozada esperanza de muchos. Un ejército ideológicamente reformado parecía la gran alternativa para la región. Pero como toda unidad es igual a sí misma, el experimento fracasó.

Los latinoamericanos siempre hemos creído que nuestros problemas sociales, políticos y económicos tienen más rápida solución por la vía de la fuerza, de la imposición. Por eso los movimientos autoritarios, de derechas o de izquierdas, despiertan tanto interés y hasta esperanza. La democracia es nuestro gran anhelo teórico, pero nuestra convicción es el camino autoritario, vertical. Las encuestas regionales y locales lo demuestran una y otra vez. Nos gusta el padre mandón que nos da órdenes, que nos conmina, que nos obliga a ser disciplinados y que bajo amenaza nos hace cumplir con nuestros deberes.

Hay raíces culturales y religiosas que nos pueden ayudar a encontrar pistas importantes para hallar la génesis de esta actitud o comportamiento político. Pero ir tras ellas no es el propósito de estas notas. Más bien queremos llamar la atención sobre el atractivo del chavismo en una América Latina que no encuentra soluciones para sus graves y complejos problemas.

Chávez no se explica sin el descrédito de la arquitectura política venezolana. Hacer esta afirmación es llover sobre mojado. Pero se hace necesario reiterarlo. Uno no existe sin el otro. Venezuela, una de las naciones más ricas de América Latina y el Caribe, era, sin embargo, un ejemplo mundial de la desigualdad social y la pobreza en medio de la abundancia. Era también ejemplo de un sistema político profundamente corrompido y de un sector empresarial que, en matrimonio con la dirigencia partidaria, acumulaba riqueza y poder social. La gran riqueza petrolera de Venezuela no alcanzaba para disminuir la pobreza, no alcanzaba para tener un buen sistema educativo, no alcanzaba para tener adecuados problemas de vivienda, no alcanzaba para disponer de un eficiente sistema de salud. Los chorros de millones de dólares del petróleo solo alcanzaban para el tinglado político y para los empresarios vinculados a los grandes partidos.

De manera, pues, que los venezolanos dejaron de cifrar sus esperanzas de cambio y bienestar en los políticos llamados tradicionales y en los empresarios vinculados a ellos. Querían y aspiraban a una democracia más sustantiva, a un sistema político que fuera política, económica y socialmente funcional. Yo creo que tomaron un camino equivocado, pero la lógica que subyace en la cultura latinoamericana de siempre apelar a la imposición y al autoritarismo, se impuso otra vez. Olvidaron un principio importante: el camino hacia la democracia no puede ser otro que el de la democracia.

Pero el coronel Hugo Chávez, quien había intentado un golpe de Estado contra Carlos Andrés Pérez, prometía luchar contra la corrupción política y contra la corrupción empresarial, y prometía poner la riqueza del petróleo al servicio del verdadero desarrollo de la nación y al servicio de los más pobres. Exactamente lo que la mayoría deseaba y necesitaba y no había logrado conseguir con los socialcristianos de Rafael Caldera y los socialdemócratas de Carlos Andrés Pérez.

Si lo consiguen o no, es harina de otro costal. De momento lo que nos interesa es volver a plantear que cuando los pueblos se ejercitan año tras año en la búsqueda del bienestar personal y social y no lo consiguen, porque ese bienestar es desviado por la corrupción y la componenda, se abrazan a las opciones que consideran viables para alcanzar sus metas, sus legítimas metas, las metas a las que tienen derecho por su condición de seres humanos.

Para la democracia latinoamericana y caribeña, incapaz hasta ahora de ser sustantiva, esta es una lección que la historia política de la región nos presenta cada día como recordatorio y advertencia.

baveagado@yahoo.com

Publicaciones Relacionadas

Más leídas