En 1994 publiqué varios artículos comentando un libro con el título que encabeza este artículo, que había salido el año anterior y de la autoría de Robert S. Robins y Jerrold Post sobre lo que acontece cuando un rey o presidente deviene enfermo. Lo usual es que sus allegados o familiares tiendan a protegerlo, no solo por amor, sino que saben que si mueren o renuncian perderían toda su influencia. Tal es el caso de varios reyes europeos, Woodrow Wilson, Franklin Delano Roosevelt, Ferdinand Marcos, y otros. Publiqué esos artículos porque en esos momentos los dos líderes políticos más importantes del país sufrían enfermedades.
Juan Bosch había reconocido sus trastornos mentales, Joaquín Balaguer, quien era presidente, estaba totalmente ciego. Entregué un ejemplar del libro al entonces vicepresidente Jacinto Peynado, quien estaba en línea para ser el sucesor de Balaguer y su esposa me comentaría que amaneció varias noches leyéndolo.
Algo muy parecido está ocurriendo hoy en Estados Unidos donde siendo este el país más poderoso del mundo, en términos económicos y militares, con una tradición democrática centenaria y con las mejores universidades del mundo, sus dos actuales principales candidatos presidenciales son muy malos. La reconocida revista “The Economist” en su última portada simplemente colocó un aparato andador para indicar lo malos que eran esos candidatos norteamericanos.
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Uno de mis columnistas políticos favoritos, Thomas L. Friedman del “The New York Times” escribió recientemente: “Ambos hombres que actualmente buscan ser presidentes no están aptos para ese empleo. Uno es un buen hombre, pero en declive obvio en términos cognitivos y físicos y el otro es un hombre malo que miente a medida que respira y cuya plataforma principal son las venganzas y quien también está camino a tener problemas cognitivos… Tan solo un partido en el sistema de dos partidos norteamericanos está listo para ahora defender nuestro orden constitucional. El otro partido tan solo está interesado en lograr mantener el poder por el poder en sí… El Partido Republicano ha sido purgado de virtualmente todo político republicano no dispuesto a someterse al ‘querido líder Donald Trump’, quien trató de cambiar nuestras últimas elecciones presidenciales. La esposa de un juez de la Suprema Corte de Justicia, nombrado por los republicanos, favoreció cambiar los resultados de esas elecciones en base a argumentos falsos… Hasta muchos de los que trabajaron de forma más íntima con Trump durante su gobierno, incluyendo su vicepresidente, su secretario de
Defensa, su canciller, su secretario de la Presidencia, su asesor en asuntos de seguridad nacional, su secretario de prensa, su director de Comunicaciones y su Procurador General han advertido al país, en discursos, entrevistas y memorias, que Trump es errático, inmoral y alguien que nunca debe estar cerca otra vez de la Casa Blanca”. Friedman, por otro lado, admite que Biden, a quien admira, “claramente sufre problemas cognitivos y físicos“ y expresa la esperanza de que su esposa y familia “quienes de seguro saben el grado de sus fragilidades físicas y mentales, influirán sobre él para que renuncie, pero no lo quieren hacer… Si gana Biden, todos tenemos que rezar de que pueda salir todos los días de su cama para llevar a cabo su agenda en tan correcta forma como lo hizo en el pasado. Si gana Trump necesitamos rezar para que se pase el día entero en la cama, para que no pueda llevar a cabo su impulsiva agenda”.
Esta tragedia norteamericana ocurre en un momento en que Putin y sus aliados chinos y de Corea del Norte, entre otros, amenazan la paz mundial. Coincide también con el evidente deterioro en el medioambiente. ¿Qué más debe ocurrir, aparte de ciclones, altas temperaturas récord para que nos demos cuenta de lo que está sucediendo?
Friedman piensa que, si Biden persiste en ser presidente y gana, la gente y sobre todo la oposición y Fox News, especularán sobre quién está realmente tomando las decisiones.
¿Cuáles de los posibles candidatos demócratas podrá mejor detener una victoria de Trump, ¿Biden, la vicepresidente Kamala Harris, un tercer demócrata, o ninguno?